Julio 1, 2024

Entrevista a Ítalo Berríos: «Mi trabajo adscribe en lo teórico y práctico a los lineamientos de los Pueblos Abandonados»

 

Por Ernesto González Barnert

 

Conversamos estos días con Ítalo Berríos, poeta nacido en Quillota, en 1980, Pero que hoy reside en Ancud, donde se desempeña como librero, aprovechamos esta ocasión para adentrarnos en su vida y obra. Viene de publicar el poemario “En Una Carretera Al Fin Del Mundo” (Kultrún ediciones, Valdivia 2020). Ha sido parte del primer congreso de escritores “Volvamos al mar” en Puerto Montt (2016) y del encuentro “literatura joven de Chiloé” [2020] siendo publicado en la revista de dicho certamen y V congreso de Escritores de Pueblos Abandonados. Reside en Chiloé desde el año 2004.

 

 

—¿Ítalo, comencemos esta conversación hablando de tus inicios, y dentro de ese ensayo y error, ese momento de fascinación, si lo hubo, en que descubres que lograste un poema de babor a estribor, y asumes el oficio como un hecho esencial de tu viaje por este loco planeta azul?

—Empecé como todos, leyendo. Por eso, la primera fascinación es la lectura, y fue muy temprano, en la sala de clases de quinto o sexto básico. Leí en el libro escolar el poema “Dame la mano” de la Mistral y entré en pánico. Recuerdo que me dije “esto es la muerte” y lloré ante las imágenes de esas palabras que curiosamente no me resultaron extrañas pero sí definitivas. Hasta ese momento yo no había perdido a nadie, por lo tanto, no cargaba aún con el peso de la pérdida, sin embargo a partir de ese poema entendí que irremediablemente había un final para todo. Fue el primer contacto que tuve con una idea no cristiana de la muerte pese a que mi familia era excesivamente católica. Era un niño de ocho o nueve años así es que no me quedó más opción que seguir hurgueteando en esa grieta.  Por decirlo de alguna manera, las cartas ya estaban echadas. Por suerte en mi casa había libros y leí lo que en ese tiempo podía leer: CORAZÓN de Edmundo de Amicis, El lazarillo de Tormes, y toda esa colección de libros rojos que venían con el diario La Tercera los domingos a fines de los 80. No fue hasta los doce años que me animé a escribir. Hubo un concurso de poesía en la escuela y gané el primer lugar. Los profesores estaban sorprendidos y algunos pensaban que yo había copiado esos versos de algún otro lugar.

El poema lo exhibieron en dos grandes pizarrones en el patio del colegio; ese fue el premio. En la adolescencia leí mucho más frenéticamente, sobre todo poesía. Empecé leyendo antologías de poesía chilena como la de Alfonso Calderón y luego me pegué con  Teillier, Braulio Arenas, Huidobro y la generación del 38 hacia adelante hasta llegar a Lihn quien me abrió otras posibilidades de lectura. Creo que con Lihn me gradué como lector de poesía.

La primera vez que sentí que un poema estaba logrado fue cuando una poeta a la que admiro mucho pero no conocía personalmente me llamó por teléfono contándome que un poema mío la había conmovido profundamente. Yo estaba sorprendido por esa llamada y no sabía mucho qué decir. Cuando terminó la llamada me dije ¡chucha, esto es en serio!  Esa fue la primera vez en que sentí que algo de este oficio podía traspasar más allá de mi metro cuadrado.

 

–¿Cómo fue la cocina literaria de tu libro “En Una Carretera Al Fin Del Mundo” (Kultrún ediciones, Valdivia 2020)?

—El proceso de publicación ocurrió durante la pandemia, en pleno régimen de confinamiento, pero gran parte del libro había sido escrito varios años antes. Hay gente que piensa que lo escribí durante el encierro debido al imaginario apocalíptico de sus primeros poemas, pero sólo fue coincidencia o algo de esa índole. Hay poemas escritos hace diez años o más en diferentes lugares; Quillota, La Cruz, Puerto Montt, Pichidangui, Viña del Mar y Chiloé. Creo que algo de esa trashumancia se traspasa al libro porque el libro trata sobre un viaje frenético de dos tipos que huyen, pero a la vez le van dando caza  a alguien. Un amigo me dijo que era una especie de Road Movie en ácido. Quién sabe.

La presentación del libro fue a la usanza pandémica, vía zoom pero fue lindo. Rosabetty Muñoz leyó un texto muy generoso, Horacio Durán de Inti Illimani tocó su charango, mi amiga Ligia Gallardo, escritora y médico, escribió un texto muy emotivo e íntimo, y mi amigo y jefe Ricardo Tamayo las ofició de presentador. También participó el capísimo Ricardo Mendoza, editor y fundador de Kultrún ediciones.  Fue una reunión de amigos, cada uno desde sus casas intentando alivianar un poco esa tensión generalizada por el alud de la peste.

 

–¿Qué aportan en el despliegue de tu obra poética, Quillota, Puerto Montt, Isla de Chiloé, Ancud, Santiago?

—Quillota es mi ciudad natal por lo tanto la infancia transcurrió entre paltos, tue tues,  amigos del colegio, y el río Aconcagua que en ese tiempo ostentaba un caudal de temer. Ahora es con suerte una acequia gracias en parte a los latifundistas que se han robado el agua durante años, metiéndole incluso tuberías al lecho para intervenirlo.  A Santiago iba de vez en cuando porque me quedaba relativamente cerca pero nunca pude establecer un vínculo con la gran capital, de puro provinciano le di la espalda, quizás por miedo o porque me perdía fácilmente y no salía de un circuito preestablecido que incluía Estación Central, el estadio nacional todas las veces que vino Roger Waters y visitas esporádicas a un par de amigos que hice en los primeros tiempos de internet. A Ancud que es la primera ciudad del archipiélago de Chiloé, llegué el año 2004 porque me enamoré de una chilota, pero al año siguiente nos fuimos a Puerto Montt y estuve viviendo seis años allí. Finalmente retorné a Ancud el 2011 hasta hoy. Es imposible no permearse del entorno y el carácter de los pueblos en donde vives. Finalmente, para bien o para mal, terminas pareciéndote a las ciudades que habitas. Todas esas ciudades o pueblos que enumeré están presentes en los poemas que escribo porque esos lugares están cargados de significados propios y ajenos que son los tropos a los que recurre el poema a la hora de escribirse.

 

–¿Cuáles son los 10 libros esenciales, significativos en tu educación sentimental?

Me parece que

-Humillados y ofendidos-Dostoievski
-Cuentos completos-Maupassant
-Las Flores del Mal-Baudelaire
-Trilogía: Infancia, Por el mundo, Mis universidades-Gorki
-La muerte de Iván Ilich-Tolstoi
-La Insoportable levedad del ser-Kundera
-Música para camaleones-Truman Capote
-Lo bello y lo triste-Kawabata
-Desolación-Gabriela Mistral
-Trilogía :Autobiografía de mi madre, mi hermano, Mr Potter-Jamaica Kincaid

 

–¿Cuáles son a tu juicio los 5 libros que todo escritor que quiera adentrarse en la poesía del sur chileno debe leer?

-Polvo de Huesos-Rosabetty Muñoz
-Ojo de agua-Verónica Zondek
-Con Ajo-Harry Vollmer
-Shumpall-Roxana Miranda Rupailaf
-Obras Completas-Maha Vial

 

–¿Un poema que siempre va contigo como una especie de mantra o luciérnaga que ilumina tu noche en Ancud?

—Endimión en Latmos de Borges, sobre todo cuando la luna flota como un globo enorme sobre el río Pudeto

 

–De qué manera tu trabajo se entronca con los escritores de pueblos abandonados?

—Me invitaron al último congreso de Escritores de Pueblos Abandonados y pude darme cuenta de varias cosas como por ejemplo que Cristóbal Gaete era mi vecino en La Cruz (Quillota) y nunca nos conocimos pese a pertenecer a una misma generación y al mismo ínfimo pueblo. Debe ser porque él jugaba a la pelota y yo me retiré del fútbol a una edad muy temprana. A los 10 años ya me habían expulsado de todas las canchas por incompetente. También me percaté que la literatura más interesante se está escribiendo en las provincias; El mismo Cristóbal Gaete de La Cruz/Valpo, Oscar Barrientos Brádasic en Punta Arenas, Mario Verdugo en Talca, Marcelo Mellado en San Antonio, Cristian Geisse en Vicuña etc. Si bien soy un allegado circunstancial siento que mi trabajo adscribe en lo teórico y práctico a los lineamientos de los Pueblos Abandonados, no sólo por el hecho de provenir de uno y de vivir en otro, sino porque además me es posible constatar día a día esa realidad. Por ejemplo lo que plantea Marcelo Mellado con ese concepto de “municipalización de la cultura”; la figura del Alcalde que ejerce una asombrosa hegemonía política y por cierto cultural, un verdadero régulo o reyezuelo. Lo municipal que domina la vida de todos los pueblos de chile es de una riqueza no sólo para el humor sino para entender la política en el metro cuadrado de la cancha; las malas artes de los operadores políticos que ponen a cargo de las casas de la cultura porque no funcionaron como encargados del cementerio o de la oficina del adulto mayor, resulta patético, desopilante y feroz.

 

–¿Qué poema tuyo leerías hoy? Y deseas compartir con nosotros?.

 

Me gustaría compartir un poema de la etapa Quillotana:

 

Noviembre

Los nísperos como enormes abejas
flotando entre las ramas
la acequia y su único pez
resistiendo la corriente oscura y tibia
el tiempo inmóvil de las lagartijas en verano.
¿Recuerdas el calor de vivir ese aire
sorbiendo el aroma de los paltos?
Los pequeños pedazos de sol
entre las hojas de la higuera
como si arriba de todo
se hubiera quebrado un espejo en llamas.
El pez detenido en la corriente
como un meteoro sin tiempo.
Alrededor los años que giraron y cayeron
tantos muertos
páginas y páginas
para el libro de la memoria.

 

–¿De qué manera Pablo Neruda dialoga con tu obra?

—En primer lugar pienso que Neruda es un poeta extraordinario, quizás la voz más potente del hemisferio, y por lo mismo debe ser leído sin ningún tipo de prejuicios. Germán Carrasco dice que hay que dar a leer poemas de Neruda borrándole el nombre del autor. ¡Y tiene razón! Trabajo en una librería y he realizado el experimento varias veces con gente que viene condicionada contra Neruda pero anda buscando algún libro de poesía. Les digo que hay un poeta mexicano muy bueno y procedo a leer alguno del Estravagario o de Residencia en la tierra y les encanta. Cuando les revelo el autor se quedan con cara de no creerlo y se llevan el libro. Eso da cuenta de dos cosas al menos, la primera es que la gente NO ha leído a Neruda, y la segunda es que su poesía por sí misma, prevalece.

Creo que mi poesía dialoga con Neruda de diferentes maneras, y una de ellas es el límite. Para mí, Neruda es el límite y cuando voy en esa dirección me devuelvo porque Neruda lo hizo genial, maravillosamente bien, pero nadie más lo hará así de bien con las mismas armas. Entonces lo mejor es alejarse de ese tono e intentar otra manera porque ser imitador de Neruda ya no es bien visto. Además el tiempo de la altisonancia va quedando atrás. Me parece que es momento de interactuar con el susurro o la voz baja.

 

–¿Qué consideras primordial a la hora de vivir este oficio literario, para alguien que comienza a cultivar la escritura poética desde la provincia?

—Lo primero es preguntarse si realmente quieres o necesitas esto porque es mucho más rentable ser abogado o dentista. Si pese a las advertencias sientes que la escritura es lo tuyo entonces empieza a leer, a leer a tus mayores con mucha atención y a tus contemporáneos con algo de desconfianza pero leerlos al fin. Leer a los imprescindibles(no decir clásicos porque esa palabra a veces es pesada y mata a muchos autores notables injustamente). Estar consciente que escribir desde la provincia a veces resulta un poco más difícil pero no imposible. No es mala idea tomar un buen taller con alguien serio o seria. Hoy es mucho más fácil y no es necesario ir a Santiago. El zoom hace maravillas. Todas esas instancias ayudan pero no te convierten en poeta, el restante 90% lo pones tú con trabajo sudor y lágrimas. Y va a ser difícil, a menos que tengas un cerro de plata o un padrino político.

 

–¿Cómo ves el panorama actual de la poesía chilota?

—En Chiloé la figura ineludible es Rosabetty Muñoz no sólo porque es una extraordinaria poeta sino porque además ha calado muy fuerte su trabajo en muchas generaciones de jóvenes chilotes con sus míticos talleres Mistral, de allí han salido varios premios Bolaño y chicas y chicos que han seguido escribiendo. Y tiene, también muchos lectores locales que vienen por sus libros y los agotan, eso en poesía es inédito.

Hay otros poetas de generaciones anteriores que merecen ser leídos como Sergio Mansilla, Varsovia Viveros,  Mario Contreras, Nelson Torres, Carlos Trujillo.

El panorama actual luce interesante y dominado por mujeres, tal es el caso de Patricia Águila en Castro, Victoria Herreros, y Xiomara Piña en Ancud, también están Hardy Chodil y Juan González Fuentealba. Estoy seguro de que la mejor poesía chiloense de las nuevas generaciones está por escribirse.

 

–En qué estás trabajando hoy literariamente hablando?

—Estoy por terminar un libro que tentativamente se llama Alimañas y Árboles, y que trata justamente sobre árboles locales y animales urbanos, pero no se trata de un trabajo meramente contemplativo, no me interesa describir la fascinación por el paisaje. Me interesa darle una vuelta. Fíjate que cuando estás en el bosque te das cuenta de que los árboles luchan entre ellos por alcanzar el lugar más alto, y se hacen zancadillas, se dan codazos, imponen sus ramas para ahogar al otro. Hay un movimiento permanente que es demasiado lento como para capturarlo con una simple ojeada. De esas luchas silenciosas me interesa escribir.

 

–¿Qué olor te encanta?

—Cuando mis gatas vuelven del cerro traen aromas a plantas desconocidas. Son olores vegetales, dulces y ácidos que fascinan y desconciertan. También me he vuelto adicto a algunos aceites esenciales como el Eucaliptus Citriodora y Tea Tree.

 

–¿Qué canción te sube el ánimo?

 —Cuando busco la música no es precisamente para subirme el ánimo sino para cagarme más de onda, pero lo más alegre que escucho es Chico Trujillo aunque no sé bailar.

 

–¿Tres libros que no pudiste terminar de leer o te cargaron?

—En lo posible trato de terminarlos aunque me carguen pero con los que no he podido:

-No faltaba más(Bertoni)
-Cualquiera de Stephen King
-Anuarí de Teresa Wilms

 

–¿Una película que te fascina?

—La infancia de Iván o Kill Bill

 

–¿Tú álbum favorito de música?

—Son varios, pero si me das a elegir uno, el Dark Side Of The Moon de Pink Floyd

 

–Por último, ¿Cómo nace el poema “La muerte nos persigue en un Camaro azul”?

—Ese poema es un constructo que exigió la narración del libro. Lo escribí porque era necesario darle ese movimiento, situar en un lugar determinado a estos tipos que huyen de algo que no se sabe muy bien qué es. Me parece que ciertas imágenes de un cine medio oscuro tienen un papel preponderante en el entorno de ese poema, y es, guardando las proporciones y diferencias, un poco la escena que inicia Lost Highway de David Lynch.

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