Por Ernesto González Barnert
Llevaba mucho tiempo esperando conversar con Gabriela Paz, a propósito de su libro La geométrica danza de las asimetrías, aparecido en BAP, durante el 2020-21. Una escritura que transita por facilidad por los géneros y encuentra en la poesía su vibración y entrega total con el ser, literalmente abriéndose desde los pies hasta la tumba. Un conjunto de poemas de marcado temple aéreo y metafísico entre los girones de una existencia profundamente mental, inquisitiva y lírica de su carácter y destino. Un trabajo precioso que contornea su búsqueda y lenguaje, bordea tanto la consciencia como su inconsciencia legándonos una brújula flexible al entendimiento y recorrido, llena de resonancias graves y magnéticas. Morales Urrutia nace en Santiago, Chile, en el año 1984. Además de poeta es gestora cultural. Estudió Periodismo en la Universidad Diego Portales. Integra la Sociedad de Escritores de Chile, la colectiva Auch! Autoras Chilenas Feministas y la colectiva de experimentación poética «La manada de la Gacela». Reseña literatura, conduce el programa radial de Literatura Palabras peligrosas de la Universidad Sek, colabora con la revista www.cactuscultural.cl , entre otras publicaciones. Fue coordinadora del «Simposio de Literatura en Pandemia» convocado por la Sociedad de Escritores de Chile, fue columnista del periódico sueco Le Bulletin, es co-traductora de poesía Kurda de la cual pronto tendremos noticias en el Portal Cultura de la Fundación Pablo Neruda. Ha publicado en diversas antologías, ha sido traducida al francés e inglés, publicó los libros de cuentos (fomento a la tenencia responsable de los animales) Bígota y el río y Helena y Zeus. En poesía, publicó El silencio de los intervalos (2016), el poemario ilustrado Fieras (2018) con Signo Editorial, Pilucha; poemario independiente, en formato digital (2020) y el libro que nos convoca
–¿Cómo fue el proceso creativo y compositivo de La geométrica danza de las asimetrías (Buenos Aires Poetry 2020)?
—Creo que el libro estaba escrito antes de ser escrito. Venía hace un rato leyendo sobre danza, sobre amor, sobre deseo, sobre belleza, haciendo anotaciones en verso al respecto, nada concreto, sin objetivo alguno más que ahondar o traducir algunos conflictos con la muerte. Un día, al ir a dormir, antes de caer en el sueño profundo, comenzó a hilarse en mi cabeza como un río un poema, un canto que no podía detener. Me desperté, lo anoté en mi celular y se borró. Entonces, tuve que levantarme, correr al computador y así pasé la noche entera escribiendo. Todo lo que venía pensando, había tomado un cauce, al que debía abrir paso ha como de lugar. Tarea que se transformó en meses de trabajo consecutivo, una cita excitante y devoradora que se prolongaba en noches hasta madrugadas al alba. Entre lecturas, investigaciones, músicas, para dar cuerpo a ese flujo. Muchas horas de trabajo intenso comprimido, en pocos meses. Me demoré más en pulir, en podar, en no perder el canto, el ritmo, el aire de la composición, el pulso, la sangre, en mantener abiertos los poros del texto, esparcir en él suficientes agujeros para amplificar sus posibilidades.
–De qué manera, hoy, tras La geométrica… y antes, El silencio de los intervalos, Fieras y Pilucha, definirías tu Arte poética?
—Espero no poder definirla jamás, espero que me sorprenda siempre, que me sobrepase. Creo que lo único que podría decir al respecto son aproximaciones de su pulsión… entonces extrañamiento, hambre, sed, una búsqueda infatigable por registrar la incerteza, el asombro, ofrecer quizás una posibilidad de silencio extendido por la palabra, donde quepan todas las lecturas posibles, todas las preguntas posibles, un mapa de sentidos. Quizás busco que mi poesía sea un lugar para recordar que somos ínfimos, patéticos y belleza al mismo tiempo. Ninguna palabra debe ser decorativa. Hace unos meses escribí, quizás haciéndome la pregunta que tu me estás haciendo «Y que es la poesía, no sé, quizás, la desesperación por lo invisible».
–¿Me gustaría ahora llevarte a diez libros que te marcan en lo personal como poeta, son esenciales en tu educación sentimental?
—Uff, qué difícil, creo que no te diré mis favoritos, sino aquellos que fracturaron algo, partiré desde la primera infancia ya que es el momento llave de mi configuración poética. Y pienso que el más importante de todos fue un diccionario antiguo enorme, en dos tomos, que había en mi casa. Recuerdo que al encontrarlo no lo podía creer, pensé que era un libro mágico. Yo antes que, de la literatura, me enamoré de las palabras. Jugaba con ellas, hacía poemas a los 6 años sin saber que hacía poemas. Luego me sumergí en los libros de arte de mi mamá. Después, tipo 8 años me enamoré de Romeo y Julieta de William Shakespeare, que me voló la cabeza y leía en voz alta. Altazor de Huidobro, el I ching, que leo hasta el día de hoy. Le siguieron El lobo estepario de Herman Hesse, Lolita de Vladimir Nabokov, Flores del mal de Charles Baudelaire, Franny and Zoe de Zallinger, Una habitación propia de Virginia Woolf, Definición hermética de Hilda Doolitle, Desolación de Gabriela Mistral y creo que el último que me torció algo fue el manifiesto feminista y poemas escogidos de Mina Loy.
–¿Qué significa en lo personal “Auch! Autoras Chilenas Feministas”, La manada de la gacela, Palabras peligrosas, Helena y Zeus, Bígota y el río, Simposio de literatura en Pandemia?
—Desplazar o integrar la Inquietud poética hacia la temperatura humana.
–¿De qué manera la obra poética de Pablo Neruda dialoga con tu propia obra?
—Primero que todo, pienso que la obra poética de Pablo Neruda dialoga con toda persona chilena, ya sea por gusto, por educación, fervor u oposición. Neruda no deja a nadie indiferente. Incluso me atrevería a decir que conforma parte de nuestra identidad nacional, con todos los reparos que de ello puedan hacerse. Creo que, en lo personal, mi obra dialoga con la obra de Neruda en el amor a la palabra que la sostiene, en ese enaltecer a la palabra tesoro, labrada poesía para nombrar lo innombrable sin decirlo.
–¿Cómo ves el panorama vivo de poesía chilena?
—Palpitante, donde quiera que vayas se está haciendo poesía. Noto, además, cierto interés hacia su lectura. Siento al panorama vivo de la poesía chilena, como una pulsión telúrica, como si de pronto la poesía fuera a explotar en la superficie. Una especie de desierto florido. Como una amante que rompe el anonimato.
–¿A qué le temes?
—Al sufrimiento de mis hijos, al sufrimiento de las personas que amo, al sufrimiento de la niñez, a la falta de amor y a la locura.
–¿Cuál es el peor error que puede cometer un poeta desde tu mirada?
—Conformarse con su trabajo.
–¿Un libro que no pudiste terminar de leer?
—Muchísimos. Más de los que quisiera, el último de ellos fue el Libro dorado de Doris Lessing.
–¿Cuatro libros de poesía chilena que te fascinan?
–Desolación, Gabriela Mistral.
–Temblor del cielo, Vicente Huidobro.
–Contra la muerte, Gonzalo Rojas.
–Tiempo, medida imaginaria de Stella Díaz Varín
—¿Un libro que encuentras sobrevalorado?
—Esto lo digo básicamente porque no me conmueve, ni gusta, Bertoni en general.
–¿Una canción que te encanta por estos días?
—¿Una?… Pienso que una canción transversal a todos mis tiempos es «Song to the siren» de Tim Buckley. Soy un poco adicta a la música, todo el tiempo escucho cosas distintas, y voy y vuelvo con mis infalibles.
–¿Un olor que amas?
—El aroma del jazmín, el olor de madrugada cordillerana en la altura de Santiago de Chile, en olor del mar luego de sumergirte en él, el olor de mis hijas y mi hijo.
–¿Un verso que siempre vuelve a ti, llevas como un mantra?
— «había dentro de mí un verano invencible» De Albert Cammus
–¿En qué te encuentras trabajando poéticamente ahora?
—Un nuevo poemario, cuyo nombre aún no decido. Estoy en proceso de poda. Espero que salga este año. Me tiene con el corazón disparatado y la cabeza encendida, con resta de sueño, pero suma de todo lo que importa.
Además de una antología de poetas chilenas y un montón de otras cosas. Tengo un problema de inquietud.
–¿Qué cosas te alegran en esta temporada?
—Mis hijos, crear poesía, leer, la música, mis amigas, la posibilidad de pronto sumergirme en el mar y quizás, la expectativa de un nuevo Chile.
–Un poema tuyo que te gustaría compartir con nosotros este día?
—Compartiré un poema inédito del próximo libro:
Nadie besará tu rostro en el acantilado
Emperatriz mínima
que aras los pistilos de las noches sin flor
alzada al gesto del asomo
de tus manos incestuosas del silencio
polvo a la cal evaporada llovida por la suerte
maúllas de temblor el relámpago fugado de la luz
te vieron recoger la maleza los escombros los residuos
huir en medio de la luna
sin la ropa puesta entre átomos
te vieron descosida de temporales sin tocarlos
los miraste a la distancia de reojo nadie había
se extiende a la pupila el hueco
vista hacia dentro con los ojos hacia afuera
el paisaje se rompe en un confín de la espesura
todo lo observado fue ayer
y
el mañana es una fiesta para ahogados
jalas las horas
los segundos en tranvías
en los números de los relojes de nadie
pulso discontinuo en aleteo de tu esquema
bailarina para el eco de los muertos
te deshaces en la sombra de los vivos
ebrios del vacuo de su sangre
inmaculada de estocadas
que rasguen en el manto de los días
una cavidad talismánica para el páramo
en tu bastión
se pulverizan los pájaros en el árbol de tus ojos
desplumada entre duelos del absurdo
no levantas compuertas al vacío de las almas
destronada de un pueblo en harapos
les tomas la muñeca
palpas venas sientes ríos
más ninguno llegó a tu mar
ola tras oleaje tras la sal
la fuerza del fantasma
que te ahoga
te tiende espirituosa materia
en el purgatorio del castillo
de algún dios
En tus hombros de hueso
varan las nubes
se posan ranas esmeralda
susurrando el rezo de los lagos
sacas la lengua
les concedes una mariposa de cristal
el atardecer se quiebra
y el cielo de van Gogh te lame
en una pincelada turbia la mejilla
Nadie besará tu rostro en el acantilado
tus pies cuelgan como lágrima