Julio 1, 2024

Entrevista a Damaris Calderón, coordinadora del taller «De Violeta Parra a Gabriela Mistral: Archipiélagos y ruidos humanos»

 

Por Ernesto González Barnert

 

Conversamos con la destacada poeta chileno-cubana, Damaris Calderón, que dirige el Taller LEA «De Violeta Parra a Gabriela Mistral: Archipiélagos y ruidos humamos» cuyo centro virtual se encuentra en el litoral de los poetas, abierto al mundo y se encuentran en estos días armando un libro colectivo y descargable pronto en nuestro portal cultura de la Fundación Pablo Neruda con los poetas del laboratorio creativo y aprovechamos de conversar un poco también de su vida y obra, su mirada a Cuba, a la poesía.

Damaris Calderón, nace en La Habana, Cuba, 1967. Además de poeta, es narradora, pintora, docente y ensayista. Ha publicado más de dieciséis libros en varios países entre los que se cuentan Cuba, Chile, Alemania, España y México. Entre ellos: Sílabas. Ecce Homo, El remoto país imposible, Duro de roer, Los amores del mal, Parloteo de Sombra, El arte de aprender a despedirse, Duras aguas del trópico, Las pulsaciones de la derrota y El tiempo del manzano. Ha participado en festivales de poesía internacionales. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al holandés, al francés, al alemán, al noruego y al servo-croata e incluida en numerosas antologías de poesía cubana y latinoamericana actual. En 2011 obtuvo la beca Simon Guggenheim. En 2014 le fue otorgado el Premio Altazor a las Artes, en el género de poesía, en Chile y el Premio a la mejor obra publicada por el Consejo nacional del Libro y la Lectura y en 2019 el Premio Pablo Neruda a la trayectoria, por la Fundación Neruda, Santiago de Chile. Reside en Chile desde 1995.

 

 

–¿En qué consiste el trabajo que desarrollas como coordinadora del Taller online de Poesía «De Violeta Parra a Gabriela Mistral: Archipiélagos y ruidos humanos»? ¿A qué apunta el trabajado final desplegado tras esa invitación donde buscabas se abordase la escritura y la creación, tanto en su soporte escrito como sonoro, teniendo en cuenta que la poesía fue primero oralidad, ritual, canción?

–Mi trabajo consiste, primero, en un acto de atención al grupo humano con el que desarrollamos el taller, a las particularidades de cada uno de los integrantes, y desde ahí, al dialogo y a la lectura, tanto de las y los autores estudiados, como de las  obras de los integrantes del taller que se van gestando. Lectura , análisis, conversación, fruición, vínculo, más allá de las edades en el espacio de la poesía. Y entendimiento, ante todo, de que la creación poética no es solo escritura, sino que, como expresión humana, acoge el grito, el canto, lo sonoro, cuyas marcas muchas veces pasan al texto escrito y horadan el silencio. Y el trabajo apunta hacia la comprensión y ejercicio del fenómeno poético como un acto también de forma de vida y de creación colectiva. Qué, como bien decía Borges, el poema es infinito y no acabara nunca y varia según los hombres y no llegara nunca a la última sílaba.

—Me imagino que fue un taller rico no solo en experiencias personales, sino también de lecturas que guiaron el encuentro poético. ¿Qué otros autores trabajaste y marcaron este proceso y puedes recomendarnos tras un viaje que emprendiste entre Gabriela Mistral a Violeta Parra, con la lectura de otras (y otros) autores latinoamericanos, adentrándose en el paisaje humano y sonoro que, más que islas, nos hace archipiélagos?

–En el taller partí por La Lira popular chilena, ese pliego donde resonaban el pregón, la tinta de imprenta, lo urbano y lo campesino con el grabado visual, en la crónica poética. Y partimos leyendo a esa poeta enorme, Rosa Araneda. Hemos visto a Pablo de Rokha, a Humberto Díaz Casanueva, a Alfonso Alcalde, a Winétt de Rokha, entre otros, además de las figuras tutelares de Mistral y Violeta y también nos desplazaremos por el continente, con las experiencias de poesía concreta y sonora de autores de Brasil, entre otros.

—¿Cómo ha sido la experiencia vivida como coordinadora de este nuevo laboratorio abierto y gratuito, online, que conduces y donde enseñas escritura creativa, especialmente para poéticas que nacen en la comunidad del litoral central de Chile y del territorio?

–La experiencia de coordinar y dirigir un taller de esta naturaleza es un privilegio y una responsabilidad. Y ojalá se sigan proporcionando estos «laboratorios» abiertos y gratuitos para la comunidad. La cultura no es un lujo ni algo superfluo, es la expresión indispensable de los seres y pueblos. Relacionada con Mnemosyne, la memoria, las musas, la poiesis es poesía en acción que abarca todas las formas de creación, pensamiento y conocimiento. En un mundo que tratan de vendernos cada vez como más ingrávido, donde impera lo econmico, hay que volver a la poesía, es decir, al vinculo del ser humano consigo mismo, con la historia y con el universo. Hay que volver a esa palabra que religa y nos saca del aislamiento, de la enajenación.

—¿A qué apunta el libro final que están trabajando con el taller? O, ¿Qué nos pueden adelantar de lo que encontraremos ahí, la idea motriz de ese trabajo comunitario de libro?

–Mas que libro final colectivo (que también) me ha interesado el desarrollo de las voces individuales de los alumnos, ver su crecimiento, el progreso de sus propias poéticas, ver como un manojo de versos pasan a convertirse en poemas y luego, los poemas en un conjunto que pueden ya articularse o van en camino de un libro personal. No ya para añadir un objeto más a una suma sino porque esas mujeres y hombres que han escrito, que escriben, se han transformado a sí mismas, en primera instancia, haciéndolo, han transformado su entorno y han creado ese objeto verbal, ese espacio de acogida, el poema, donde ya nunca estaremos solos. O estaremos menos solos, allí donde alguien escribió para sí mismo, para nosotros, sin saberlo, para los próximos que vengan. Y claro, en la muestra del trabajo final, aparecerán muchas voces diversas, singulares, cada una añadiendo su nota.

—¿Qué cosas te llamaron la atención en la enseñanza y aprendizaje en esta modalidad online?

–Hay expresiones chilenas de resignación lapidaria, que me ha costado entender y mucho más, aceptar. «Peor es nada». «Peor es mascar lauchas». Yo soy muy de pasión y de piel. Por lo tanto, para mí la pantalla era una distancia atroz. La pandemia, el encierro, el confinamiento, cambiaron las formas de vida y de comunicación y ya nos quedaremos, creo con una modalidad mixta: mitad presencial, mitad online. Y lo online nos permitió salirnos del confinamiento y seguir estableciendo nuevas formas de vínculos y trabajo. Y utilizando el medio, con calidez y sentido humano, hemos podido seguir creando, pantalla mediante. Para decirlo citando a esos grandes poetas argentinos: Charly García y Fito Páez: «hasta los dinosaurios pueden desaparecer» …«Podrán vender un país…  pero nunca podrás sacarme mi amor».

—¿Cuéntennos ahora qué significa para ti esta instancia de trabajo colaborativo que son los talleres que promueve La Fundación Pablo Neruda y el «Proyecto LEA», en tanto viaje creativo, educativo y humanista?  

–Lo he escrito antes, lo he dicho mucho, lo he practicado, lo he exhortado: en la conversación privada, en el taller, en el aula:  la lectura es imprescindible al ser humano, es imprescindible a los pueblos. Los seres humanos, los pueblos que han sido vulnerados, precarizados, sometidos, lo han sido con la destrucción de sus libros. Y donde no ha existido el libro como lo conocemos, con la destrucción de su lengua y cosmogonía. Un libro no es solo un objeto, es una lengua, es el esfuerzo de muchos hombres y mujeres, es un camino hacia el autoconocimiento, el conocimiento y la libertad. Creo que, un escritor es siempre también un lector. Para mi leer es como respirar. A los pueblos a los que se les ha quitado los libros es como si se les hubiera quitado los pulmones, el corazón, los órganos que nos permiten el flujo con el otro, Lo Otro. Por eso todo proyecto que fomente la lectura   como en este caso lo hace la Fundación Neruda, no solo me parece excelente sino necesario. Pero ojalá no le digamos solo a la gente: Lean, sino que pongamos los libros al alcance de todos.

 

Damaris Calderón

 

—¿Sé que estás trabajando también tu obra, qué nos pueden decir o adelantar de tu propio proyecto literario?

—Si, trabajo en mis propios proyectos de creación: poesía, pintura, libros varios, inéditos que en algún momento verán la luz. Y también cuido perros, cuido plantas, cuido a los que amo, hago mis propios papeles. Lo mismo «invento» un plato de comida, que curo la pata de un animal o la mía, que miro si la tierra tiene gusanos, buena para sembrar, que voy a buscar bosta de caballo al camino para ponerle al manzano del patio, porque para mí todo forma parte del poema, todo va a parar al poema aunque luego no se note (y no importa) en el libro.

—¿Por último, en vista a los duros momentos que vive Cuba, qué nos puedes decir desde esta otra isla, «donde también has sido feliz y desdichada»?

—Cuba es un país geográficamente pequeño con un pueblo de una capacidad de entrega, generosidad y sacrificio enorme. Un pueblo que durante mas de 60 años ha estado dando de sí en todas las formas posibles: en el ámbito cultural, científico, cotidiano, un pueblo que ha padecido no solo por un bloqueo económico de parte de Estados Unidos sino también por las políticas ineficientes y obcecadas de sus propios lideres, que han optado por sacrificar a un pueblo a sus ideas, a una ideología.  Cuba, de tan visible, pasa a ser invisible para una cierta izquierda latinoamericana acomodaticia, qué, con una lealtad mal entendida, escucha y busca el vínculo con las instituciones oficiales, y no con el pueblo, que descalifican y que desconocen. Para esa izquierda, Cuba es un cómodo imaginario y no un país concreto con gente doliente y concreta. Pero Cuba no es solo un país empobrecido, un campo yermo, es también una tierra fecunda, soñada y defendida por los ancestros, por los muertos, por los cubanos independentistas desde la colonia española, es la tierra de Martí y Casal y Zenea y Dulce María Loynaz y Lezama, es mi país y el de mis padres y el de tanto hijo de vecino que allí sobrevive, sueña, tiene pesadillas y resiste. Es la tierra donde un hombre ideó una suma poética del mundo, donde otro descubrió Nuestra América (que no se descubre aún a sí misma) y supo que «el amor es quien ve»  es donde se vuelve a desgarrar una y otra vez el pelícano, para el potens, para la semilla, para la posibilidad. Pero como se me da mejor la poesía, que la política, prefiero dejarte con este poema, Cuba, dedicado a mi país:

 

CUBA

Bajo las costras del día
tu luz más diáfana.
La luz que hacen tus hombres
en la oscuridad.
La luz que sale del carbón
que sale del hollín.
El mechero bautismal.
Las manos ojos.
Estatua mutilada
perdiste un hombro.
Te amordazaron
(Sigues hablando).
Fuiste violada.
Una cuchillada
en la carne de la piña.
Salta el chorro del mar.
Salta el pez.
Las manos de las madres
allí donde la noche se vuelve irrespirable.
País mío, país,
la palma vuelve a erguirse,
entraremos por la puerta de hojas.
Las piernas de tus hijos
ya no serán andrajos.

 

*

+ sobre Damaris Calderón, encuéntralo aquí,

«La poesía debe galopar»

 

 

 

 

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