Noviembre 14, 2024

Entrevista a Alexis Baros López: «La poesía no puede ni debe quedarse en un nicho de poetas…»

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Conversamos con Alexis Baros López, quien nace en Santiago de Chile el 23 de agosto de 1992. Se titula en Enfermería, mención Salud Mental y Psiquiatría en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Desde los 12 años inició su interés por la escritura, volcándose principalmente hacia el género poético. Varios premios y una destacada trayectoria con varios libros coronan hoy esta trayectoria en este campo. En el 2021, presenté su gran libro Antología de Amor y otros poemas de Helga G. Pataki. Puedes leer aquí lo que dije en aquella ocasión: https://cultura.fundacionneruda.org/2021/10/28/antologia-de-amor-y-otros-poemas-de-helga-g-pataki-de-alexis-baros-lopez/. Para mí, Alexis, es un poeta que expande y refresca la mirada poética, tensándola en nuevos escenarios, sin perder su espíritu, la tradición, la artesanía con que construye obras cerradas en sí, pero abiertas al oído del lector como del que no acostumbra escuchar poesía.

 

–Al igual que Walt Whitman, eres enfermero. Siempre has dicho que si no fueras poeta, no podrías ser enfermero –especializado en salud mental–. Quisiera partir esta entrevista preguntándote por las puntos en común que ves con tu otra disciplina que ejerces, la poesía?

En primer año de la carrera de enfermería, tuve un ramo que se llamaba «Enfermería profesión y disciplina». En ese ramo revisábamos, todas las semanas, los fundamentos teóricos de la enfermería y que daban sustento a nuestro quehacer “es lo que nos hace únicas y diferentes a las otras carreras de la salud” solían decirnos nuestras docentes. Entre todas las teorías que revisamos, hubo una en particular que hablaba sobre la “Enfermería como Arte”. “¿Qué va a tener de artístico esto?” pensaba yo mientras tomaba apuntes. Sin embargo, con el paso de los años, logre descubrir el arte de la enfermería y del cuidado y es ahí cuando entra la Poesía.

Para mí, cada persona es poesía y mi misión es hacer poemas con este material. Y con esto no me refiero a escribir poemas en el sentido literal, sino que permitir al usuario, al paciente, a la comunidad, a descubrir su potencial, a encontrar su belleza, incluso cuando no parece haberla. Como profesional de salud, lidio diariamente con la enfermedad, más, en mi especialidad, lidio con el dolor y sufrimiento de las enfermedades mentales, de aquellas que no se pueden tocar ni operar. Desde ahí me ofrezco como una herramienta, un instrumento de ayuda para la necesidad que esta persona quiera resolver.

Mi poesía siempre ha buscado eso: traer a la palabra todo esto que es pura sensación, pura emoción. Hablar de lo oculto, de la caja oscura de nuestros corazones y nuestros cerebros. Y digo caja oscura porque desde esta oscuridad surge la belleza, la templanza. Tal como desde esta misma oscuridad, la enfermedad que nubla la psique, surge lo inimaginable.

–Comenzaste a escribir a los doce años, recuerdas qué detonó la experiencia de la escritura poética?

Siempre he sido muy competitivo. Ahora lo digo con un poco de vergüenza, puesto que fui criado bajo la firme creencia de que para triunfar en la vida había que ganar. Siempre ganar. Digo lo anterior puesto que el escribir surgió desde la competencia. Recuerdo que cuando estaba en 6to básico, nuestra profesora jefa nos dejaba. Por lo demás, mucho de nosotros también dejábamos el colegio. En ese escenario, una compañera (con quien siempre competía por los primeros lugares del curso) escribió un poema para despedir a la profesora. Movido desde esta “competencia” (entiéndase envidia) decidí escribir un poeta también para esta profesora y me propuse a hacerlo “más bonito y emocionante”.

Lo escribí. Desconozco efectivamente si habrá quedado bonito y emocionante, pero el hecho de haber escrito ese poema me abrió la cabeza, me voló los sesos. Sentí, por primera vez que algo me pertenecía y que yo pertenecía a algo. De ahí en adelante no logré soltar la escritura, ni esta soltarme a mí.

Quiero aclarar que, luego de harto trabajo psicoterapéutico, ya no compito con nadie, ni siquiera conmigo mismo. Competir implica un ganador y un perdedor. Estoy en una etapa de mi vida donde acepto los resultados que sean, mientras haya puesto corazón en lo esté haciendo, eso es más reconfortante que cualquier recompensa externa.

–Decías en una entrevista que «La poesía es refugio. Es la seguridad y la calma, desde la soberbia es el espacio donde me permito la felicidad en todo su ancho». Ahora bien, partiendo desde ese “campamento base”, quisiera preguntarte por el “arte poética” que aúna tus obras “Palabras de enfermero”, “La chica María”, Sparta Gym” y “Antología de amor y otros poemas de Helga G. Pataki”, libros marcados por ser mundos aparentemente cerrados en sí en su inventiva y dominio imaginativo dentro de la cultura pop?

Creo que este análisis de tener una puesta en común en mi obra surge después de la publicación de “Antología de amor y otros poemas de Helga G. Pataki”. Creo que el ver tele, el tener acceso a jugar “Play Station” (o “Poli Station” para quienes teníamos la versión de Meiggs) fue algo que marca mi escritura. Pertenezco a una generación que es la transición de muchas cosas; de la calle a la casa, de lo libros al computador.

Mi poesía es la nostalgia de esa transición que no nos llevaba a ninguna parte. Los elementos que tomo me permiten entregar este contenido de una forma amigable de una forma democrática. Y digo democrática porque creo que la poesía no puede ni debe quedarse en un nicho de poetas, donde al final del día, terminamos mirándonos las arrugas de la cara. La poesía tiene que ser llevadas a las poblaciones, tiene que llegar a los colegios de una manera atractiva.

Cuando se logre concebir la poesía como un género entretenido, cuando la poesía cause entretención, se habrá superado esa barrera enorme que existe entre “lo culto y lo pop”.

Apuesto por eso, apuesto en lo POPular como un recurso estético y democrático en donde el poema cae del pedestal de exhibición y se convierte en un cuerpo para ser examinado, como en “La chica María”, o como un gimnasio lleno de pena más que de músculos, como en Sparta Gym.

–Me gustaría saber los diez libros que te marcan en lo personal como poeta, son esenciales en tu educación sentimental, marcan tu camino?

1.- Sapo y Sepo son amigos – Arnold Lobel
2.- La amortajada – María Luisa Bombal
3.- La última niebla – María Luisa Bombal
4.- Altazor – Vicente Huidobro
5.- 5 metros de poema – Carlos Oquendo de Amat
6.- Cuaderno de deportes – Elvira Hernández
7.- Canto General – Pablo Neruda
8.- Yo, el tarot – Alejandro Jodorowsky
9.- Desolación – Gabriela Mistral
10.- Doris, vida mía – Gabriela Mistal

Soy todos estos libros y todos estos libros tienen algo de mí, sin siquiera haber nacido, los siento resonantes en mi carne y corazón.

–¿De qué manera la obra poética de Pablo Neruda dialoga con tu obra?

Siempre he admirado las construcciones visuales y sonoras que Neruda hace en sus obras, en especial las que cierran su producción escritural. Para mí, los poemas del Canto General y de Residencia en la Tierra son simplemente perfectos. Bellos, resonantes, como una nota LA que sigue sonando por unos segundos después de haber sido ejecutada. Creo que en eso dialoga mi obra con la de Neruda; en la aspiración a esa resonancia, en el deseo de causar lo mismo que esos poemas generaron en mi al momento de leerlos y recitarlos.

Más que un diálogo, creo que la obra de Neruda monologa con cualquier obra.

–¿Cómo ves el panorama vivo de poesía chilena?

Lo veo lleno de vida. Lleno de una pulsión por hacer algo. Como dije anteriormente, no tengo idea qué es lo que se quiere hacer, pero sé que ese algo, buscará posicionar la poesía como un instrumento transformador.

Admiro profundamente este escenario donde poetas jóvenes y otros maduros compartan un territorio, un trozo de hoja y unas cuantas letras.

–¿A qué le temes en estos días?

A mí mismo. Me temo. Estoy pasando por muchos cambios personales. Me da miedo no dar el ancho y no adaptarme a todos estos cambios. Me da miedo fallar.

Es muy extraño, porque sé que fallar no es nada malo y que esto nos permite darnos cuenta, nos permite mejorar. Lo sé desde la cabeza, pero me cuesta permitirme estos espacios angustia y vulnerabilidad.

–¿Cuál es el peor error que puede cometer un poeta?

Dejar de leer. Siempre he dicho que escritor que no lee, no escribe.

–¿Un libro que no pudiste terminar de leer?

La señora Dolloway de Virginia Wolf. Me superó.

–¿Cuatro libros de poesía chilena que te fascinan?

Altazor – Vicente Huidobro
Cuaderno de Deportes – Elvira Hernández
La ciudad Lucía – Paula Ilabaca
Bonzo – Maximiliano Andrade

–¿Un libro que encuentras sobrevalorado?

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-V. Creo que las patologías psiquiátricas son mucho más que una etiqueta. Entiendo su necesidad, pero no su enaltecimiento. Un diagnóstico marca la vida de cualquier usuario. Te agrupa y clasifica junto a otros que comparten el mismo diagnóstico. Ahí aparece la despersonalización; la etiqueta como elemento principal que es portado por un paciente al que ni siquiera recordamos el nombre.

–¿Una canción que te encanta por estos días?

Frozen de Madonna.

–¿Un olor que amas?

Me encanta el olor a cloro. Lo concibo como el olor a la limpieza.

–¿Un verso que siempre vuelve a ti, llevas como un mantra?

“Tu allá, yo acá y el nosotros perdido

en la infinitud entre dos pronombres”

–¿En qué te encuentras trabajando poéticamente?

Estoy trabajando en un proyecto, que tentativamente se llama “la incomprensibilidad del perro”. Busco plasmar la realidad de los adultos mayores en chile. Muchos de ellos son abandonados, viven en condiciones precarias y mueren lentamente carcomidos por alguna enfermedad. En este libro pretendo levantar esta temática pero los poemas están vistos desde esta figura anexa: el perro. El animal no comprende la vida (menos la muerte) de su amo quien pasa la tarde sentado en el patio de su casa, como si esperara algún gato para labrar o alguno de sus hijos para simplemente hablar.

–¿Qué cosas te alegran en esta temporada?

La fruta. Me encanta la fruta de esta temporada.

–¿Qué opinas que la nueva carta magna a votarse este 4 de septiembre y el Presidente Gabriel Boric, tomen el sartén por el mango y sean proactivos en material de salud mental?

Me parece estupendo que por fin se dé espacio a la salud mental como una prioridad dentro de este país. “Sin salud mental, no hay salud”, es mi mantra y es lo que trato de comunicar y enseñar cada vez que me paro frente a mis estudiantes.

No sacamos nada con seguir avanzado en distintas materias que “nos fortalecen como país” cuando por dentro, los chilenos de deshacen ya sea camino o de vuelta de sus trabajos.

Chile es un país triste. Siempre lo ha sido. Lo hemos normalizado, por eso creemos que estar “distímicos” es como se debe estar. Pero no. Hay que salir de ese loop interminable donde se deja de lado lo que sentimos, lo que pensamos, en pro a un alienamiento absurdo.

Espero que las políticas públicas a aplicarse por parte del gobierno, como se la nueva constitución, sean políticas que aumenten la calidad de vida, que nos dejen la sensación de estar viviendo una vida que vale la pena vivirla. En donde el día de mañana quien emigre de este país no lo haga porque acá no están las condiciones para ser felices, sino que lo haga porque su felicidad acá en chile ya está completa y siente la necesidad de buscar nuevos horizontes.

Ese bienestar es salud mental y eso no significa que estemos libres de enfermedades, para nada, sino que podemos ser felices con lo que tenemos.

–Un poema tuyo que te gustaría compartir con nosotros para cerrar esta entrevista?

Por supuesto. Ese poema es de “Antología de amor y otros poemas de Helga G. Pataki”

23 de agosto 2002.

Podrías decirme
cómo sangra la herida
en mi frente cabello
corona de flores.

Podrías decirme
pétalo de carne
el vacío latente
mis huesos de niña.

Podrías decirme
podrías podrás
decirme te digo
Arnold mi cuerpo
sin dueño que cruje
un edificio que cae.

Podrías decirme:
Autopista
ambulancia
aullido de perra
podrías decirme
de pena fantasma
entre tus labios
los postes
en los míos la luz

¿Arnold podrías decirme
silencio de noche
en la puerta de tu casa
mi nombre Ciudad?

 

 

 

 

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