Noviembre 7, 2024

Los colores del Brasil en Pablo Neruda

 

 

Por Cristiane Grando*

Traducción : Leo Lobos

 

 

A propósito del centenario del poeta Pablo Neruda, Cristiane Grando, escribió sobre la relación del poeta y Brasil. Gracias al poeta, Leo Lobos, quien tradujo este texto podemos saber más de este ensayo que aborda tan fructífera relación.

En este año, reviviremos algunos de sus versos y viajes por nuestro país: «Esta es una mañana/ del Brasil. Vivo adentro/ de un violento diamante,/ toda la transparencia/ de la tierra/ se materializó/ sobre/ mi frente,/ apenas si se mueve/ la bordada verdura,/ el rumoroso cinto/ de la selva:/ ancha es la claridad, como una nave/ del cielo, victoriosa […]// El mediodía/ llega/ sosegado,/ se extiende/ la luz como si hubiera/ nacido un nuevo río/ que corriera y cantara/ llenando el universo:/ de pronto/ todo/ queda/ inmóvil,/ la tierra, el cielo, el agua/ se hicieron transparencia,/ el tiempo se detuvo/ y todo entro en su caja de diamante.», versos de «Oda a una mañana del Brasil». En Para nacer he nacido, Pablo Neruda muestra su encanto por los ruidos de los ríos brasileros, tal vez una reminiscencia de las aguas y de los sonidos hipnóticos del Pacífico tantas veces contemplados por el poeta en su casa de Isla Negra y del sonido torrencial de los ríos de su infancia en el sur de Chile: «En el Brasil, temblaron los ríos más poderosos de la tierra, contando y cantando historias. Los hombres y las mujeres se arrullaron y bailaron bajo las palmeras. Desde el Portugal llegaron los más dulces sonidos y la voz del Brasil se penetró de sus profundidades selváticas y de azahares marinos».

«Neruda es una figura que, habiéndolo conocido bien, habría sido un personaje aunque no hubiera escrito una sola línea de verso. De todos modos, se trataba de un hombre de suma inteligencia, de una imaginación que tenía sus raíces en lo material, no en las fantasías. Era un excelente observador de la realidad del país y de otras partes del mundo», declara el escritor chileno Armando Uribe Arce (Las Últimas Noticias, 25/04/2004). Pablo Neruda fue un viajero incansable o un «viajero inmóvil», como se autodenominaba; partía más siempre regresaba: «Si tuviera que nacer mil veces./ Aquí quiero nacer./ Si tuviera que morir mil veces./ Aquí quiero morir…». Neruda amo intensamente su país, más ese sentimiento profundo nunca le impidió viajar constantemente, como la profesora y poeta errante Gabriela Mistral (1889-1957), gran maestra de su infancia vivida en el sur de Chile, que prestaba libros clásicos de literatura al pequeño Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, nombre de bautismo de Pablo Neruda. Mistral y Neruda cultivaron respeto mutuo desde cuando él adolescente comenzó a escribir sus primeros versos, muy elogiados por la poeta chilena y por la crítica en general, en Chile y en la Argentina. Mistral y Neruda entraron definitivamente a la historia universal cuando son laureados con el Premio Nobel de Literatura en 1945 y en 1971 respectivamente.

Neruda viajó por el «inmenso Brasil» en diversas ocasiones. De todos los amigos brasileros, parece que Jorge Amado (1912-2001) tenía un encanto especial. En el libro Para nacer he nacido, Neruda recuerda: «Recorro con Jorge los retorcidos entrepechos de Salvador, bajo la luz perforante. Subimos al avión saturados del cítrico aroma de Bahía, de la emanación marina, del fervor estudiantil»… con los Amado… «mi familia en Brasil». El 30 de julio de 1945, Neruda es recibido por Manuel Bandeira (1886-1968) en la Academia Brasilera de Letras. El mismo año, se realiza un comicio organizado en conmemoración de la liberación de Luís Carlos Prestes; en el estadio de Pacaembu, el poeta chileno lee un poema en español, escrito en homenaje a Prestes. A partir de esa experiencia, Neruda concluye: «Aquellos aplausos tuvieron una profunda resonancia en mi poesía. Un poeta que lee sus versos ante ciento treinta mil personas nunca más será el mismo, ni puede escribir de la misma manera». (Revista Fórum no 13). A Prestes, Neruda dedica un poema de Canto general (1950), así como ofrece versos en homenaje a «Castro Alves do Brasil»: «Yo canté para aquellos que no tenían voz». El escritor y político chileno Volodia Teitelboim, en la edición del 80o aniversario de la revista PROA, editada en Buenos Aires y en Santiago de Chile, habla sobre Neruda: «En sus poemas son riquísimas las descripciones del mundo, el mundo creado para el hombre y luego la mirada al hombre y la sociedad, a las injusticias, a la tierra. […] Él quiso escribir para todos, soñaba con una democracia para todos, por eso hablaba de la democracia del almuerzo, donde hubiera un lugar para todos en la mesa. Ese fue su sueño permanente».

En uno de sus viajes por el Brasil, hospedado en la casa de Rubem Braga (1913-1990), Neruda es entrevistado por Clarice Lispector (1920-1977): «¿Cuál fue la mayor alegría que tuvo por el hecho de escribir? Leer mi poesía y ser oído en lugares desolados: en el desierto a los mineros del norte de Chile, en el Estrecho de Magallanes a los trasquiladores de ovejas, en un galpón con olor de lana sucia, sudor y soledad». Lispector continúa: «¿Usted esta al tanto de la poesía brasilera? ¿A quién usted prefiere de nuestra poesía? Admiro Drummond, Vinícius y al gran poeta católico, claudelino, Jorge de Lima. No conozco a los más jóvenes y solo llegó a Paulo Mendes Campos y Geir Campos. El poema que más me agrada es ‘O Defunto’, de Pedro Nava. Siempre lo leo en voz alta a mis amigos, en todos los lugares». Manuel Bandeira publico «O Defunto», de Pedro Nava (1903-1984), en su Antologia dos Poetas Bissextos Brasileiros (1946): «amigos míos, tengan pena,/ Si no del muerto, al menos/ De los dos zapatos del muerto!/ Sus dos increíbles, patéticos/ Zapatos negros de barniz.», versos que llamaron la atención de Pablo Neruda.

 

Vinícius de Moraes y Pablo Neruda

 

«De Ipanema, con azul océano, islas y penínsulas, montes jorobados, trepidación circulatoria, Vinícius de Moraes me lleva a Belo Horizonte (inmensa Antofagasta de la meseta), luego a Ouro Preto, colonial y calcárea, con el aire más transparente de América del Sur y una basílica en cada uno de sus diez cerros que se elevan como los dedos de las manos en la reconcentrada mansedumbre». En estos recuerdos publicados en Para nacer he nacido, Neruda deja claro que, además del paisaje montañoso de la tranquila Ouro Preto, también apreció, en Congonhas, las estatuas de «nuestro Miguel Ángel americano», António Francisco Lisboa, o Aleijadinho (1730?-1814).

Pablo Neruda y el poeta amazonense Thiago de Mello (1926-) se conocieron a comienzos de los años 60, cuando el poeta chileno hizo escala en el Brasil, camino de Francia. Meses después, Thiago de Mello va a vivir en Santiago como agregado cultural de la Embajada de Brasil. Thiago traduce a Neruda al portugués y Pablo ofrece a los lectores de lengua hispánica poemas del poeta amazonense: «El tradujo numerosos poemas míos. Pero ninguna emoción fue tan intensa como la que sentí cuando el me entregó, manuscrita con su fiel tinta verde, la traducción de los Estatutos del Hombre, después de recitarla frente al océano Pacífico, en el momento de un brindis», recuerda Thiago de Mello. Durante los cinco años vividos en Chile, Thiago frecuentó «religiosamente», los fines de semana, las casas nerudianas de Valparaíso y de Isla Negra: «Neruda conservo durante toda la vida un don mágico de la infancia: a él le encantaba jugar. Sabía como nadie inventar alegría para agradar a sus amigos. Nació con el don de la amistad». Thiago de Mello nos comenta: «Era el año 1962. El poeta Pablo Neruda ofrecía un recital para mineros del carbón de la mina de Lota, en Concepción. Los trabajadores lo escuchaban inmóviles y silenciosos, fascinados con las palabras que salían de su boca como pájaros, con manos compañeras, estandartes de luz. Y yo pude ver en el rostro solemne de un bello minero el brillo estrellado de una lágrima, que se deslizaba cantando».

En 1968, Neruda pronuncia, en São Paulo, el discurso «Querían matar la luz de España», en memoria de su gran amigo, el poeta español Federico García Lorca (1898-1936), asesinado en la guerra civil española. En la inauguración del «bello, misterioso y transparente» monumento de Flávio de Carvalho (1899-1973) en homenaje a García Lorca, Neruda habla al público: «Yo comienzo por proclamar y predicar que éste es el primer monumento a su memoria. Y como este homenaje es un deber para todas las naciones de América, honor y amor a esta tierra que lo hace antes de todas las otras. Proclamo a San Pablo de Brasil ciudad benemérita en nombre de la poesía universal».

Con su mirar atento a la realidad, Pablo Neruda observa los colores del intenso Brasil, de sus ciudades y de la naturaleza: «En Río visité a Burle Marx, el Conquistador de la flora, Libertador de jardines, Héroe Verde del Brasil que con Niemayer y Lucio Costa forman la trilogía procreadora de las ciudades radiantes. […] Son kilómetros de esplendor en los que florecen el escarlata, el amarillo, el violeta, hasta que volvemos a casa con una nimphea purísima que vibra como un relámpago azul en manos de Matilde» Urrutia, su última mujer. «Más tarde, a través de la tarde, cruzamos selvas, ríos grandes, caminos que atraviesa de pronto una mariposa Marpho, dándonos un escalofrío azul, y árboles junto a la ruta, cubiertos de fuego escarlata, de frutas que cuelgan de las ramas como sandías aéreas, de montículos de hormigas termites, las que inventaron los rascacielos, y más tarde, de noche, cansados de tanto esplendor, a dormir en Petrópolis, en la ciudad fresca del Brasil, donde Gabriela Mistral vivió tal vez las horas más felices y las más desdichadas de su existencia». En Para nacer he nacido, Neruda continua: «Al aire! Al anchísimo celeste! Desde la altura: la ciudad blanca, la ciudad Venus: BRASÍLIA! […] Brasilia no tiene puertas: es espacio claro, extensión mental, claridad construida. […] …la Catedral, rosa férrea que abre en la altura grandes pétalos hacia el infinito./ Brasilia, aislada en su milagro humano, en medio del espacio brasilero, es como una imposición de la suprema voluntad creadora del hombre. Desde aquí nos sentiremos dignos de volar a los planetas. Niemayer es el punto final de una parábola que comienza en Leonardo: la utilidad del pensamiento constructivo: la creación como deber social: la satisfacción espacial de la inteligencia». En «Oda a una mañana de Brasil», Neruda recrea, en palabras e imágenes, la diversidad de los colores vistos en tierras brasileras: «Las mariposas/ bailan/ rápidamente/ un/ baile/ rojo/ negro/ naranja/ verde/ azul/ blanco/ granate/ amarillo/ violeta/ en el aire,/ en las flores,/ en la nada,/ volantes,/ sucesivas/ y remotas».

 

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(Texto escrito en portugués entre abril y mayo de 2004 en la ciudad de Santiago de Chile y publicado no jornal Garatuja. no 67. Bento Gonçalves-RS, junho de 2004, p.5. Agradecimientos especiales a la actriz brasilera Cristina Gil y al poeta chileno Leo Lobos por compartir informaciones y amistad. Dedico este texto al arquitecto y amigo Jorge Bercht).

 

Cristiane Grando (Cerquilho, São Paulo, Brasil 1974). Poeta, fotógrafa, traductora e investigadora. Laureada UNESCO-Aschberg de Literatura 2002. Idealizadora de Jardim das Artes: espaço cultural e residência internacional de artistas – Cerquilho-SP. Publicó en Santiago de Chile el libro Caminantes: poesía en francés, portugués y traducida al español por Leo Lobos (2003). Defendió magíster y doctorado en la Universidad de São Paulo (USP) sobre la obra y los manuscritos de Hilda Hilst. En la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP), fue curadora de la exposición “O Caderno Rosa de Hilda Hilst”, donde desarrolla pós-doctorado sobre crítica genética y traducción de Hilda Hilst al francés, además de realizar un trabajo de difusión de la obra hilstiana en Francia, Chile, Perú y Argentina, junto a los poetas Francisco Véjar, Leo Lobos, Claire Bustarret, Espérance Aniesa, Reinhard Huaman Mori, Cinthya Torres y Raúl Artola.

 

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