Diciembre 21, 2024

Juro que es verdad: los recuerdos y la fragilidad que hermanan

 

 

Por Carolina Reyes Torres

 

 

Juro que es verdad (2022) es el segundo libro de crónicas del escritor Gabriel Zanetti (1983) publicado por Editorial Aparte. En este nuevo volumen vemos que sigue desarrollando ciertos tópicos que comenzó en El pejerrey. Crónicas de temporada (2020), en el presente texto los recuerdos del pasado se entrelazan con el distópico presente vivido por la voz, un padre de familia que debe sortear el estallido social y la pandemia, mientras trata, en el ínterin, de ser una fuente de tranquilidad para sus dos hijas pequeñas.

Algunas de estas memorias tienen nuevas aristas, como los fenómenos paranormales, así en la crónica que da nombre al libro, un joven protagonista de 16 años va a la casa de un nuevo amigo, donde nunca le abren la puerta y solo obtiene por respuesta una negativa desde el segundo piso, por parte de una mujer canosa en bata fumando. El adolescente se devuelve a su hogar en su patineta, suponiendo haber sido una molestia para la abuela de la casa, que al final de la narración se transforma en un fantasma. O en el relato “Fauna paranormal” que se refiere al ataque a piedrazos de unos “duendes” que recibe un grupo de amigos acampando en El Valle del Elqui.

 

Existen también recuerdos de actividades sicotrópicas, por ejemplo en una “Moneda que no se quema”  tres amigos deciden tomar san pedro, un cactus que contiene mezcalina, el viaje que se narra está plagado de sensaciones, así es posible darnos cuenta que tipos de alucinaciones o delirios se pueden transitar durante su ingesta. Notable es el momento cuando los tres camaradas están en una acalorada discusión y al ser tan elevada la controversia, de pronto, se dan cuenta que están flotando de verdad a un metro sobre el suelo y que al percatarse vuelven a tierra instantáneamente.

El estallido social y el covid-19 también inundan estas páginas, el miedo a la enfermedad y la muerte se puede leer en la crónica “Hipocondría” o “Estado de alerta”, así también el temor a la inestabilidad política y de seguridad generada durante la revuelta social, que lleva al narrador, en uno de esos días, a dormir junto a toda su familia en la pieza del fondo de su casa, mientras la puerta principal está cerrada con llave y tiene cruzado un sillón, como se puede leer en la crónica-diario “La radio relata, la televisión relata, la familia relata”. Comprendemos la singularidad de la vivencia de esos hechos ahora históricos, cada uno de nosotros vivió su propio estallido y su particular pandemia.

La literatura también aparece en este volumen y ciertos temas como la manía por los nombres de escritores, la condición de bardo, los amigos o dormir la siesta, entre otros. El escritor tiene la capacidad de, a través de un pequeño fractal cotidiano, llevarnos a cuestiones más universales, de esta forma la muerte, el paso de los años, la vejez o la memoria son materias subyacentes y centrales al mismo tiempo dentro del libro.

Es interesante como en las crónicas a Gabriel Zanetti se le cuela también parte de su oficio de poeta, hay una mirada muy teilleriana de lo que lo rodea y nos plantea la voz de un hombre con fragilidades, al exponer algunas de ellas nos llega un frescor, un respiro, algo así como un desahogo, no existen temas resueltos, no hay respuestas univocas, se carece de control sobre algo y la vida cada cierto tiempo nos pone en circunstancias insólitas. De esta manera, nos vinculamos con el narrador que, permanentemente, trata de estar en la empatía para comprender a los otros –pensamos que es el resultado de la experiencia de la paternidad−, tanto él como los lectores hacemos lo que buenamente podemos, lo sentimos parte de nosotros, como un amigo muy atareado, que cada cierto tiempo, nos gustaría decirle “tranquilo viejo que de esta vamos a  salir como sea.”

 

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