Por Darío Oses
El ciclo de conferencias que Jorge Luis Borges dio en 1979, en la Universidad de Belgrano, es especialmente interesante porque él mismo eligió temas que siempre le interesaron: el libro, la inmortalidad, el cuento policial, el tiempo. También incluyó un tópico menos conocido: el genio del ingeniero, científico y visitante frecuente del más allá Emanuel Swedenborg, “el visionario que escribió que los muertos eligen el infierno o el cielo, por libre decisión de su voluntad”.
Fuera de los textos de algunos eruditos como Borges y de especialistas en doctrinas teosóficas, son pocos los estudios que se le han dedicado a Swedenborg en la América hispana. Por eso es pertinente la edición que ahora comentamos, y que intenta una aproximación al pensamiento de Swedenborg desde el campo en que su obra es más disruptiva: sus exploraciones del mundo celestial.
Para Hellen Keller, la obra de Swedenborg posterior al momento en que cumple los 56 años, fue “el movimiento de mayor independencia iniciado hasta ahora en la historia del pensamiento religioso.” En efecto, Swedenborg construyó su teología al margen de todos los dogmas y sobre la base de sus visitas al cielo y al infierno, y de sus conversaciones con ángeles y santos.
La presente Arquitectura del cielo reproduce la sección celestial de uno de los libros emblemáticos de Swedenborg: Sobre el cielo y sus maravillas y sobre el infierno, según cosas vistas y oídas. Cuando se publicó en Londres, entre 1757 y 1758, causó un impacto profundo en los lectores. La edición que ahora comentamos reproduce también algunas páginas de Arcana Coellestia, una de las obras más ambiciosas del autor. Se completa el libro con un estudio preliminar de Christian Kupchick y un apéndice del mismo autor, titulado “Swedenborgiana” sobre la confluencia del visionario sueco con Jorge Luis Borges.
Swedenborg nació en Estocolmo, en 1688 y murió en Londres, en 1772: “una larga vida– apunta Borges – más larga si pensamos en las breves vidas de entonces.”
En esos 84 años su productividad científica, tecnológica y teológica fue desmesurada. Con sus conocimientos de ingeniería construyó máquinas capaces de transportar por tierra barcos de gran tamaño. Diseñó aparatos que se anticiparon al avión, el automóvil y el submarino. Bosquejó sistemas de conocimiento precursores de las teorías atómica y nebular, y fue precursor de los estudios sobre el sistema nervioso. Como comenta Christián Kupchick, Swedenborg fue “el primero en esbozar una comprensión adecuada de la estructura y función de la corteza cerebral y de las membranas que envuelven la masa encefálica”.
Sus conocimientos de matemáticas, mecánica, química, biología, minerología y música fueron profundos y los aplicó en la solución de problemas prácticos. Asimismo fue miembro del Parlamento sueco por varios años.
Su obra fue admirada por miles de personas y personajes, como Balzac, Henri Bergson y Arthur Conan Doyle. Lectores de este último creyeron encontrar algunos de los rasgos de Swedenborg en el personaje de Sherlock Holmes. El principal de sus detractores fue el filósofo Inmmanuel Kant quien lo calificó de estrafalario que al renunciar a la razón se convirtió en “el peor de todos los charlatanes”, cuyas conversaciones con los ángeles y los muertos no eran más que delirios y alucinaciones.
Como relató en una carta, entre los cuatro y los diez años, Swedenborg se dedicó a lo que llama “aventuras espirituales! Y agrega: “Varias veces revelé cosas que maravillaron a mis padres y les hicieron pensar que los ángeles hablaban por mí.” Este oficio de médium terminó cuando la madre consideró que había que terminar con las “excursiones celestiales” del niño.
Desde entonces Swedenborg llevó una vida productiva y tranquila, dentro delos límites de este mundo Pero a los 56 años sufrió una crisis que quedó registrada en un diario con anotaciones que van desde marzo hasta octubre de 1744.
Escribe Kupchick: “Durante los meses en que escribe el diario, Swedenborg duerme mucho más que lo habitual: diez, once, doce horas (…) Vive sumergido en un océano de sueños, una larga caravana de imágenes que oscilan entre lo cómico, lo ridículo, lo patético, lo conmovedor. A menudo, muy a menudo, los sueños llegan apenas un momento antes del despertar, bajo el velo inestable de la vigilia. Lo auténticamente onírico se confunde con la realidad.”
Podría decirse que lo que experimenta Swedenborg son delirios, cosa que les suceden a muchas otras personas. Pero los delirios de Swedenborg tenían una secreta coherencia que el sabio fue descubriendo para construir una cosmovisión antropomorfa. Su cosmos tiene forma humana. Sus sueños, como los del común de los mortales, tienen contenidos eróticos. Luego el cielo y el infierno de Swedenborg no excluyen la sexualidad.
Los ángeles de Swedenborg son seres más cercanos al hombre que los de las grandes religiones monoteístas. Su cielo no es un espacio reservado solo a los virtuosos: es un cielo altruista. Anota Kupchik: “Para Swedenborg, nos recuerda Borges, también es fundamental una cualidad que hasta el momento ningún teólogo había identificado: la inteligencia.”
La religión que creó el sabio, aun teniendo como base esta condición de mayor cercanía al hombre, no prosperó mayormente. Según Borges esto ocurrió por el factor escandinavo, que hizo que importantes descubrimientos quedaran en nada. Así por ejemplo, los escandinavos descubrieron América mucho antes que los españoles, pero ese descubrimiento no tuvo consecuencias.
Kupchik afirma que Borges se ocupó también en descifrar “la claves ocultas que Swedenborg dejó en las obras de sus maestros”, especialmente en los trabajos del poeta inglés William Blake. Borges honraba a su amigo, el pintor Xul Solar, llamándolo “nuestro Wiliam Blake”.
En el curso de Literatura inglesa que daba en la Universidad de Buenos Aires, Borges dedicó una clase a explicar el concepto del Mal en Blake. Para ilustrarlo recitaba el original en inglés del poema “El Tigre”. Luego lo analizaba en español. Acota Kupchik: “la versión que Borges decía apreciar pertenecía a Pablo Neruda, pero es posible que haya improvisado una propia para la ocasión.”
Así se entretejía la trama de relaciones que traerían a Swedenborg, desde el cielo a Sudamérica.
Arquitectura del cielo, Emanuel Swedenborg, 2008. Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora.