Por Darío Oses
Esta es una breve y magnífica novela que a través de la sátíra reflexiona sobre la condición y la miseria del ser humano. Parte invirtiendo el orden de uno de los relatos más conocidos de la literatura universal, La metamorfosis, de Kafka, en el que el protagonista, Gregorio Samsa se va convirtiendo en cucaracha. El abandono de la condición humana, que también hemos visto en otras obras, como El rinoceronte, de Ionesco, siempre es inquietante.
En la metamorfosis de Mc Ewan, las cosas suceden al revés. Es la cucaracha la que se convierte en hombre. Y esto parece anunciar la inversión del flujo del dinero, de que trata más adelante la novela.
Jim Sams, “inteligente pero de ningún modo profundo”, despierta de un sueño intranquilo “convertido en una criatura gigantesca”, es decir en un Homo sapiens, triste condición a la que llega a partir de un la cucaracha original.
Sams siente cierta nostalgia por su estado anterior, e incomodidad y luego asco por ciertos órganos de su cuerpo actual, como la lengua a la que experimenta como “un bloque de carne resbaladiza” apoltronado dentro de su boca.” Después descubre, con alarma su dentadura y constata “que la ligera brisa que corría por él de manera intermitente, arrastrando un poco atractivo olor a comida descompuesta y alcohol etílico, era su respiración.”
Mc Ewan consigue presentar el cuerpo humano tanto o más repulsivo de la cucaracha de la que procede, ya también de la cucaracha de Kafka.
Cuando termina de despertar, Sims recuerda cómo abandonó el palacio de Westminster, con el sigilo propio de su ser cucaracha, y se detiene en un montón de basuras para comer de un pedazo de pizza que estaba entre los desperdicios, antes de seguir su camino por aceras y alcantarillas.
Sims se da cuenta de que está involucrado “en una misión importante y exclusivamente personal” aunque no recuerda cuál es. Poco a poco, y mientras va desprendiéndose de los residuos de su condición de cucaracha, Sims se da cuenta de que es el Primer Ministro de Inglaterra, empeñado en llevar adelante un cambio total en la economía, que consiste en la reversión de la circulación del dinero, de modo que la gente deba pagar por trabajar, y recibir pago cuando hacen compras.
La llamada “economía de flujo inverso” ha conseguido el apoyo ocasional de grupos de la derecha y la extrema derecha europea “porque parecía poner límites al poder y alcance del Estado.” Sectores de la izquierda también lo vieron con simpatía porque los cesantes, sin trabajo por el que tener que pagar y con mucho tiempo para comprar, aunque no nadarían en oro sí lo harían en mercaderías y productos.
Esta sociedad disparatada o mundo al revés establece ciertos parentescos de La cucaracha, con sátiras literarias como Los viajes de Gulliver, de Swift y La isla de los pingüinos, de Anatole France.
La forma de la sátira de Mc Ewan consiste en relatar cómo en una sociedad demencial se recurre a prácticas que consideramos sensatas en nuestra propia sociedad. Así por ejemplo el Primer Ministro Sims proclama: “… recaudaremos impuestos para los que ganan menos y se los bajaremos a los ricos.”
Lo mismo vale para las prácticas del poder a las que recurre Sims para imponer su reversionismo económico: el hundimiento accidental de un barco de pesca inglés en aguas francesas, se aprovecha para desatar “una oleada nacionalista, de cólera prefabricada y alimentada por un revuelo irracional en Twiter.” Entre tanto las cámaras enfocan al Primer Ministro que histrónicamente dolido y solitario, espera bajo la lluvia la llegada de los cuerpos de los tripulantes muertos que fueron rescatados del mar.
Sims recurre también a los que el autor llama “formas de asesinato más civilizadas”. Asesina mediáticamente a su canciller, cuando éste se le hace incómodo, entregando a un diario un relato en el que se le atribuyen historias de hostigamientos obscenos, relatados por una víctima, con una apelación tan eficaz a la emocionalidad del público que, escribe Mc Ewan “hizo derramar lágrimas a más de un lector.” Y agrega irónicamente “Incluso a un corrector de pruebas se le humedecieron los ojos.”
A continuación Mc Ewan reflexiona: “Encerrado y contextualizado en aquellas páginas, el artículo generaba su propia verdad, más o menos como imaginaba que un reactor nuclear producía su propio calor. Hubieran ocurrido o no aquellas cosas, cabía perfectamente la posibilidad de que hubieran ocurrido, podían haber ocurrido muy fácilmente, tenían que haber ocurrido ¡Habían ocurrido!”
Finalmente el Primer Ministro consigue que se promulgue la ley que pone en marcha el reversionismo. Entonces Sims empieza a recuperar su condición de cucaracha, y en esta nueva metamorfosis lo acompaña todo su Gabinete.
Sims deja atrás sus cochinas manipulaciones de Primer Ministro y desde la cucaracha que vuelve a ser constata: “…hemos acabado por conocer los requisitos previos de la miseria humana. La guerra y el calentamiento global, evidentemente, pero también, en tiempo de paz, las jerarquías inamovibles, la concentración de la riqueza, las supersticiones arraigadas, la maledicencia, las divisiones, la falta de confianza en la ciencia, en el intelecto, en los extranjeros y en la cooperación social.”
La novela termina con una reflexión tan exacta como lapidaria que hace la cucaracha sobre el ser humano: “… no es fácil ser Homo sapiens. Sus deseos están muy a menudo en pugna con su inteligencia,”
La cucaracha, Ian Mc Ewan (Barcelona, Editorial Anagrama, 2020).