Por Ernesto González Barnert
Conversamos con el abogado, escritor, bombero y editor, Cristián Parada Bustamante (Santiago, 1980) Entre sus publicaciones se encuentran el libro Delitos de la ley de tránsito (Editorial Metropolitana, Santiago de Chile, 2018) Volverán sin ser los que partieron (Círculo Acton, 2019) el cual fue publicado en edición cómic el 2020 por Editorial Nülan, ilustrado por Ricardo Haddad, y Ausencias (poemario de junio de 2021). Como director y editor de Nülan Ediciones desde 2018, ha publicado los libros Desde otra Vereda de Carolina Cerpa (Nülan Ediciones, 2020) Haiku. Sakura y la flor de loto de Danielle Smith (Nülan Ediciones, 2021) y La hermana de Romina Fuentes y Giovanna Pinto (Nülan Ediciones, 2021). Un hombre que ha sabido hundir las manos del lenguaje entre Job y el Eclesiastés, para abrirlas mojadas de su propia experiencia. Y que no deja de anotarse un poroto con la historia, al agregar una mirada literaria, a medio camino de la ficción y la no ficción sobre el conflicto del Beagle, que incluso la hace atendible al cómic en su claridad conceptual y búsqueda de la verdad y hechos, a escala humana.
–¿Quisiera partir preguntándote sobre tus inicios como poeta o escritor, en qué momento, supiste que esto era parte de ti?
—Partí leyendo mucho; aprendí a leer desde muy corta edad, y todo libro que caía en mis manos, especialmente si tenía dibujos, me lo devoraba. Así, el paso que creía casi lógico era escribir. Al principio, estamos hablando de la época en que los computadores estaban al alcance de unos pocos, escribía cuadernos y cuadernos, muchos de los cuales perdí. Era parte de un diálogo, y no podía dejar de hablar con mi conciencia, y con mis sentimientos.
–Saltemos ahora a una lista, siempre difícil de comprimir, a diez libros, que son esenciales para ti, en lo que Flaubert entiende como Educación Sentimental
—Si hubiese que ir de lo más llevadero a aquello que es difícil de soportar, partiría con Las crónicas de Narnia, de C.S. Lewis, que es un ejemplo de buena escritura, y que es ideal para partir. Ya entrando a algo más oscuro, la tragedia de Edipo Rey de Sófocles, que nos muestra una faceta distinta, en donde los dioses juegan con los mortales, sin que estos puedan hacer mucho por cambiar su destino. Ya en el plano nacional, Sub Terra de Baldomero Lillo es un relato muy sentido de una realidad que hoy está disfrazada de modernidad, pero que todavía está ahí. De Hermann Hesse elegiría todos sus libros, pero si tuviese que escoger uno en especial sería El lobo estepario, pues da una enseñanza de vida tremenda al decir tómese en serio lo que vale la pena tomarse en serio y ríase de todo lo demás. Otro autor fundamental es, a mi gusto, Albert Camus, quien saca una radiografía tan nítida al alma humana en sus libros, que no puedo dejar de mencionar lo que considero una trilogía imprescindible, como son El extranjero, La peste y El primer hombre. También ese ejercicio complejo de descubrir lo más hondo de la existencia estaría inconcluso sin la presencia del Marqués de Sade y su libro Filosofía en el Tocador, que ya en el siglo XVIII contaba el azote del incesto en Chile (tuve que leerlo en varias versiones para convencerme que no se trataba de una licencia del traductor) Para terminar esta lista colocaría dos libros que hacen preguntas tremendas, pero que no dan respuestas satisfactorias. El primero es el Eclesiastés, que nos dice que «todo es vana ilusión», pero se refugia en la fe, y el segundo es «Job», que plantea el absurdo de la existencia y el sentido del sufrimiento, pero que ya llegado al momento cúlmine claudica inexplicablemente.
–¿Qué es para ti la poesía? ¿Cuál es el arte poética que aúna tus trabajos poéticos?
—Si hay algo libre, es la poesía. En ella trato de responderme las preguntas fundamentales de quién soy, hacia donde voy y de dónde vengo. Todo ello resulta tremendamente difícil de plasmar en pocas letras, en donde debo desbastar muchos ripios, mucha historia y donde la palabra debe calzar como una piedra en un muro.
–Vamos ahora a tu narrativa, en específico, al libro Volverán sin ser los que partieron que vio la luz en febrero de 2019, tuvo una segunda edición en diciembre del mismo año. Y también está hoy adaptado al formato manga. ¿Cómo tomas posesión de ese hito histórico sobre el conflicto del Beagle en 1978 y decides novelarlo? ¿Cómo fue el trabajo posterior de pasarlo a una versión «comic» en colaboración con Ricardo Haddad… y qué crees gana o pierde el libro del original en esta última edición?
—Ese libro es muy querido para mí. Desde niño escuchaba a mi padre contando historias de aquel tiempo, pero cuando fui padre a su vez, me di cuenta de que esas historias se estaban desvaneciendo y me empeñé en que no se perdieran, pues creo que mi hija tiene derecho a sus raíces. Es por eso que comencé a recopilar las historias de mi viejo, dándome cuenta que sus recuerdos ya no eran los de antes, y creo que fue en el momento justo, ya que su mente se fue antes que su cuerpo, el que despedimos el 22 de febrero de este año. La segunda edición del libro fue ilustrada por Ricardo Haddad, y fue ahí donde nació la idea de pasarlo a cómic, la que permite darle más cercanía al público joven.
–¿Cuál es el enfoque detrás del sello editorial Nülan y qué felicidades te da arriesgarte en el campo editorial con este mercado tan pequeño, en esta comunidad cultural que cree que la cultura no necesita comer y dinero, todo debe ser gratuito, poco se arriesga fuera de los best sellers?
Editorial Nülan ha querido tener una visión distinta. Nülan en mapudungun significa «abrir». Queremos abrir puertas, dar cabida, tender puentes. Nuestra inspiración está en la libertad de pensamiento y de conciencia, para enriquecer la cultura y entregar una diversidad de miradas, tratando de poner énfasis más en aquello que nos une de lo que nos separa. Queremos establecer diálogos, hacer una vida sustentable, en donde nuestros nietos no deban pagar por nuestros errores de hoy. Queremos ser la voz de los sin voz, con todas las consecuencias que ello significa.
–Me gustaría preguntarte por tu diálogo personal con la obra nerudiana, ¿existen nexos? ¿Qué te impresiona? ¿Qué te llama la atención?
—Siempre que se habla de Neruda, uno piensa en el poema XX y ese «puedo escribir los versos más tristes esta noche», pero es bastante más profundo que ello. La poesía de Neruda es un viaje a las raíces, que lamentablemente en el último tiempo han tratado de ensuciar con aspectos de su vida personal, como si no hubiese sido un hijo de su tiempo. Es fácil destruir, pero su poesía permanece, y él mismo lo avizora cuando dice «piedra seremos, noche sin banderas».
–¿Qué le dice el abogado al escritor o editor y viceversa estos dos?
—Lo primero, el abogado siempre le plantea al editor que debe preocuparse de proteger los derechos de autor de los escritores, llevando a cabo todos los trámites legales para ello. El editor, por otra parte, se entusiasma rápidamente con muchos proyectos, por él publicaría todo lo que llega, pero ahí es donde aparecen los costos, que cada día están más altos. Es un diálogo entre tratar de volar, por una parte, y por la otra mantener los pies sobre la tierra.
–¿El derecho de qué manera trabaja en tu propia mirada de la literatura?
—En el orden al escribir. El Derecho tiene una estructura muy parecida a una sinfonía o una ópera, y cuando escribo trato de poner algún orden, aunque se trate de un relato atemporal, por ejemplo. A veces el orden puede ser enemigo de la creatividad, pero en mi caso me permite crear mejor. Como decía por ahí (no recuerdo que escritor fue, exactamente) que «la inspiración te encuentre trabajando».
–¿A qué le temes como escritor?
—A quedar petrificado al ver en mi interior.
– ¿Qué libros, álbumes, películas, series, artistas, descubriste en pandemia, te acompañaron a sobrellevarla, además del estallido social?
—Debo confesar que no descubrí muchos nuevos artistas, quizás porque en tiempos de incertidumbre me gusta recurrir a aquellas libros o piezas musicales que ya conozco, tratando de ver algo que haya pasado por alto. Sí, en cuanto a música, pude descubrir a Karl Jenkins, cuya propuesta para hacer universal el idioma en las notas me pareció bastante interesante.
–¿Cuál es tu mirada del nuevo proceso constitucional que vive Chile?
—Creo que faltó tiempo para poder alcanzar un consenso que le permita a la nueva Constitución perdurar sin tener que reformarla semestralmente. Habrá muchas cosas que se deberán cambiar durante la marcha, pero también es natural. Ojalá que los conceptos complejos que se incorporen a la nueva Constitución se adapten a un lenguaje sencillo, que todos podamos entender, ya que todas las leyes en este país se hacen de tal forma que parece un lenguaje distinto, casi como de iniciados, lo cual deberá cambiar en el futuro, no para empobrecer las ideas, sino para hacerlas accesibles a todo el pueblo.
–Por último, ¿Qué libro nunca pudiste terminar de leer?
—Aunque parezca cliché, el Ulises de Joyce. Algún día espero tener el tiempo suficiente para leerlo a conciencia.