Diciembre 22, 2024

La nueva Araucana de Serafín Alfsen-Romussi o la reescritura de un mito arcaizante y demoledor

 

Por Zenaida M. Suárez Mayor

 

Tengo entre mis manos el libro con la mejor dedicatoria que jamás había visto y que dice: “al pueblo de Chile, sea lo que sea que eso es”. Digo la mejor dedicatoria al pueblo de Chile porque por fin una obra de arte logra incluir con sus tejidos, imágenes, collages, etc… es decir, con sus textos constitutivos, a todos los que forman parte de este país renombrado Chile el 30 de julio de 1824, pero que hasta entonces era otra cosa, puesta en tinta por Ercilla como “la araucana” topónimo que, por lo demás, hoy ha quedado relegado a una sola zona del territorio, derivando en “la Araucanía”, pero que había sido nombrada por la oralidad desde mucho tiempo antes a la aparición de las letras con que la reconocemos. Pero acá, la cosmogonía ancestral, la historiografía mítica, el territorio disputado, la nueva constitución y los ciudadanos (desde la clase alta -muy alta-, hasta las tribus urbanas) son incluidas y selladas como parte crucial de lo que hoy es la araucana, una nueva novela que cambia al poeta por el lonko, al poema por el pewma y registra una nueva conceptualización de la tachadura martineana como verdadera borradura y transmutación de los términos y conceptos anclados en el subconsciente colectivo; algo así como una explosión de nuevos sentidos que, por momentos, nos abruma.

Durante meses he (h)ojeado y tratado de incorporar todos los códigos que contiene esta obra maestra; pero meses de lectura no son suficientes. Pues como se dice de otras obras como el Quijote, como Rayuela, como la misma Nueva novela, la apertura, estudio y visión periférica a que somete al lector son de un espectro casi inabarcable.

Sin embargo, muy por encima voy a tratar aquí de dar algunas pistas, mínimas y primarias, que sé, me va a costar muchos años de estudio poder analizar en profundidad.

La nueva Araucana de Serafín es una evidente deconstrucción del estado chileno en que, a través de la mitificación del territorio y la lengua, pero con los mecanismos de la vanguardia, incorpora a los cuerpos velados (vedados-invisibilizados) de este estado deseado como plurinacional y multicultural. Es decir, reconstruyendo y actualizando La Araucana de Ercilla pero con los mecanismos deconstructivos de Martínez, de Zurita o de Parra, entre otros grandes vates de la performatividad lingüística y artística periférica.

Desde la primera mirada, encontré una evidente coincidencia con La nueva novela de Juan Luis Martínez. Ambas son autoediciones; aquella en “Archivos”, esta en “C.O.A.”, pues probablemente, tanto uno como otro autor (borrados entre las páginas) sabían de la dificultad que supondría someter a juicio su trabajo.

Ejemplos de esto, alguno ya anunciado, son: La tachadura que transmuta al poema en pewma y al poeta en Lonko, pero también, al autor en hacker. los certificados de pacificación de la Araucanía a nombre de Camilo Catrillanca, Nicolasa Quintremán, Edmundo Lemun y Matías Catrileo, cada uno de ellos con las causas reales de su muerte, cada uno de ellos con una hermosa descripción del ser humano que murió a manos del estado y que repiten el gesto que Martínez hizo en La Poesía Chilena con Neruda, Mistral, De Rohka, Huidobro y su propio padre.

También el pajarístico está presente en este libro objeto, también el pajarístico es transmutado en lengua COA como una “lengua polisintética nacional no clasificada” y, habría que añadir, como buena parte de los sujetos lumpen que lo habitan.

El horizonte lingüístico kawésqar (comprimido en una línea horizontal que refleja su desconocimiento) fue otro de los elementos que llamó mi atención, o sea, la crítica, por el evidente desapego o desinterés que por siglos hemos mostrado hacia nuestras culturas ancestrales.

La escritura en el cielo de Temuco, que emula a las escrituras en el cielo del Desierto de Zurita, pero también una reactualización de “Verás” y “Mi amor de Dios” están contenidas en estas páginas a modo de préstamo intertextual.

Por otro lado, las Condensaciones textuales del listado de los Detenidos desaparecidos de la Dictadura, de el canto I de La araucana de Ercilla o del Poema de Chile de Mistral, solo pueden descifrarse desde su título pues, esa condensación es tal que no deja a nuestra vista más que un trazo (o varios) verticales que se asemejan a la estrecha franja de tierra que es este pseudo territorio.

Uno de los gestos más icónicos y, quizá, cercanos a la intención inicial del primer autor es la repetición de los cuatro sonetos de Parra, que recordarán eran solo cruces por los fallecidos, y que acá, con la misma cantidad de “versos” se reitera con la conocida abreviatura N.N.

Sin embargo, para ir terminando, y a propósito de los rastros, de la deconstrucción, de la ampliación de horizontes, de la transformación lingüística que hace Alfsen, tal y como podrán encontrar en la página 253, el trazado de este mapa dado vuelta, como los negativos de las fotos que podemos encontrar lo largo de él, siguen siendo otro y, al modo de Magritte, podemos afirmar, junto a su autor invisibilizado detrás de tantas huellas, que “Esto no es Chile”.

 

 

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