Noviembre 24, 2024

Los cien años de dos poemarios clave: «Los gemidos» y «Charms»

 

Víctor Coral, poeta y ensayista peruano.

Cuando oímos hablar de 1922 y los libros que están cumpliendo cien años de haber sido publicados, con frecuencia se nombra a obras indiscutibles a estas alturas: Tierra Baldía, Trilce, Ulises… Pero muy poco se habla de un libro axial para la vanguardia poética latinoamericana: Los Gemidos, de Pablo de Rokha.

Leído hoy, este explosivo y admirable libro del poeta chileno suena terriblemente contemporáneo. Sus cuestionamientos sociales y aun políticos, con un lenguaje cargado y exuberante, plantean preguntas actuales, necesarias para los lectores de una zona del globo que no ha terminado de dar todo lo que tiene a nivel cultural y poético. Los gemidos de de Rokha siguen inquietando y pulsando al lector, hoy como hace cien años.

Esto escribió el mismo año de su publicación, en 1922, un joven Pablo Neruda sobre el libro que comentamos*:

Un impulso hacia la raíz trascendente del hecho. Una mirada que escarba y agujerea en el esqueleto de la vida y un lenguaje de humano, de hijo de mujer, un lenguaje exacerbado, casi siempre sabio, de hombre que grita, que gime, que aúlla, esa es la superficie de «Los Gemidos».

Acierta y mucho el poeta nacional de Chile. Todo ello es sólo la nada despreciable superficie del libro. Porque en el fondo de este —como si se tratara de una fosa marina— gravitan cuestionamientos existenciales y morales harto complejos, incluso urticantes. Los gemidos de de Rockha no son meros gemidos de hombre, sino acaso una sinfonía plurirítmica inconclusa donde la raza humana expone sus cimas y sus más tenebrosas contradicciones.

El otro caso

El caso de Charms, del poeta y pensador francés Paul Valéry, es radicalmente distinto como propuesta poética, pero similar en cuanto a su caída en el olvido contemporáneo.

Valéry es mencionado con frecuencia como paradigma del poeta puro (más exactamente, su poesía es casi siempre tomada como «pura»). Sus versos son brillantes, tersos, alambicados, resonantes y como hechos para ser memorizados. La mer, la mer, toujurs recomencé… Sus temas son la belleza, el «espíritu», la brevedad de la vida, la muerte, la poesía…

Cuando editó Charms, a fines del fabuloso año 1922, ya tenía publicado un poemario y algunos poemas en varias revistas de la época. Charms fue como una compilación de toda su obra poética hasta el momento, algo como una obra poética reunida. Y, por supuesto, incluye entre sus páginas el celebrado y tantas veces traducido Le cimetière marin**.

Pero, ¿cuál es la importancia actual de Charms? No mucha, si nos fijamos en las preferencias de lectura de los jóvenes poetas actuales. Es claro que la poesía en lengua inglesa se lleva casi toda la atención de las nuevas generaciones.

Sin embargo, no debemos olvidar que durante décadas la poesía de Valéry, su estética y sus reflexiones poéticas alimentaron y alentaron la producción de varias generaciones de poetas de lengua española. Podemos nombrar con seguridad a Carlos Bousoño, José Hierro, Jorge Guillén, María Zambrano, en España, y en Latinoamérica a Martin Adán, Jorge Luis Borges, León de Greiff, Gabriela Mistral, Eunice Odio, entre muchos.

Charms constituye, así, la consolidación de toda una forma de asumir el hecho poético, una puridad hoy bien cuestionada, pero que dio obras notables y poetas enormes como Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé o Rainer Marie Rilke. Se impone la publicación completa de ese gran libro de 1922.

Los gemidos (Fragmentos)

Todo yo, todo yo me hice canciones en su actitud ancha; las palabras suyas son órganos míos; escribí tal tonada con la rúbrica policlínica de los llantos humanos sobre la tremenda roca macabra de los sepulcros; canté a llamaradas, ardiendo, ardiendo, a llamaradas, canté.

……….Gemido de animal feroz enamorado, este ” cantar de cantares ” es la eterna canción, la eterna canción que nos enseñó alguien en los primeros tiempos y aún cantamos…

……….A la sombra florida e inmensa de sus versos mundiales las paradojas juegan desnudas, completamente desnudas, con las entrañas ensangrentadas del que suscribe, ¡saltan y brincan, brincan y saltan sobre la fiesta agraria!…; las frases ingenuas andan en calzones y las redundancias, ACRES y calientes, guiñan los negros ojos negros, subiéndose las medias, a los pleonasmos ambiguos; hay letras, letras, letras con el vestido a la rodilla, a la rodilla y peto azul sobre el calzón infantil ya preñadas, ya preñadas, ya preñadas; canastitos de placeres, las menudas puntuaciones abren las piernas rosadas…rosadas…rosadas…; ortografía, gramática, caligrafía son lo mismo allí: amor y lujuria, lujuria y amor, árboles en los caminos, árboles cargados de enormes frutos otoñales y polvorientos, y la santidad de la naturaleza.

(…)

Winétt: ya habrá llovido mucho, mucho, mucho… entonces, entonces no seremos nada, nada, nada, nada más que dos sueños helados; el mismo túmulo cobijará tus virtudes, mis huesos, mis huesos; y cuando tu actitud me golpee la puerta del sepulcro llamándome: Pablo… mi Pablo… o… o!…, no te oiré, no te oiré no te oiré, no te oiré, no te oiré, pues, aunque vecinos, toda la eternidad, toda la eternidad, toda la eternidad, toda la eternidad entre nosotros ha de haber caído muerta; otros hombres, otros hombres y otras mujeres, otros hombres y otras mujeres poblarán las provincias del mundo y el pueblo en que nacimos; tu juventud, tu juventud y la mía aullarán, como perros, abandonadas por los caminos imaginarios, y todo, todo, todo, todo, todo, todo, todo, todo será polvo del polvo.

……….Sólo mi voz, mi voz grande voz oscura, irá cantando, alegre y nueva, alegre y nueva aún, irá cantando alegre y nueva por la antigua ciudad y las granjas, por la antigua ciudad y las granjas; y allí, Winétt, Winétt, allí, allí mirarán los mínimos hijos de la tierra caduca y gris como las solteronas, a la vuelta de millones, de millones, de millones, de millones de años idiotas, el país florido de aves campestres, la casita nuestra, la casita nuestra, las plazas públicas llenas de automóviles sonoros, tú y yo oyendo contar cuentos, oyendo contar cuentos, oyendo contar cuentos a los hijos menores, al amor de la lámpara, en las húmedas tardes, húmedas, húmedas, melancólicas!…

Los pasos

Pasos nacidos de un silencio

tenue, sagradamente dados,

hacia el recinto de mis sueños

vienen tranquilos, apagados.

Rumores puros y divinos,

todos los dones que descubro

-¡oh blandos pasos reprimidos!-

llegan desde tus pies desnudos.

Si en el convite de tus labios

recoge para su sosiego

mi pensamiento -huésped ávido-

el vivo manjar de tu beso.

Avanza con dulzura lenta,

con ternura de ritmos vagos:

como ha vivido de tu espera,

mi corazón marcha en tus pasos.

 

El cementerio marino (Fragmentos)

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,

pero agota toda la extensión de lo posible.

Píndaro, Píticas III.

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

(…)

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa…
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

*Publicado a mediados de diciembre de 1922 en la revista Claridad.

**Ahora mismo recuerdo una más que interesante versión de este poema hecho por un poeta exquisito español: Jorge Guillén.

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