Por Ernesto González Barnert
Paulo Huirimilla Oyarzo (Calbuco, 1973), es un poeta en tránsito, como él dice, entre «permanentes idas y regresos del campo a la ciudad, del mall a la periferia popular, del computador a la voz de los peñis más viejos de la reducción», un laborioso huilliche reconstructor poético de puentes de sentido o de caminos de identidad entre la comunidad rural y la comunidad urbana, de su «memoria” e “interculturalidad» que es siempre cosa viva, no solo asunto de pasado o letra muerta, y va maltrecha y herida, en este país, de ignorancia y maldad.
Un poeta que nos deslumbró por su tratamiento poético del mal, de la rebeldía, en sus trabajos. Un poeta que nos sigue recordando que no estamos lejos de nuestro corazón y raíces, nuestras historias, pedazos de luz y sombra, la lucha por la pervivencia y resistencia no sólo política sino que intelectual y cultural de una mirada que pese a todo sigue estando en nosotros y es hora que ilumine nuestro nuevo camino como nación pluricultural, mestiza, rica en diversidades y acentos, en un pasado que nos advierte y cuida con sabiduría. Y claro, como le dijo a otro gran compañero de ruta, Jaime Luis Huenún, de no perder, rescatar, volver a hacer primordial eso de que en la medida que valoremos a nuestros abuelos no perderemos los conocimientos propios; en la medida de qué entendamos a los antepasados, que son los ejes fundamentales de nuestro conocimiento, mayor y mejor será la forma de que cada uno de nosotros entienda la vida y el mundo. Su trabajo además ha sido también enorme en el campo de la difusión poética con trabajos que referencian la poesía política, el cuerpo, dentro de la poesía mapuche.
Actualmente trabaja como profesional en el área de Lenguaje en el Departamento de Educación, DAEM, de la Municipalidad de Puerto Montt y como docente en la carrera de Pedagogía en Artes de la Universidad de Los Lagos. El 2000 obtuvo la Beca para Escritores del Consejo Nacional de Libro y con su poemario El ojo de vidrio ganó el Premio Regional de Literatura Luis Oyarzún el año 2002. Sus textos han sido publicados en las revistas Ciudad Circular y palabra de mujer en Valdivia; revista Pewma, Temuco; Araña Gris de Calbuco y L’Ordinaire Latino-américain, Francia. Entre sus publicaciones tenemos: El ojo de vidrio (Editorial Kultrun, Chile, 2001), Cantos para niños de Chile (Ulmapu Ediciones, Chile, 2005), Palimpsesto (Lom Ediciones, Chile, 20015), Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero (Lom Ediciones, Chile, 2012), Osario (Ediciones Suramerica, EEUU, 2020). Algunos de sus poemas han sido antologados en: Poesía para el Siglo XXI. 25 poetas. 25 años (Dibam , Santiago, Chile,1996), Futawillimapu (Universidad de Los Lagos – CONADI, Chile; 2001), Papeles en el claroscuro (Edición del Gobierno Regional de Valparaíso Chile; 2003), Wiluf Elkantun Mapu/ El canto luminoso de la Tierra (Editorial Ser Indigena, Santiago, Chile; 2001), Epumari Ulkantufe Fachantu/ 20 poetas mapuche contemporáneos (Lom Ediciones, Chile, 2003), Cantares. Nuevas voces de la poesía chilena (Lom Ediciones, Chile, 2004). Paulo Huirimilla ha escrito ensayos y artículos para los periódicos mapuche Kimun y Azkintuwe, y entrevistas para Alpha, U. Lagos, Osorno. Sus textos han sido traducidos al inglés, catalán, alemán, holandés y gallego.
–Si tuviéramos, Paulo, que encontrar en tu quehacer poético un «Arte poética» que englobe tanto tu poesía como los trabajos hechos por ti sobre poesía mapuche y rescate, qué dice sí o sí… no puede no tener en el corazón?
—El arte poética es el cuchillo del indio que vuelve hablar en las sombras, con luz y oscuridad, en contra del neocolonialismo epistémico.
–¿Recuerdas la primera vez que escribiste un poema?
—Claro en séptimo básico para mi compañera Rosa Bustamante, un compañero musculoso me lo extrajo de mi cuaderno amarillo Favorit y lo leyó delante todo el curso, esto fue en la escuela Eulogio Goycolea Garay, en la isla de Calbuco, luego lo arrojó por la ventana, ahí supe que la poesía iba acompañarme hasta ahora, con estos golpes de realidad, vividos desde la infancia.
–¿Para ti, cómo uno de los poetas más destacados mapuches, cuáles son las mayores complejidades y contradicciones a la hora de escribir? ¿Con la carga no solo personal del asunto sino también política de mantener una cultura y resistir los embates de un Estado Nación que niega sus raíces?
—Mi escritura se arma a partir de las oídas, de los consejos, relatos, historias, chascos, decires, máximas, saberes heredados de mis antepasados isleños de las islas del sur de Chile, por donde he caminado desde la infancia y, por otro lado, las lecturas poéticas, narrativas, dramáticas y ensayísticas de la literatura latinoamericana, universal y chilena.
Lo que trato de armar es un mundo poético que despliega dispositivos de realidad, que dialoguen y que abofeteen muchas veces las injusticias de los procesos de colonialismo en el territorio, desde la ruralidad y a ratos, desde espacios urbanos donde lo rural se representa.
–¿Quiero llevarte ahora a preguntarte por 10 libros qué, para ti, fueron esenciales en tu formación [o deformación] como escritor e investigador?
Poeta en New York de Federico García Lorca, Iluminaciones de Arturd Rimbaud, Tala de Gabriela Mistral, U de Pablo de Rokha, Confesiones de un Granuja de Sergei Esenin, Feliz Cumpleaños de la Muerte de Gregory Corso, El sol y los Acorralados Danzantes de Sergio Mansilla, Cántico Cósmico de Ernesto Cardenal, Cantares Completos de Ezra Pound, Tierra Baldía de T.S.Eliot.
–¿Cómo fue el dialogo, si lo tuviste, con la obra nerudiana?
—En la infancia y parte de la adolescencia leí a Neruda, sobre todo Crepusculario, Canto General y Odas Elementales, es un monstruo al que no te puedes sacar; dialogas con él en lo cotidiano, porque todo puede hacerse poesía, baja desde el Olimpo de los cantos, hacia las cántigas más inimaginables como en «Oda al Aire»…
–De qué manera sobrellevaste el Estallido, La Pandemia, qué cosas te marcaron, descubriste, leíste, estudiaste, escribiste, durante este período tan único y ominoso, de inflexión, en nuestro mundo desde esa convergencia campo-ciudad donde te mueves?
—Murió mi padre y me fui desde el Puerto de Ceniza (Puerto Montt) acompañar por entre las islas a mi madre y a sembrarme nuevamente al campo de mis antepasados, es decir, volver a la siembra más sistemática, como en la infancia y adolescencia, porque cuando uno estudia en la universidad se vuelve un vago, además de leer y releer sobre todo a los poetas isleños griegos (Seferis, Kavafis, Elitys) y también conectarse con estos aparatos con los estudiantes.
–¿Qué le aconsejarías al nuevo gobierno de Gabriel Boric en el diálogo y trato con las comunidades, el pueblo mapuche?
—Se debe pedir permiso cuando uno va en la casa ajena; tratar de conversar y si no se puede, volver humildemente, respetando los protocolos mapuche y luego dialogar sobre los procesos históricos de despojo, memoria; sobre todo escuchar y aprehender que la palabra y el territorio son sagrados para nuestra gente.
–¿Un poema que hoy leería en una sala de clases a los muchachos de tu obra?
MEMORIA
La memoria es un tren que recorre caminos
porque un tigre quiere cortar sus ojos.
Este es el tren con sonsonete y murmullo
De una aldea de un pueblo fantasma.
Una de geranios
Que se encienden en lo desolado.
Un tren persiguiendo lluvias
Esperando la llegada del estío.
Deberían guardar cenizas de carbón
Que lo hace caminar desnudo.
La niña que le acompaña no despierta
Alguien le ha escondido los zapatos.
Pero la memoria es también una isla
Cuyo primer hijo nace con ojos sin brillar.
La menor de mis hermanas toca con un bastón
La casa de mi infancia para así despertar.
El hijo de mis ojos llega con la menos querida de todas
A buscar el árbol plantado con tres luceros
Amargos y dulces como un celaje es también
Nuestra historia de otoño.
Mi sueño ha sido ver un pez orillar playas
Como el poeta del chelo cuyo fin es interpretar a Beethoven.
Mi mismísima queda varada en una canción de Cecilia
Ahora en los 90, mientras un cóndor se encoge en su sitio.
Dos estrellas aparecen en mis oídos
Que borran este recuerdo de fin de mundo.
Mis mayores hablan de un tigre azul
Que recorre aún la cordillera.
Yo sigo dando fuego y cigarros al mudo de la esquina
Y recojo libélulas muertas del ventanal
Espero también al espíritu cambie el viento
Que viene acercándose con una oveja negra.
El tabernero me ha mostrado la casa celeste
Cuyas luces se encienden en un árbol
Extraña y lejana de aquel cuadro guardado
Del púgil “Pega Marín” en el gimnasio México.
Ver al tabernero separar mi sombra
De un golpe inmensamente invisible.
La locomotora 73 sale de viaje
Se despega del andén isla
En la sala de espera tercera clase
Escucho el tiempo de una estación envejecida.
Verdad es la vida detenida en un coche de agua
Una nave que no regresa a su propia casa
Ver el aljibe y su isla cubierta de escarcha
La lluvia del rastrojo y su encabalgamiento
La luz del tren del sur se acerca como un botero
Al hijo que ha escuchado al padre en su sueño
El padre cobra su pensión con terno azul
En el seguro social piensa en sus papas y canastos.
La poesía es un viaje de regresos
Un espíritu que habita en las cosas.
Todo está en eso invisible
En un camino de tierra contrario al reloj.
Mi bote azul vara cerca en un monte de cerezos
Cuyo único tripulante eres tú oidor.
Anclar en esta casa sin entierros
Transportar animales, chicha y vasijas.
El hijo cruza el balseo sin gritar
Al alma habitada en la otra orilla.
La chilena que sale al baile nos observa
Mientras mis amigos imitan a Cantinflas y Michel Jackson.
Yo callejeo frente a la gitana llamada espejo
Que me sonríe con sus dientes de oro.
Nuestra memoria hoy es cruzar el bosque
Donde hay solo un camino y muchas huellas
Con la felicidad de estar uno junto al otro
Con el mismo sonido de los árboles
Con pájaros hablándonos en medio del agua
Olores y el lenguaje del silencio
Repartido en antepasados que aparecen
En arroyos, estrellas, fogones y cocinas
También en los bares de la memoria
Todo como heridas que maduran y se secan:
–Quisiera ahora adentrarme en lo que aflora con más fuerza en ti cuando escribes en castellano o mapudungun, que crece o se contrae, que experimentas, al escribir en cada uno de estos idiomas?
—Son dos formas diferentes de escribir, en castellano es una lengua más lógica (sujeto verbo predicado) en mapuche es una lengua compleja, es al revés, tienes que escribir con el cuerpo, pensamiento, corazón, alma, espíritu mapuche, con tu condición, en mi caso de isleño, como un ser isla.
Ahora bien, la mixtura de los idiomas también es interesante.
–¿Cuál es tu mayor miedo como poeta?
—La reducción permanente de los territorios, el avance del neocolonialismo, la desaparición de las especies, animales, plantas, familia, comunidad, el olvido y el vacío frente a nuestra gran memoria
–¿Cuál es tu mirada del quehacer literario poético del sur de Chile, donde eres un activo motor cultural de la poesía mapuche y de tus compañeros de ruta?
—Está muy bien el movimiento de poetas mapuche en el sur de Chile, sólo que algunos buscan mejores condiciones de vida y toman el tren hacia donde se hilvana el poder, el control y ahí o se enajenan o resisten o bien, resisten enajenados; yo invito a mis hermanos y hermanas a volver a sus territorios, que resistamos juntos, volvamos a recuperar la palabra.
Por otro lado, la poesía del sur de Chile, no mapuche con la que dialogamos está en las islas.
–Por último, quisiera preguntarte por los proyectos en qué te encuentras literariamente trabajando, puliendo, hoy?
—En un interminable libro un tanto familiar, de vecinos, de parientes, de paisanaje llamado tentativamente Islas.
Les dejamos aquí el link del Proyecto «Diálogo, Retrato Literario Indígena» una hermosa iniciativa cultural donde puedes ver a Paulo Hiuirimilla en hermosos retratos fotográficos y testimonio de propia voz de su trabajo poético.
https://www.escritoresindigenas.cl/paulo-huirimilla