Noviembre 7, 2024

Entrevista a Nino Morales: «Los poemas son mapas vacíos y sin ruta, lagunas mentales, escenas, interpretaciones»

 

Por Ernesto González Barnert

 

Conversamos con Nino Morales (Puerto Montt, 1991), poeta, guionista, a propósito de su libro Los patios contiguos (Editorial Aparte, 2022), volumen marcado por un tono decadente, sin nostalgia posible, donde el poeta (a lo flâneur) recorre y pule una realidad ominosa en los intersticios de lo concreto y de su propia cabeza para romper el statu quo personal y colectivo. Porque la poesía es, como bien sabe Baudelaire, desfiguración de nuestro temperamento moderno y contemporáneo, en el espejo de nuestras ciudades. Así Los patios contiguos, nos empuja a observar y repensar cada uno de nuestros «lugares que hablan» como diría de otra manera nuestro querido Pancho Saavedra, pero aquí para desenmascarar nuestras verdades a medias, frases hechas, miedos sociales y epocales, las obviedades prefabricadas para poner al centro —con delicadeza— una bomba casera de relojería mental que explote (desfigure) nuestro estado «contemplativo», casi «zombie» a la hora de abordar nuestra conversación oral y escrita, actual y necesaria. Así Nino despliega un artefacto excelente para los que dejaron hace rato de mirar en serio o están envenenados de buenas intenciones, viven haciéndose el ofendido o la víctima para sentirse parte de algo. Así despliega Nino Morales una veintena de textos al borde de este océano de irracionalidad, violencia apenas contenida y control social del lado más precario de este país, con un Puerto Montt de fondo y decorado, visto en descenso y disenso.  Un libro claramente iniciático  y de quiebre bastante notable, que se terminó de imprimir el día en que la selección perdió su última chance de ir al mundial [aunque hoy este colofón es una verdad relativa…]. Una poesía llena de vida lírica y pelea a la contra, con calorcito acerado en frío sedicioso y callejeado, sobre la rara belleza de la matrix en su cotidiana fisura. El maestro Carlos Cociña, lo dice maravillosamente, «en este libro, las palabras, son una forma de mirar, que amplían la visión, aún en tiempos de apocalipsis».

 

–¿Iniciemos esta entrevista hablando de tus inicios en la poesía, en el momento en que dijiste ¡Eureka! Voy a dedicarme a esto o esto me está gustando mucho… y empezaste este camino literario?

—Siempre tuve una muy buena relación con los libros; más adelante comencé a escribir de manera casi inconsciente, porque tampoco entendía muy bien del porqué lo hacía, fue un camino que de pronto apareció; quizá una necesidad de expresar en palabras algunas imágenes, situaciones, etc. Con el tiempo fui formando una relación muy fuerte entre la lectura y la escritura, tuve la suerte de tener buenos profes como el escritor Luis Báez que me recomendaba algunos libros y autores. En un principio estaba aquel entusiasmo y  el creerse el cuento de ser escritor o de que estaba escribiendo algo bueno. Recuerdo que hace años atrás, época liceana cuando vivía en casa de mis viejos llegué a instalar uno  de esos computadores  antiguos de escritorio y todo. Con hojas impresas, regadas por todas partes. Después vinieron algunos talleres que me sirvieron para conocer a otros amigos dentro del campo poético sureño.

–¿Cómo fue la cocina literaria detrás de Los patios contiguos?

—Se tomó el tiempo necesario, en el libro hay poemas que tienen su buen par de años, cerca de cinco a seis años y que forman parte de procesos de vida, de momentos. He creído en la pequeña fisura que existe entre la realidad y la ficción y en este libro trato de explicar eso, aquello que es tangible gracias a la realización. Los poemas son mapas vacíos y sin ruta, lagunas mentales, escenas, interpretaciones. Trabajamos cerca de cuatro meses con Rolando Martínez de  Editorial Aparte de manera virtual, así se fue dando forma al libro. Agradezco también muchísimo las palabras del maestro Carlos Cociña.

–¿Hoy qué diez libros en lo personal te son esenciales en tu educación sentimental, como poeta?

—Muertes y maravillas de Jorge Teillier, alguno de José Donoso como el Obsceno pájaro de la noche, me conmovió mucho la primera vez que leí El Rey Lear, después lo vine a conectar con este Rey que muere atravesado por flechas en la película Trono de Sangre de Kurosawa, Altazor, Demian, El viejo y el mar, Hojas de hierba, La pieza oscura, Rayuela, Estrella distante.

–¿Por otra parte, quisiera saber de algún libro que por alguna razón o sinrazón nunca te logró entrar o conmover, abandonaste, te parece sobrevalorado?

El lado oscuro del corazón y cosas así, no me gustan para nada.

—Aquí quiero preguntarte por tu mirada de la poesía nerudiana, hay o no lectura o conexión y si la hay cómo dialoga con tu propia mirada, arte poética?

—Siempre pasó por mis manos algún libro de Neruda, y también siempre supe quién fue, quién era, es un poeta al cual siempre hay que revisitar.

–¿Un poema de Los patios contiguos que hoy leerías en una sala de clases?

 

CAMPOS DE HIELO

Ahora que estamos
en este cementerio de barcos.

Y tomamos algunas fotos
podría hablarte de enormes glaciares

que fueron abriéndose paso hace veinte mil años.

Esta misma playa por ejemplo
cadenas de montañas denominadas Dorsales.

Un día emergieron del fondo

dando paso a estas islas aledañas.

Ahora que tus manos se manchan

con el óxido de vértebras metálicas

y el agua se decanta en las superficies

podrías decirme:

cómo se llama aquel volcán

a qué animal

pertenece su canto.

 

–¿Qué significa tras este libro la poesía para ti?

—Un universo que yo mismo he creado y  me veo mirando, sorprendiéndome, un camino de aprendizaje y de convivir.

–¿Qué música, pelis, series, pinturas, libros, te acompañaron estos años de pandemia, revuelta social, meses presos por las noches por la prohibición de circular durante el gobierno de derecha de Sebastián Piñera?

—Mira, yo igual salía a darme sus vueltas, a comprar cualquier cosa, a caminar porque me gusta demasiado y me ayuda a ordenar las ideas. Siempre me las arreglé. Aquel  momento de euforia  e incertidumbre también me sirvió  en el ámbito creativo; el arte existe porque el mundo es imperfecto, ya se sabe; y si, aproveché de ver harto cine, pasa que  tengo una relación cercana con el cine, porque también he escrito algunos guiones y tengo algunos trabajos; además que estudio Cine en el Arcos. Hice algo parecido a una maratón de cine en mi casa, desde lo más histórico e incipiente hasta lo más reciente. Me gusta descubrir director as/es, sacarles el rollo; uno que me voló la cabeza por dar un ejemplo fue Carlos Reygadas, con su película Japón, Lucrecia Martel o el Portugués Pedro Costa; encuentro que en sus miradas hay bastante de denuncia respecto a esta realidad violenta que vivimos como sociedad en todos sus aspectos, con un lenguaje netamente simbólico y poético. Pero casi siempre vuelvo a las mismas películas.

–Cuál es tu visión de la poesía actual chilena?

—Siempre hay autores con los cuales compartes una visión, que generan algo en ti y eso es genial, hace poco he conocido a muy buenos poetas, poetas mujeres sobre todo, con una poesía de muy buena calidad.

–¿Qué poetas te interesan en estos momentos?

—Me interesan aquellas voces que están buscando nuevas formas en el lenguaje; con esto quiero decir, formas de llevar a cabo la escritura, he descubierto desde un Roger Santiváñez a Tania Favela, Montalbetti, J. José Saer. Me conecto también con otros más ocultos como No Vásquez, Jorge Ojeda. Eso por el lado latinoamericano. Me interesan también mis amigas y amigos poetas cercanos. He descubierto a algunos norteamericanos que me han gustado mucho igual.

–¿A qué le temes?

—A que se derritan los glaciares, a morir de sed.

–¿River Plate o Boca Juniors?

—Debido a aquella infancia y a esa camiseta manchada de pasto, River.

–¿Qué te pasa por la cabeza cuando escuchas «Puerto Montt» de los Iracundos?

—Aunque la canción es un poco triste porque habla de un amor casi imposible jaja, nada, me pongo a cantarla.

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