Diciembre 22, 2024

Enrique Winter: «Desafiamos el individualismo agresivo y competitivo…»

 

Entrevista a Enrique Winter por la escritura a dos manos con José Kozer del libro: Variaciones de un día (Provinciano Editores, 2022)

 

Por Ernesto González Barnert

 

–Cuéntanos, Enrique, en qué estabas cuando José rompe el diálogo para proponerte en plena pandemia: «Debemos publicar un libro juntos (…) de diez a quince poemas por barba», ¿qué se vino a la cabeza luego de ese «reto poético»?

—El lun, 27 jul 2020 a las 2:11 p. m., Enrique Winter <enriquewinter@yahoo.com> escribió: Honor más grande, José querido. Yo que no puedo sino tomarme las cosas en serio, te respondo con un poema brevísimo respecto del tuyo, que es tanto más cercano a lo que leo en esta cabaña de Dattenfeld, a orillas del Sieg: voy en Números del Pentateuco, en el desierto de la Torá. Y sumo poemas domésticos, de algún modo son también variaciones del mismo día de encierro y crianza, ojalá contribuyan al maravilloso proyecto que propones. Por lo pronto el que envío sirve como introducción narrativa a la situación, otro más largo que empecé a escribirte se me descarriló, quizás sea la próxima respuesta. Asumo que los corregiremos (me encantaría), por ahora avanzamos, si te parece.

 

–¿Cómo fue el proceso del libro desde sus inicios hasta Provincianos Editores en la mesa de trabajo?

—José escribe un poema diario. Había empezado ya la serie sobre su familia, cuando la mía me volcó a escribir compulsivamente, como no me había sucedido en años, al menos no en verso. Veníamos de la revuelta. El embarazo, la extranjería, el desempleo y la pandemia me tenían en un particular estado de vigilia. Primero nos enviamos los poemas de a uno, comentándolos, luego José me entregó la serie entera y fui encontrando los hilos narrativos que dieran con el orden en que mezclé ambas voces sin identificarlas. Es casi el mismo en el que fueron escritos. Eso le ofrecí a Andrés Urzúa para los fondos de la industria, mientras cada uno escribió sus últimos poemas. En ellos tematizamos las inquietudes del otro. Ahí cantó la amistad y en los matices aparecieron las variaciones que constituyen la segunda mitad del libro. Andrés celebró el carácter gozoso, poco común en poesía, del que yo no me había dado cuenta, enfrascado en los nervios del padre primerizo y, sobre todo, en la búsqueda de una forma, de una vena para esta sangre que había surgido en versos clásicos de asombro ante la animalidad de la reproducción. Fue entonces cuando la respiración cobró importancia y al ritmo auditivo y visual de los poemas agregué el del olfato. Dentro de los rectángulos que armé a los pies de página, entrecorté los versos de la tradición para que titubearan de un modo curiosamente cercano a la fluidez vertical de José.

 

–¿De qué manera las nuevas o viejas masculinidades de ese padre primerizo [Winter] y del maestro jubilado [Kozer] chocaron o confluyeron?

—Desaprender los roles de género es un proceso de varias camadas. La poeta Raquel Abend me hizo ver que en Variaciones de un día el contraste no se daba entre nosotros, los autores, sino entre el bebé y el anciano reconciliados con la vida. Leemos cómo el tiempo se ensancha provocando cierto bienestar, pese al evidente vértigo de los extremos que se encuentran. Mi posición, en cambio, es la del funámbulo entre el mundo de roles definidos en el que me formé y otro opuesto que enseño a toda hora sin haberlo aprendido. Dentro de la vulnerabilidad en que nos pone el lenguaje poético, creo que ambos desafiamos el individualismo agresivo y competitivo propio de todo rubro tradicionalmente masculino con un coro de amor a la fragilidad de la familia, otra institución que podríamos entrar a cuestionar, sobre todo desde las jerarquías que aquí se deconstruyen con inquietud, te diré. De hecho uno de los poemas más políticos del conjunto sugiere «y sin querer queriendo necesitamos la violencia».

 

–¿Qué le aconsejarías a un poeta que trabaja a dos manos?

—Que no las muerda.

 

–¿Un poema de Variaciones de un día que te gustaría compartirnos hoy?

 

los ojos de canoa                                      sobre mares de té

 

apenas dos ranuras entre la      frente y              las mejillas

me imitan la sonrisa ahora                     es suya

 

no me imites        soy yo          quien               debo

debutar         en        las       cosas        a         tu          ritmo

 

de paloma coja

ensancha   las narices      empuja   labios   adelante

 

regalo esa   sonrisa de todos          modos me la     robarían

los ojos de canoa sobre mares de té que le robó a su madre

 

fijos en mí            aúlla   hipa tuerce alarga           la lengua

para responderme y        vuelve a   reír si canto

 

a      galleta     de      mantequilla      huele

esta vez        agua harina levadura

 

los puños chupa como polen

 

la transferencia de calor y pausa

riegan lo pisoteado en mis apuros

 

pulpo   helicóptero   sus brazos pies              un escarabajo

de espaldas

 

–¿Cuál es tu poema favorito de José Kozer?

—Es la continuidad de su fraseo, la acumulación sonora de sus imágenes cada vez más cotidianas, la que me hace entrar en estados algo alterados de la conciencia. Por eso te respondería «cualquier poema luego de los primeros diez», pero el que más he leído y dado a leer en mis talleres es «Te acuerdas, Sylvia» que justamente sigue con «cómo trabajaban las mujeres en casa. / Parecía que papá no hacía nada».

 

–¿Según tu opinión, Enrique, a la poesía chilena actual qué le sobra, qué le falta?

—Intento responderlo en el libro que publiqué en paralelo a este, Una poética por otros medios (Bisturí 10). Es un ensayo escrito en 52 sonetos continuos. Comparto dos pares acerca de la falta de crítica y de contexto para las expectativas.

 

TAL COMO ANTES SE COMPRABA QUESO

 

simplemente y ahora ya cualquiera

distingue el mantecoso del azul,

cada corriente de entre las poéticas

(en el mejor caso posible) o grupo

 

de amigos (en el peor) se junta en torno

a una editorial independiente

que controla un concurso y organiza

un solo evento público en las redes,

 

con presencia en un medio noticioso,

sin exponerse más a lo distinto.

No es necesario: quien sonetos quiera,

 

los obtendrá de quien los va ofreciendo

sin que el lector ni menos el autor

pasen por el mal rato de un litigio

 

 

EN TORNO A SU ATINGENCIA. NOS SUCEDE

 

lo mismo con quien hace experimentos

sonoros, ruidos. A esta inevitable

eficiencia que trae el capital

me opongo, como un integrante más

 

del espacio poético. Con nuestra

poética por otros medios, moros

y cristianos se bañan en el mismo

río revuelto. Nadie me convence

 

que el lateral derecho del equipo

de fútbol nacional y masculino

es rápido si veo en el estadio

 

o en la televisión cuán lento es.

Es la ausencia de prensa, de debate

y, sobre todo, de lectura atenta

 

LA QUE NOS DEJA A ALGUNOS VENDER HUMO

 

(…)

 

DISIDENCIA. LOS NUEVOS MEDIOS DAN

 

una ilusión de libertad, muy propia

de cualquier democracia subyugada

por el capitalismo. Convertirse

también en su instrumento es algo que

 

la poesía arriesga. Yo propuse,

en cambio, que defraude expectativas.

Lo que esperamos del poema viene

lógicamente del pasado, arrastra

 

aquello que el poema ha sido antes.

Es más, solo sabemos lo que fue

y me atrevo a indicar que lo valioso

 

en el poema es lo que no sabemos.

La tensión entre separarse del

pasado o promoverlo a nuestros días

 

 

ES NECESARIA PARA EL ORGANISMO

 

(así en la autopoiesis de Varela

y Maturana, como en la vanguardia

según Greenberg que, cuando rompe el canon,

conserva su nivel). Quizás por eso,

 

los poemas chilenos me preocupan.

Diría que repiten cotidianos

que indagó Lihn con gracia, donde Parra

sentenciaba con gracia, y me preocupa

 

la teoría del poema, bajo

el paraguas de Pound. Allá llovía.

Debiera defraudar la poesía

 

incluso cuando elige sus temáticas:

fabricar desde cada periferia

lo que el centro no espera de ella. Todo (…)

 

Sobra talento y leo con optimismo las poéticas jóvenes, colaborativas y desprejuiciadas en el uso de sus fuentes. Echo de menos el riesgo, pero ya sería mucho pedir.

 

–Por último, tras 30 libros publicados en 12 países y en cuatro idiomas, ¿cuál es hoy el corazón de tu obra, el arte poética de tu vida, la razón de tu escritura?

—La duda.

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