Por Roberto Echavarren
El precedente trabaja con un significante móvil, desconyuntado, a veces para decir dos cosas, o para decir con pausa, la letra se desgrana y abre orificios, y por esos huecos entra el vacío o el cosmos.
Descoloca al yo, esa persona confesional y literal, para instalar el proceso fragmentado de un pensamiento que aboga en un cuerpo, y pasa desde la lucidez del destino a no saber ni recordar nada. Abullonado, el cuerpo sobrevive a cualquier terror, cualquier infierno.
Se desbunda, se abre en abundancia como si fuera un submarino o un abecedario. No rinde cuentas a ninguno, porque más de uno prolifera en el proceso sin identidad patronímica, pero no deja de ser real, o al contrario es más real, llevado por el hábito pero sin definir la forma, babea, chorrea, se empingorotea, sube y baja, y baila con el vientre mientras entra por el pasaje oscuro, la oscuridad dulzona que nos transita.
El precedente, de Rom Freschi (LP5 Editora, 2022)