Noviembre 22, 2024

El fulgor de Canopus

 

Por Manuel Marchant R.

 

Desde 1945 se han detonado en la tierra alrededor de 2.000 pruebas nucleares, todas de alto poder destructivo, alrededor de 27 fueron para fines pacíficos, 2 lanzadas contra seres humanos en las ciudades Hiroshima y Nagasaki y todas las demás experimentación y demostraciones de poder de las potencias.

Entre 1966 y 1996 Francia detonó alrededor de 193 bombas atómicas en la Polinesia Francesa en el Pacífico Sur, 15 pruebas de seguridad y 178 pruebas de armas nucleares. Una de ellas la primera explosión termonuclear francesa fue denominada CANOPUS en la isla de Fangataufa.

Francia aún no pide perdón por el daño causado en el Pacífico Sur.

Hoy nuevamente el terror de un conflicto nuclear recorre el mundo, al igual que en aquella época la humanidad de manera inconsciente es dominada por ese pavor, Manuel Marchant R elabora el recuerdo del temor atómico en los años 60 y lo conecta con la actualidad y el extraño nombre de la primera bomba termonuclear francesa lanzada el año 1968.

 

Ubicación aproximada de la Nave Argo en el hemisferio sur Celeste

 

 

El fulgor de Canopus

Aquella noche de agosto de 1968, quería ver desde el jardín de la casa de mis padres, en el barrio de Independencia, aquel enorme y aterrador resplandor anunciado en la prensa y la radio. Lo habíamos conversado con los compañeros del colegio, estábamos inquietos y temerosos, sin embargo, la curiosidad podía más que el pavor, y cuando se hizo de noche, me subí al muro divisorio a observar el cielo y esperar a ver si algo se vislumbraba de aquel temible fulgor.

El cielo estaba despejado y aquella noche brillaban las estrellas, el smog y la contaminación lumínica eran menores que hoy por lo que era posible dejarse conmover por aquel maravilloso espectáculo nocturno.  Busqué en el cielo la constelación de Orión y bajando un poco la mirada se perfilaba la hermosa nave Argo en el firmamento sur. En agosto el frío acompañaba como un amigo leal aquella noche despejada.

En aquel entonces de alguna manera, ya algo sabía que el cielo estaba poblado de bellas geometrías e imágenes que en el trazado entre estrellas contenían los antiguos mitos de la humanidad y aquellas entretenidas historias de la mitología griega, había leído algo acerca de la constelación de orión y la nave Argo de cincuenta remos que, por encargo del héroe Jasón fue construida por el carpintero Argos, de ahí su nombre, con un madero en la quilla que tenía la virtud de hablar.

Jasón hijo de Eson, eligió a una cincuentena de héroes griegos para que tripularan la nave Argo y enfilaran su proa hablante hacia el reino y la isla de Cólquide para obtener el Vellocino de Oro del carnero alado Crisómalo y así poder recuperar el trono de Tesalia.

Sin embargo, del pavoroso resplandor nada, solo la noche y mis ojos escrutando, vigilando, observando el cielo. Quizás el pacífico sur estaba muy lejos, a lo mejor la curvatura de la tierra impedía ver aquel fulgor, un silencio absoluto reinaba aquella noche en mi barrio, trepado al medianero esperaba ver a lo lejos alguna señal, algo de lo que había sido anunciado, como el piloto de la nave Argo viajando con mis compañeros de curso entre los astros.

El vellocino de oro era aquel valioso tesoro que había ido a buscar Jasón a la antigua Cólquide, era el cuero del carnero alado Crisómalo hijo de Poseidón el dios de los océanos y la bella Teófane de quien se había enamorado. Teníamos que buscar, encontrar y matar al carnero cuyo pelaje era de oro y según el mito tenía el don de la palabra y la adivinación. ¿Sabrá el carnero que vamos por él? Quizás nos haya soñado, quizás nos espera, así como yo espero ver hoy, subido a la quilla del medianero de mi casa, el fulgor, que quizá sea el último fulgor sobre la faz de la tierra.

La tierra esa hermosa esfera que, desde la nave Argo, en la constelación Carinae, a millones de años luz podemos verla como una hermosa perla nacarada de suaves y tenues colores azules y celestes ¿Quiénes la habitarán? Que gran destino y regalo de los dioses a los hombres, poseer esa maravillosa joya en el espacio.

Los argonautas reman de manera disciplinada, saben que Jasón los escogió desde los estratos más profundos de la historia y la mitología. No eran solo jóvenes héroes, había también viejos como Laocoonte, poetas y otros poderosos como Hércules, todos imbuidos de la tarea de llegar a la Isla y volver a Tesalia con el Vellocino de Oro.

Aquel año en que, subido al muro de mi casa, esperaba inútilmente ver el gran fulgor, habían sucedido en la tierra demasiados hechos que nos impactaban, ¿Se escucharía en el cielo, en medio de las estrellas, la voz del reverendo Martin Luther King? ¿Se alcanzarían a ver desde la constelación Carinae las llamas que consumieron al joven estudiante checo de filosofía Jan Palach, como protesta, mientras los tanques soviéticos invadían Praga? ¿y la sangre de los estudiantes derramada en el zócalo de las tres culturas solo pocos días antes de las olimpíadas?, ¿y los lamentos en la aldea de My Lai en Vietnam, masacrada por las tropas norteamericanas? ¿lograban escuchar los argonautas desde la nave Argo lo que sucedía en la tierra?

Ese es el gran pavor en la tierra, esas las lágrimas vertidas aquel año 1968, ¿no es el color de la tierra vista desde el espacio como el suave resplandor de la lágrima en los ojos de Jasón mientras recuerda a su amada, su tierra y su familia?

¿Por qué espero ver este resplandor? ¿Por qué subido en el muro de la casa de mi adolescencia en agosto de 1968 anhelaba percibir algo de ese fulgor en medio del océano?

De pronto el piloto de la nave Argo, observa desde lo alto mientras surca la constelación Carinae, un enorme resplandor en la tierra, en medio del océano pacífico, es pavoroso, se levanta en medio del océano un hongo gigante, que desplaza las aguas en torno a él y se eleva hacia las estrellas como una lengua infame que quiere alcanzar la nave.

El piloto con un grito que no es humano despierta a Jasón y le dice, -observa Jasón lo que sucede en la tierra, ¿no es la isla Cólquide la que acaba de desaparecer? ¿Y ese gigantesco forado no se tragará todos los océanos? ¿sientes tú también Jasón este terror helado que me inunda? ¿habremos ofendido a los dioses?

¿qué es este horror sin nombre que me invade, lo sientes tú también Jasón?

Jasón observa la gigantesca columna de agua y fuego que se yergue y ese extraño resplandor que parece iluminar el universo, volviéndose al piloto de Argo le dice, – no temas, no es ese nuestro destino, no es hacia ese lugar que navegamos, vamos hacia otro Reino, tú sabes bien cuál es nuestro origen y cual el puerto al que llegaremos. Tú eres CANOPUS el piloto de nuestra nave y desde ahora eres el faro del hemisferio sur celeste, tú la estrella más brillante después de sirio en la Constelación de Orión.

Y este resplandor, este fulgor Jasón ¿tiene nombre? ¿Se puede nombrar este insoportable pavor que nos inunda, que nos hace perder el rumbo y quizás naufragar en nuestra travesía?

Jasón mira a los ojos al piloto de la nave de Argo y le dice – desde ahora ese fulgor tendrá tu nombre, tú lo has visto primero mientras dormíamos, se llamará CANOPUS, y observa bien lo que sucede allá en la tierra, ese fulgor que desde ahora lleva tu nombre, es el resplandor de la estrella de la muerte.

De estos hechos hacen ya 53 años, ya es tarde, como aquella noche de mi adolescencia, me asomo a la terraza de mi hogar, desde aquel entonces la tierra ha continuado su rumbo en el universo con un destino desconocido, ¿encontrará la humanidad el vellocino de oro?

Observo el cielo, es la noche del eclipse de luna en mayo del 2022, una gran luna roja ilumina la noche…quizás hoy por fin me sea dado contemplar el fulgor de CANOPUS, el misterioso resplandor de la estrella de la muerte.

 

Manuel Marchant R.

Arquitecto – Artista Visual

Ciudad de Santiago, mayo de 2022.

 

 

 

 

EL FULGOR DE CANOPUS

Imagen de la operación nuclear francesa Canopus en agosto de 1968

Manuel Marchant R

Elaboración Digital

 

 

 

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