Por Ernesto González Barnert
Elí, nace en el Chimbote, Perú, 1989. Es poeta y editor. Finalista de la XX Bienal de Poesía «Premio Copé 2021». Quien ha publicado el poemario: El abismo del hombre (Buenos Aires Poetry, 2020, con comentario del poeta español Justo Jorge Padrón), y las plaquettes La sal de las hienas (Plectro Editores, 2017), y Fábula de los burros salvajes y otros poemas (Colección de Poesía Móvil, 2022). Forma parte de numerosas antologías. Sus poemas han aparecido en revistas especializadas y han sido traducidos a diversos idiomas. Fundó y dirige la revista y editorial Santa Rabia Poetry y su Colección de Poesía Panhispánica (www.santarabiapoetry.com). Con una poesía, en un primer atisbo mío de lector, que saborea con su luz la música oscura o misteriosa de las imágenes, ecos, sentidos. Así conforma un lenguaje que apela a la superficie de lo concreto tanto como de lo onírico. Así este poeta que se entrega con pasión al oficio nos lega un ritmo que zigzagea entre la belleza y el sueño como una manera de acariciar las cosas, el camino, la vida, sin que pierdan su sombra y belleza. Y lo cantado tenga tanto de guía como de nervio subconsciente.
–¿Qué asunto literario te quita el sueño en estos días?
–Siempre estoy pensando en mi producción, aun en ciertos sueños de donde surgen a veces algunos versos generosos. A mediados del año pasado terminé un poema épico que resultó finalista en el Premio Copé y recientemente he concluido un libro de más de cien haikus que saldrá publicado con la prestigiosa editorial mexicana Alcorce dirigida por el destacado poeta Javier Gutiérrez Lozano. Ahora estoy ansioso por empezar a materializar otro proyecto que ya tiene tiempo escribiéndose en mi mente.
–¿Me gustaría conocer diez libros que marcaron tu educación sentimental y por qué?
–Los primeros libros de poesía que llegaron a mi vida son: Puerto de la memoria de Arturo Corcuera, Bienvenidas calles del Perú de Omar Lara, y El fuego en el diamante de Justo Jorge Padrón. Éste último autor me impresionó mucho y despertó en mí la necesidad de conocer mejor su obra, así llegué a otros libros suyos como Los círculos del infierno y Resplandor del odio, ambos magistrales. Otros libros que me educaron y a los que siempre vuelvo son: El cielo a medio hacer de Tomas Tranströmer y Nacimiento de la tragedia del macedonio Mateja Matevski. Los Cantos de Ezra Pound y La tierra baldía de T.S. Eliot también han sido fundamentales para mí, y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar los libros Canto ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros, y Arte de navegar de mi paisano Juan Ojeda, dos cumbres de la generación del 60 en Perú. La lista sigue y sigue.
–¿Un verso o poema que te ayudó a sobrellevar la pandemia?
–Un día encontraré las palabras precisas y serán simples. – Jack Kerouc. La sencillez de la expresión es siempre una esperanza.
–¿Qué libro nunca terminaste de leer?
–Entre mis lecturas hay una mayor especialización hacia la poesía y el ensayo. Siempre me cuesta más trabajo terminar de leer las novelas largas.
–Si tuvieras que definir tu trabajo poético, que va desde La sal de las hienas a El abismo del hombre ¿Cuál sería esa arte poética?
–En los poemas de un primer proyecto mío que se publicó parcialmente en una antología en Chile en el 2014 y más adelante en mi plaquette La sal de las hienas (publicada en Perú en 2017) cuya creación surgió de manera espontánea mientras escribía los poemas germinales de mi primer libro El abismo del hombre (Buenos Aires Poetry, 2020) y en los proyectos que recientemente he terminado mi objetivo siempre ha sido este: ir más allá de lo autobiográfico y concentrarme en mi búsqueda de lo universal, es decir, buscar expresar aquello que, como diría Leonard Cohen, podía ser leído por alguien como yo, aquí o allá. Siento solidaridad con el mundo interior del otro y mi anhelo es que el otro, cierto lector, sea el protagonista del poema y de su secreto. En este sentido, podría decir que mi arte poética consiste en estudiar las heridas y las esperanzas del hombre con una visión crítica de nuestro tiempo y del lenguaje.
–¿Cómo es más o menos a grandes rasgos el proceso creativo, la cocina literaria detrás de la escritura de un libro tuyo?
–Los proyectos que me interesan son unitarios y los escribo con rigurosa paciencia. Concibo cada libro mío como una travesía imaginada, como un largometraje escrito donde cada parte es independiente y a la vez parte de un todo, como un cuerpo vivo donde cada poema es un órgano con una función irrepetible y sustancial. El libro ya existe en mi interior aun antes que yo lo escriba y lo leo como quien lee en braille, entre las sombras y el humo, vislumbres de proyectados relieves. Vivo intensamente cada emoción, me ahondo en su espesor nocturno y tiendo mi mano hacia el relámpago de su secreto. Oro, aun cuando los poemas se encuentran lejos de Dios. Soy como un alquimista que quiere convertir su ceguera en oro. Leo, leo muchísimo, releo a los maestros. Trabajo muy duro, desafío constantemente mis propias capacidades con la dura certeza de quien sabe que hay miles de maneras de decir algo y que sin embargo solo hay una fórmula que puede satisfacerme con su precisión y concisión, con su ritmo y su sentido. Detrás de cada poema mío hay muchos borradores y solo permanecen las versiones que se imponen sobre los tamices insobornables de la necesaria evolución de mi sensibilidad. Soy muy terco y puedo trabajar apasionadamente en un solo libro durante años hasta concretar mi visión. Escribir un libro de la manera más fiel a como lo imaginé es mi mayor recompensa.
–¿Qué te interesa Santa Rabia Poetry, la revista y editorial que coordinas, subraye en la poesía?
–Santa Rabia Poetry nació con un compromiso claro: superar los límites geográficos y difundir poesía de alta calidad, poesía universal, siempre con una representación equitativa de autores en cuanto a género. Este es un espacio abierto tanto para autores ya reconocidos como para autores que inician su camino. En la revista hemos publicado a poetas de diversos países y en la editorial, inaugurada hace unos cuantos meses, ya llevamos unos cuatro autores publicados provenientes de España, Puerto Rico y Costa Rica. Nuestra Colección de Poesía Panhispánica cuenta con una convocatoria abierta y se encuentra en continuo crecimiento. Próximamente tendremos más novedades publicadas: entre ellas, el nuevo poemario de un destacado autor chileno. Pueden conocer nuestra propuesta visitando nuestro sitio web: www.santarabiapoetry.com
–¿Cuál es el sentimiento que en tu caso te empuja a escribir poesía?
–La pasión y la curiosidad. Al escribir soy un entomólogo en un jardín extraño.
–¿Cuándo tomaste la decisión de ser poeta?
–Cuando descubrí la poesía de Arturo Corcuera, Omar Lara y Justo Jorge Padrón, tres poetas cuyas obras aparecieron misteriosamente en la biblioteca de mi casa. Nunca supe cómo llegaron ahí y nadie en mi familia sabe darme razón, pero ahí estaban y yo, un muchacho que nunca antes se había sentido atraído por los libros, me acerqué a ellos y los abrí. Aquellos versos rotundos y deslumbrantes me enseñaron lo que era capaz de encender las palabras.
–¿Qué le dice el educador al hombre de letras, y ambos al poeta? ¿cómo dialogan dentro de ti estas disciplinas intelectuales?
–El denominador común entre el educador y el poeta es que ambos sienten una gran devoción por el conocimiento. Pero, a pesar de esto, siempre he querido mantener viva mi extrañeza original ante el lenguaje. No pienso en las reglas, pienso en los sentidos. Voy caminando a tientas azuzado por el misterio. Las palabras precisas vuelan a ras de mis oídos y las palabras imprecisas son como relámpagos de hielo en mis pies. Las primeras me señalan el camino y las otras me dicen donde no pisar. El cuerpo no miente.
–¿Cómo es tu relación con la obra de Pablo Neruda?
–Pablo Neruda es un poeta que he leído con gran atención y de cuya obra he aprendido mucho. Los poemas de Canto General, Residencia en la Tierra y las Odas Elementales son los que más me impresionaron. La poesía de Neruda une lo antagónico de una manera sensual y monumental, él es como un escultor poseído por una sobrehumana fiebre creadora cuyas manos han tallado rostros y visiones colosales en las montañas del idioma.
–¿A qué le temes?
–Le temo a cosas que no puedo nombrar.
–¿Qué le dirías a un poeta que se inicia en la disciplina?
–Ten una idea clara del poeta en el que te quieres convertir y exígete siempre. Procura esforzarte por escribir no como puedes sino como realmente quieres escribir. Cultiva tus obsesiones y construye una cosmovisión con símbolos propios y raíces profundas como la infancia. Sé preciso y conciso, aún en los poemas de largo aliento. No le temas a los grandes temas y no te sientas menos que los grandes maestros, estúdialos con atención, aprende y sigue avanzando. Si te está costando trabajo ten por seguro que vas por buen camino.
–¿Qué compañeros de ruta peruanos, extranjeros, te interesan y por qué?
–Son muchos los poetas actuales cuya obra me interesan, entre ellos se encuentran, por ejemplo: Harold Alva Viale, Braulio Muñoz y Julia Wong (Perú), Alí Calderón, Mario Bojórquez y Javier Gutiérrez Lozano (México), Luis Correa Díaz, Mario Meléndez y Ernesto González Barnert (Chile), Natalia Litvinova y Juan Arabia (Argentina), Marta Jazmín (Puerto Rico), Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador) Porfirio Salazar y Javier Alvarado (Panamá) Julio César Quesada Galán, Miguel Ángel Real y Carmen Palomo Pinel (España), Natasha Sardzoska (Macedonia) ¿Cómo terminar una lista así? Son muchos los nombres que surgen en mi mente. Vivimos tiempos de alta conexión y hermandad, los espacios digitales de difusión literaria hacen posible que conozcamos propuestas de diversos países. Siempre, siempre hay una voz nueva por descubrir y se agradece.