Por Jorge Boccanera
Entrar en este libro del poeta Bernardo Reyes es sumergirse en una oscuridad líquida. Lo anegado da brazadas de espanto por medio de un lenguaje escueto -a ratos narrativo- trabajado con artes de orfebrería, a saludable distancia del gesto ampuloso y los anaqueles de lo abigarrado. Podría decirse que allí radica la marca de su poesía; en lo conciso, la filigrana y el hilado de la minucia como muescas presentes en títulos de su producción -, Karmazul, Para duendes y sirenas, Grito del solo, Duelo de pájaros mudos, Carta para un hijo imaginario– algunos de ellos espigados para esta breve antología.
En esa noche que es a la vez un estanque sin fondo, flotan borrachos, vagones de trenes que extraviaron su rumbo, frutas mordidas, carpas de un circo pobre, esqueletos de peces, la palabra «nanay» con sus aletas de acariciar y hasta un perro dormido. Pero sobre todo, la deriva de un ser pasmado, absorto, abismado en sus interrogantes.
Guijarros en la boca, Bernardo Reyes, Edición Kindle, Amazon, 62 páginas