Por Darío Oses
La obra de Rafel Chirbes (1949 – 2015) es la que construye la mirada más lúcida de la narrativa la sociedad española post Franco. Cuando se leen reseñas sobre su obra, como la que hizo la escritora Marta Sanz, con ocasión del fallecimiento de Chirbes, podríamos creer que esta se refiere a algún novelista chileno. Sanz dice, por ejemplo, que Chirbes «… acotó la imposibilidad de la buena conciencia de una generación que, obnubilada en una fantasía insalubre de bienestar, se lavó las manos, olvidó sus orígenes, principios y buenos propósitos». Y en efecto, en el mundo literario de Chirbes la corrupción se naturaliza y llega «a formar parte del ADN» de la sociedad.
Sanz agrega que Chirbes se atrevió a desplegar su «pesimismo vitriólico en la época del prestigio del pensamiento positivo, el emprendimiento, la crisis como oportunidad y las escuelas de liderazgo».
La buena letra es una novela en la que el dolor que dejan en una familia la guerra civil y los años del franquismo no se puede mitigar con los carnavales de la posmodernidad y el neoliberalismo. El estado de ánimo que predomina en la novela es el de una exacerbada nostalgia: «… Fueron mi vida. Gente a la que quise. Cada una de sus ausencias me ha llenado de sufrimiento y me ha quitado las ganas de vivir».
Esta es una novela llena del dolor por la desaparición de un mundo irrecuperable, del que solo quedan vestigios. Una de las protagonistas camina por la ciudad en busca de «las escasas construcciones de aquellos años que aún permanecen en pie, e intento recordar cómo eran las que ya han sido sustituidas por modernos bloques de viviendas (…) De mi esfuerzo solo saco sombras en una fotografía quemada».
En fin, el pesimismo fue parte de esta mirada lúcida de Chirbes, sobre una sociedad que cultivó la euforia que se desinfló, dejándonos el paisaje apocalíptico ante el que estamos hoy.
La buena letra, Rafael Chirbes. Barcelona, décima edición en la colección Compactos de Anagrama, 2020.