Por Ernesto González Barnert
Si nos atenemos a la vieja división de los géneros literarios, tragedia, comedia, romance y sátira, este libro de Camilo Godoy Pichón, vibra en esta última nota, con mayor fuerza.
Sin duda, Camilo, viene desde su primer libro jugando a poner la cola al chancho chileno sin perderse como individuo, ahora sí con menos biografía no autorizada, pero más «realpolitik», esa invención alemana de Bismarck para asegurar los equilibrios de los imperios europeos. Así entonces trabaja y embate el poeta & sociólogo, de manera pulcra, breve e incisiva, no sin sorna, el equilibrio poético en las heridas abiertas del país y propias, a modo de espejo. Y juega poéticamente tanto con lo que se dice como con lo que no se dice, a la contra, en el vox populi, con razón o sinrazón, medio a medio en el lenguaje cómodo del statu quo y el poder, los claroscuros de la inteligencia chilena.
Diríamos —con nuestro vigía Enrique Lihn—, que este trabajo se enmarca dentro de lo que hoy entiendo grosso modo como poesía situada, donde Godoy Pichón aspira a ser con ambición y dominio «punta de lanza», en lo que gira en torno al proceso político social que vive Chile, a partir del 18 de octubre, además de la pandemia, 1973, La democracia en la medida de lo posible, etc.
Así con astucia, cariño y burla el poeta rema las aguas tempestuosas de este período de crisis haciéndose cargo de esa habla pública del común, tan alusiva, como es la chilena, no sin angustia y rebeldía y de su propia historia personal, familiar como contrapeso.
De un Chile que despierta este libro es un ejemplo, alguien haciéndose cargo. Donde se nota el dominio y manejo del poeta en los lenguajes que construyen y deconstruyen «el tejemaneje de la realidad local», en las ilusiones y desventuras generales del populo. Sin hablar por los otros, aunque cargándolos familiarmente en los hombros, en este trabajo situado «entre víctimas y victimarios», «ciudadanos y consumidores», «abusadores y abusados», un tipo de poesía al hueso donde también operan grandes poetas como Pepe Cuevas, Carmen Berenguer, Jaime Pinos, Yanko González Cangas, Sergio Rodríguez Saavedra, Andrés Anwandter, Mauricio Redolés, Ángel Valdebenito, Priscilla Cajales o Guido Arroyo, etc. Dada esta expansión terapéutica y civil de la poesía entrometiéndose en el discurso del poder, las macro y micro políticas que nos gobiernan.
Me gusta, sobre todo la mirada sardónica pero sin perder humanidad de Godoy Pichón, de igual a igual, haciendo el aguante casi como nota al pie poética de la situación personal, nacional e internacional. Alzándose líricamente y claramente punzante entre las obviedades y grises de la idiosincrasia local, nacional e incluso internacional, sobre los discursos imperantes o acallados, buscando entender profundamente el «corazón» de esta «Melipilla del universo» como decía Raúl Ruiz, para sumarse en resistencia, agregar su granito de arena en la toma de consciencia que experimentamos como país donde la agenda noticiosa marca la pauta, los lugares comunes son nuestro pan de cada día, la plutocracia chilena —nuestro titiritero en las sombras—, coapta a sangre y fuego el espectáculo, la ilusión de sociedad y estado de derecho.
Un libro trinchera, no me cabe la menor la duda, pero que seguirá ahí mucho después de ganar o perder esta batalla, iluminando cada tanto nuestra “«tormenta de mierda» o «nocturno de Chile» en el marco de la clase media o trabajadora con salvas brillantes como «Imperio», «La invasión Iraní», «dromedarios», «alienígenas ancestrales», «azumagado», «chimichurri», «nubes», «autopista del sol», «al 25», «Messi», «las maras» «Rapa Nui», «Carbonato de litio» y tantos poemas más… antes y después en esta lista al tun tún…, Textos ubicados en las notas de centro como diría un perfumista.
El viejo Homero sabía que cantando a su ombligo uno es universal. Y este poeta logra hacernos creer en esa conexión y ese poder de la poesía desde lo local y personal a modo de breves estampas zancudas, muy cercanas del epigrama grecolatino y del haikú y tanka japonés para hablarnos de lo humano y lo divino, sociopolíticamente, en viajes internos y exteriores, nómades en busca de un sentido mayor…. poético.
Sin duda, muy buen libro, irónico y crudo, donde nuestros deberes y obligaciones para con la construcción de una poesía civil están trabajando día y noche. Con la sátira por estandarte y aliño, para ir hacia ese nuevo Chile de las cenizas y consignas, de los eslóganes y montajes, de nuestros muertos y heridas, entre nuestras humillaciones y postergaciones, que dijo basta, que necesita una nueva carta de navegación. Punta de lanza de Camilo nos ayuda a tomar consciencia, ilumina con acidez risueña, pone en orden las cosas, las noticias de siempre.
Apenas cruce los Andes, toma un ejemplar.