Noviembre 7, 2024

Alberto Rojas Giménez viene volando

 

La primera mención de Valparaíso en la obra de Pablo Neruda, ocurre en el poema «Alberto Rojas Giménez viene volando», del libro Residencia en la tierra:

 

Oh amapola marina, oh deudo mío,

oh guitarrero vestido de abejas,

no es verdad tanta sombra en tus cabellos:

vienes volando.

 

No es verdad tanta sombra persiguiéndote,

no es verdad tantas golondrinas muertas,

tanta región oscura con lamentos:

vienes volando.

 

El viento negro de Valparaíso

abre sus alas de carbón y espuma

para barrer el cielo donde pasas:

vienes volando.

 

Hay vapores, y un frío de mar muerto,

y silbatos, y mesas, y un olor

de mañana lloviendo y peces sucios:

vienes volando.

 

Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro,

y nadie, y nada, sino una escalera

de peldaños quebrados, y un paraguas:

vienes volando.

 

Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo

venir volando bajo el mar sin nadie,

bajo el mar que me habita, oscurecido:

vienes volando.

 

Oigo tus alas y tu lento vuelo,

y el agua de los muertos me golpea

como palomas ciegas y mojadas:

vienes volando.

 

Vienes volando, solo solitario,

solo entre muertos, para siempre solo,

vienes volando sin sombra y sin nombre,

sin azúcar, sin boca, sin rosales,

vienes volando… (fragmento)

 

Alberto Rojas Giménez, poeta y amigo juvenil de Neruda, murió mientras Neruda se encontraba en Barcelona, donde escribió el texto elegíaco en recuerdo de su amigo. En carta fechada en Madrid, el 19 de septiembre de 1934, dirigida a Sara Tornú de Rojas Paz, la Rubia, Neruda le dice:

Te diré que se me ha muerto mi amigo el poeta Alberto Rojas Giménez; Oliverio Girondo lo conoció. Era un ángel lleno de vino: un acompañante ideal para mí y Norah Lange y Amado Alonso. Cuando murió me morí de pena; lloraba mucho con ataques de pena y no sabía qué hacer, porque si hubiera muerto aquí habría estado con él y por lo menos me hubiera consolado. Entonces me fui en Barcelona a una gran catedral de marineros, la Basílica de Santa María del Mar, inmensa, oscura, llena de piedra y de pequeños barcos votivos y de huracanes barrocos. Pero como no sabía rezar fui a buscar a un amigo católico, que rezó en cada uno de los innumerables altares; en la oscuridad sólo ardían los cirios de un metro que compré para mi amigo, en el altar mayor, y yo de rodillas, me sentí contento. Entonces escribí una poesía que se llama “Alberto Rojas Jiménez viene volando”, y que te mando aparte en una revista que la ha publicado.

 

Alberto Rojas Giménez había nacido en Valparaíso, y tuvo una gran influencia en los poetas contemporáneos. Dice al respecto, el propio Neruda:

 

Rojas Giménez nos impuso pequeñas modas en el traje, en la manera de fumar, en la caligrafía. Burlándose de mí con infinita delicadeza me ayudó a despojarme de mi tono sombrío. Nunca me contagió con su apariencia escéptica o con su torrencial alcoholismo, pero hasta ahora recuerdo con intensa emoción su figura que lo iluminaba todo, que hacía volar la belleza de todas partes, como si animara a una mariposa escondida.

 

El encuentro entre Rojas Giménez, Neruda y Valparaíso no es casual. Esta primera aparición del nombre de la ciudad en la poesía de Neruda tiene relación con la profunda amistad que los unió. De hecho, Neruda lo elige como el primero de sus amigos muertos, cuyo nombre escribirá en las vigas del bar de Isla Negra, que además llevará su nombre. Dice Neruda:

 

Era una especie de desenfrenado marinero, infinitamente literario, revelador de pequeñas y decisivas maravillas de la vida corriente. Él me mostró Valparaíso y, aunque su visión era como si nuestro puerto extraordinario estuviera dentro de una botella encantadora, él descubría los colores, los objetos y hacía de todo algo irresistiblemente novelero.

 

Ven a ver Valparaíso desde La Sebastiana, la casa que Neruda compró en 1959, que inauguró el 18 de septiembre de 1962, con una fiesta donde invitó a sus amigos vivos y recordó a sus amigos muertos, entre ellos, Alberto Rojas Jiménez.

 

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