Noviembre 7, 2024

Chilenos en la escena del Premio Nobel de Pablo Neruda

 

Por Darío Oses

 

Los testimonios de algunos de los chilenos que estuvieron cerca de Neruda cuando se hizo el anuncio y luego cuando recibió el Premio Nobel, aportan detalles valiosos para reconstruir este momento que marca la cúspide de su carrera literaria.

Pero ese no fue un tiempo solo de apoteosis, porque, como lo hace notar Volodia Teitelboim, el poeta estaba enfermo y al país lo habían enfermado.

 

Jorge Edwards había llegado en marzo de 1971 a asumir el cargo de Consejero de la Embajada de Chile en Francia, casi al mismo tiempo que Neruda asumía como embajador. En cuanto esto ocurrió, el poeta fue asediado por una fauna humana que Edwards  describe en su artículo «Los duendes escandinavos» publicado en la revista Ahora del 23 de noviembre de 1971.

 

Prólogo al Premio Nobel

Edwards anota que en la Embajada chilena poco a poco iba mermando  el asedio: «Los periodistas que no habían conseguido su cuarto de hora con Neruda comenzaban a deponer las armas. Los infaltables turistas revolucionarios ansiosos de dar sus consejos a la “experiencia chilena” amainaban. El número de los majaderos, de los que intentaban exponer su verdad, mostrar su obra incomprendida o simplemente lamentarse de la injusticia del mundo ante el poeta embajador, comenzaban a decrecer».

Se produjo entonces una especie de tregua, una quietud transitoria que hizo renacer en el poeta su esperanza de que podría disponer de algún tiempo para escribir mientras era embajador. Pero se estaba preparando un temporal de grandes dimensiones.

En los diarios de París apareció la noticia del otorgamiento del Nobel de Química. Sobre el de Literatura no se decía nada. «Las listas de nombres en que desde hacía años figuraba Neruda parecían archivadas —escribe Edwards— Esta vez, dentro de la rotación geográfica, podía tocarle a algún escritor de Australia o de Arabia Saudita. No se sabía. El asunto, por lo demás, no había sido tema de conversación en la Embajada de Chile».

 

La llamada del duende

Entonces Edwards recibió una llamada de Finlandia y reconoció la voz de lo que él llama «un duende nórdico», este duende era femenino y diagnosticaba con un 90% de probabilidad , que ese año, en la Academia sueca, Neruda reuniría por fin los votos necesarios para ganar  el Nobel.

Y así fue.

La tregua estaba terminando y en el horizonte empezaba a insinuarse un tiempo de mucho ajetreo.

El escritor Luis Enrique Délano, era embajador de Chile en Suecia en esos días. Llevó un diario en el que registró, entre otras cosas, cómo vivió en Estocolmo el anuncio del Nobel a Neruda. En la mañana del 20 de octubre de 1971 lo llamó el escritor español Paco Uriz que entonces trabajaba para la Radio y TV suecas. Uriz pidió algún disco con la voz de Neruda. Lo necesitaba para un programa de radio. Délano le preguntó si esa petición se relacionada con el Nobel. Paco respondió afirmativamente, aunque aún no había certeza absoluta. Pero las probabilidades de que iban a otorgárselo a Neruda eran ya del 99,9%.

Además, un periodista con quien se encontró en Uppsala le había dicho a Délano algo parecido. A eso se sumaba que algunos periódicos suecos empezaban a poner a Neruda en el primer lugar entre los candidatos.

 

Desvelos del embajador

Con todos esos antecedentes, a la 1 de la tarde, 24 horas antes de que se anunciara el nombre del ganador, Délano mandó un telegrama cifrado a la Cancillería chilena, en el que decía que era casi seguro que Neruda sería el ganador. «Casi» porque la Academia sueca solía dar sorpresas respecto de ese premio. Como fuera, Délano casi no durmió esa noche pensando en que su telegrama podía ser precipitado.

El jueves 21, el embajador Délano anota en su diario que «Mario y la señora María (dos funcionarios de le embajada) se fueron a la Academia Sueca para estar presentes cuando se anunciara el Premio Nobel». Él se quedó pegado a la radio. Anota: «A la una en punto el señor Girow, secretario perpetuo de la Academia, anunció que Pablo Neruda era el favorecido. Inmediatamente llamo a Chile, pero el Ministro Almeyda no está en el Ministerio o no puede atenderme. Hablo con Aníbal Palma, subsecretario. Está muy feliz y me dice que en este momento las radios empiezan a hablar en Santiago de este triunfo de Chile».

 

Diarios llenos de Neruda

En su diario Luis Enrique Délano apunta que el viernes 22, amaneció lloviendo y que «Los diarios vienen llenos de Neruda». Agrega que «A los otros premiados se les destina menor espacio. Se equivocó Alfred Nobel cuando puso al de literatura como el último de los premios (…) La verdad es que es el primero. Es el que tiene mayor resonancia, el único que conmueve al hombre de la calle. Porque mientras el común de la gente sabe poco de las experiencias con el átomo o los milagros con la biología actual, por lo menos alguna vez ha leído un libro  de Selma Lagerlöf, de Sartre, de Hemingway  o de Neruda».

No hay que perder de vista que Délano escribió esto hace 50 años. Hoy ha cambiado mucho la relación de la lectura no solo con el hombre de la calle, sino de toda la sociedad chilena.

El lunes 6 de diciembre, Délano escribe que fue al aeropuerto de Arlanda a esperar a su amiga, la escritora Virginia Vidal, redactora de la sección cultural del diario El Siglo.  Como en ese momento se encontraba en Rumania el diario la destinó a Estocolmo.

Virginia Vidal fue la única periodista chilena que concurrió a la ceremonia de entrega del Nobel. En una crónica para el diario El Siglo describió así la llegada del poeta a Estocolmo: «Aterriza el avión. Baja Neruda, macizo, sonriente. Detrás de él, la figura delgada de Matilde, sus ojos enormes, su sonrisa ancha». En la capital sueca son las cuatro de la tarde, ya ha caído la noche y también las primeras nevadas que empiezan a blanquear el paisaje.

Un periodista le pregunta por sus hobbies. –Conchas, modelos de barcos, libros viejos y zapatos viejos – responde el poeta. Luego inquieren sobre qué va a hacer con el dinero del Nobel. – Pregúntenle a mi mujer, se escurre el poeta.

Virginia Vidal cita el testimonio de la escritora y traductora al sueco de varios poetas chileno, Sun Axelsson quien afirma que el Nobel para Neruda fue muy bien acogido por los medios de la cultura en Suecia, no así por «algunos burgueses de otros países de Europa» que critican al poeta por no ser «un comunista perfecto» y «se creen con derecho a ser los rectores de las conciencias comunistas».

 

La salud de la poesía

Le preguntan socarronamente al poeta si le gusta ser embajador.

Neruda replica que él vive en una sociedad que está en transformación y que cumpliendo con sus deberes de embajador de esa sociedad, debe someterse a muchas ceremonias, pero no quiere «posar de víctima», por lo que afirma: «Yo gozo con todos los espectáculos. Nadie, sin embargo, puede poner en duda la fidelidad de mis ideas, a mi pueblo, a mi lucha…».

Agrega la crónica  de Virginia Vidal que en la víspera de la llegada de Neruda a la capital sueca la televisión de ese país transmitió un reportaje hecho por Axelsson titulado «El pájaro Pablo», que tomó su título de una especie de autorretrato poético que hizo Neruda en su libro: Arte de pájaros y que dice: «Me llamo pájaro Pablo, / ave de una sola pluma, / volador de sombra clara / y de claridad confusa…».

En esa producción, Axelsson le pide a Neruda su opinión sobre la poesía y la crisis en que según algunos se encuentra este género literario. Responde el poeta: «La gente se preocupa mucho de la salud de la poesía, pero esta no es una señorita de nervios frágiles y de salud delicada».

“Es una campeona. Ha resistido a buenos y a malos poetas. Viene de una familia robusta, de pastores. Viene del pueblo. Tiene una salud que resiste siglos (…) Es la más antigua de todas las artes.”

En su diario Délano también habla de esta producción: «En la tarde vimos en la TV una excelente entrevista a Pablo, a todo color, hecha en París por la poetisa Sun Axelsson. Las preguntas son muy buenas y las respuestas mejores, claras y poéticas. Pero me impresionan la delgadez de la cara de Pablo y sus ojos caídos».

Esta observación da cuenta de la situación ambivalente que estaba viviendo el poeta. Porque mientras asistía a los homenajes y festejos del Nobel, no dejaba de avanzar la enfermedad que lo estaba consumiendo.

El martes 21 de diciembre Délano anota en su diario: «Mucho trabajo en la oficina. Viene a despedirse el coronel Soler, de la FACH, y a presentar a su sucesor, el nuevo agregado aéreo, coronel Matthei». Ya empezaban a aparecer los apellidos vinculados al gobierno militar venidero.

 

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