Por Jorge Etcheverry Arcaya
I
– Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza. Nunca me han gustado los planteamientos que tengan algo de racismo
–Pero no podemos desconocer que como chilenos provenimos de un conjunto de determinantes que escapan a nuestras manos. Accidentes geográficos, una dilatada costa, un par de cordilleras, tocar el trópico y el polo
–Nos hemos preguntado al redactar estos prolegómenos, suspendiendo el lápiz sobre la hoja de papel cubierto de líneas horizontales, por lo que hizo a los araucanos resistir por tantos siglos a los conquistadores
–No nos ha sido negado como pueblo el brillo doble, como la luna reflejada en un charco, de algunas victorias militares, de las realizaciones culturales a nivel universal
– Las convulsiones sociales, los mártires, la utopía casi al alcance de la mano. Estrangulada con el propio cordón umbilical. Abandonada en los baldíos de la historia
–La impresión que he tenido siempre es la de una especie de almácigo que necesita bastante agua y mucho sol para dar fruto
Bajo la apacible superficie de la tierra se gestan vastos movimientos
– Las clases pudientes creen a veces percibir ese rumor subterráneo entre ronquido y temblor de tierra. Que no los deja
dormir tranquilos, los hace paralizar la copa entre los dedos en medio de fiestas y reuniones sociales, con la mirada fija y como ausente
Como si un pájaro tan enorme como invisible y siniestro hubiera pasado haciendo atravesar todo el Barrio Alto de Santiago por el perímetro de una punta de sus alas
– Así de vastos y lentos, mudos durante décadas, como niños muy sanos, de gestación larga, que de pronto se lanzan a caminar
–Así de profundos y terribles suelen ser, no ya los movimientos sociales, sino incluso sus anuncios
–Ciertos desplazamientos de estructuras de poder, algunas manifestaciones culturales
No son más que el anuncio de esos movimientos subterráneos
–Como si la tierra cerca del polo Sur fuera una mujer que duerme el sueño profundo de la pesada digestión de acontecimientos históricos, luego de ingerir una buena cantidad de cauces de sangre
En la costa la mar se torna roja. Las gaviotas sobrevuelan en círculos, alborotadas
– Sus venas dejan circular esa lava ardiente que calienta su piel. Sus dedos se mueven espasmódicos en forma refleja y se queja en sueños
– Que son la vasta urdimbre de dichos, sentencias y refranes, la música creada y la poesía escrita en los cuatro rincones de
Santiago, en el extremo Norte, plano y desértico, en el extremo Sur, helado, angular y diseminado en islas
– Somos un pueblo extrañamente dotado por la naturaleza. Gozamos de una gran facilidad de adaptación a otros países, pero nunca nos mimetizamos
El carácter aventurero, el laconismo del Sur, la calma británica de algunos en el puerto, el habla rápida del Norte, su afición por la comida simple y abundante
La belleza en la mujer, los ojos rasgados oliváceos, la espesa mata de pelo, la sensualidad, los ángulos faciales
Mucho antes de la explosión feminista en Norteamérica, una flor de pétalos ambiguos, muchas señoras santiaguinas anuladas, separadas
Como lienzos que protegen girasoles incipientes contra los embates del sol y el hielo de la helada velan por el crecimiento de hijos después lanzados al mundo a cumplir las diversas tareas de los hombres
Justicia Espada fue la primer mujer ingeniera de Chile. Magaly Honorato fue la primera torturada y muerta en una cárcel a principios de la década de los setenta
Las innúmeras mujeres mestizas de ojos grandes y amplio regazo proyectan su estirpe desde la Araucanía, desde el perfil anguloso de Inés de Suárez, desde el mito vestido de neblina y pelo rojo de La Quintrala
Se levanta la Violeta Parra en vuelo cantante enredando en su despegue varias otras figuras matriarcales. La Gabriela Mistral niña la mira pasar sobre un cerco de piedra en el Norte Chico, mientras camina hacia la Escuela Pública de delantal blanco y con chapes
El regazo de las señoras gordas mantenedoras de vastas familias que crecen tomadas de sus faldas con manitas chicas como pintadas por Pedro Lobos, y ojos obscuros vueltos hacia arriba en maravilla, se mancha de sangre con los acontecimientos históricos
En Coipué región del Maule, la señora Marta junto a sus hijos de pura estirpe española conservada en el jardín botánico del boldo y el espino, con un marido trabajador y borroso es el centro del poder y la vida social
Reúne cantoras y capataces en su casa de adobe de inescrutable fondo, techo lejano y ventanas diminutas
La Nilda Silva que en paz descanse trabaja de aguatera a los siete años. Se matricula sola en la escuela de los curas, ve la mar por primera vez en Tal Tal, se echa boca abajo al suelo temblando de maravilla
Cría 15 hijos y allegados. Cuida de un esposo ángel caído que sueña y musita con tesoros, que desarrolla una escultórica que es una filigrana de chatarra
Defiende a sus hijas de la prostitución con la biblia y el leño. Se muere bendiciendo a enemigos. La Parte Alta de Coquimbo se enluta
La Nana Arcaya sale de la mansión, no asiste a los bailes de sociedad, cuelga a los veinte años las zapatillas de ballet cuando Ibáñez relega al coronel su padre a Juan Fernández
Trabaja por décadas y cría dos hijos que no llegan a apagar
cierta nostalgia
Pero antes las machis retuercen una posesión convulsa, como por arte de magia se sostienen en vilo en la copa del canelo, uniendo esa raza de cara ancha y torso fuerte, de voz aguda de pájaros, con el cielo, la tierra, el sol y las montañas
Atraviesan la Cordillera los Collela Ché, que son pájaros multicolores que sostienen en vilo a su reina por los aires, una niña de siete años
Entonces los conquistadores desganados, desplazados del Perú opulento por riñas intestinas entre jefes, barbudos, en harapos, los arcabuces mohosos, se desparraman hacia el Sur en las garras de una cansina avidez
Sus ojos interiores acarician las leyendas de la Ciudad de los Césares y el cuerpo de las indias mientras se derraman rumbo al Valle Central y luego al extremo Sur
Mientras sus barraganas cocinan para ellos en improvisados fogones, y dejan secar la pólvora mojada por la última lluvia jugándose a los dados los cuatro extremos del mundo
–Han ido sembrando su estirpe doquiera se asentaban sus campamentos dejando hijos de mirada sensible y perpleja
Los cielos del Sur se estremecen en turbulencia mientras avanzan por ciénagas y selvas esas máquinas de cuatro patas cuya parte superior es de metal y escupe fuego
Para algunos Emisarios de Dios la región es el vértice inferior de un triángulo con una punta hundida en el pecho de la divinidad y la otra en la Corona de España
Ellos más tarde harán el inventario de las voces del idioma despreciado mientras discuten la teología en una atmósfera que
huele a bosta de caballo
400 mil conquistadores yacen fertilizando esa región llamada La Frontera
En los últimos años del siglo diecinueve Bulnes lanza una campaña de exterminio de araucanos. Se cruza la frontera. Se pasa a cuchillo a los mayores de ocho años
Ya que antes por dos días Caupolicán cargó un enorme leño a las espaldas. Ahora sus hijos cargan sacos de harina en las panaderías
Lautaro hizo labor de inteligencia, aprendió técnicas militares, incorporó a la lucha el caballo
Luego de serle amputadas las manos, Galvarino peleó con los muñones
Como una sementera de granos morenos arrasada a fuego que no puede quemar sus raíces se sienta esa gente a la espera en las gradas del Edificio de la Gobernación
Quinientos años no es mucho para quien mide su tiempo en estaciones y cataclismos naturales
Discurren los indios entre sus rucas en la tierra húmeda y fértil de Arauco, cuidando rebaños de gallinas que ponen huevos azules o verdosos, alimentándose de harina con agua, criando hijos de voces agudas que hablan con los pájaros y un buen día emigran a las ciudades a buscar trabajo
Manos y pies pequeños, bien formados, torso recio, ojos grandes
y pardos, el pecho levantado y la voz cantarina, la habilidad para la orfebrería y el papel indiscutible de la mujer en la religión y la vida social
El mal metabolismo para el vino
Hunden firmemente los pies en los pastos húmedos del Sur. Las cifras oficiales disminuyen el número de la población indígena. Ellos se aprestan a esperar otros dos de siglos en el mejor de los casos
* Jorge Etcheverry Arcaya, nacido en Chile, vive en Ottawa, Canadá. Perteneció al Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas chilenas de fines de los 1960. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido, poemas, Chile, 2017; Los herederos, novela de ciencia ficción, 2018; Canadografía, antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017; Samarkanda, poemas, Canadá, 2019; Outsideres, narraciones en inglés, 2020. Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena, Chile, 2018; Antología de la Revista Entre Paréntesis, de Chile, 2018; Antología de la poesía chilena de la última década, (Chile, 2018), Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria, Bolivia, 2019; Historia militar en verso y ciencia, Bolivia, 2021; Anthologie de poésie chilienne. 26 poètes d’aujourd’hui, Francia, 2021. Es colaborador de la revista Entreparéntesis, de Chile y Embajador en Canadá de Poetas del Mundo