Noviembre 14, 2024

El Nobel y la consagración de Neruda como poeta nacional y popular

 

Por Darío Oses

 

Con el Premio Nobel la identificación de Neruda con el pueblo chileno alcanzó su mejor momento.

En ese tiempo Chile vivía una polarización política extrema y aun cuando Neruda era uno de los paladines del gobierno de la Unidad Popular, se produjo una especie de tregua y cierta unanimidad en celebrar el galardón que el poeta había ganado en Estocolmo.

 

“Es toda la nacionalidad la que se siente incorporada a este reconocimiento mundial a uno de sus hijos más preclaros – comentaba el diario Puro Chile y agregaba que desde el Presidente de la República, las dos ramas del Congreso Nacional y el Cardenal, “hasta los futbolistas, los más humildes ciudadanos y los niños sienten este Premio como incorporado al escudo de la patria.”

Puro Chile resaltaba este unánime entusiasmo contrastándolo con la solitaria negativa a opinar del ex Presidente Gabriel González Videla que en 1948 había perseguido a Neruda, luego de que el poeta fuera jefe de propaganda de su campaña electoral. Un periodista de ese diario lo llamó al teléfono de su casa. González Videla contestó que estaba alejado de toda actividad pública y que no quería aparecer haciendo declaraciones.

 

En el cambiante imaginario nacional

Como bien hace notar la estudiosa María Luisa Fischer, Pablo Neruda ocupa un lugar en el imaginario nacional, tanto en el de los escritores e intelectuales como en el del ciudadano común y corriente. Este imaginario es cambiante, y como advierte Fisher el otorgamiento del Nobel es “un momento clave en que se expresa el vínculo del poeta con los chilenos.”

El Chile todavía insular de aquellos años era – y en alguna medida sigue siendo – sensible a los reconocimientos que obtenían sus hijos en el mundo: a los triunfos y derrotas de sus equipos en torneos internacionales, al éxito de sus artistas populares y de sus deportistas en el extranjero, y también al renombre mundial que ganaron algunos de sus grandes creadores e intérpretes. Así, aquel chileno de la calle, aunque supiera poco de poesía o de música docta, se reconoció en esos otros campeones mundiales, como Arráu. Mistral y Neruda.

 

El poeta postergado

Como el mismo poeta lo dice en sus memorias, su Premio Nobel “tiene una larga historia”. Luego comenta que “…estaba aburrido de ser mencionado cada año, sin que las cosas fueran más lejos. Ya me parecía irritante ver aparecer mi nombre en las competencias anuales como si yo fuera un caballo de carrera. Por otro lado los chilenos, literarios o populares, se consideraban agredidos por la indiferencia de la Academia sueca.”

En efecto, Neruda apareció por mucho tiempo como el poeta largamente postergado e injustamente puesto una y otra vez en lista de espera. De este modo, el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura de 1971 fue percibido en Chile, por muchos, como una especie de deuda que finalmente se saldaba. Uno de los titulares de primera página anunció la noticia con la exclamación: “¡Al fin Pablo!” El diario La Prensa de Santiago, publicaba un artículo sobre las opiniones recogidas en la calle, titulándolo: “Galardón que Neruda merecía hace mucho tiempo.” El escritor y senador Volodia Teitelboim dijo: “… la justicia tardó pero llegó. El más grande poeta contemporáneo ha recibido un premio que merecía desde hace treinta años.”

 

Cuecas por el Nobel

Otros periódicos calificaban el Premio como: un orgullo y una honra para el país, y un “Triunfo de todo el pueblo de Chile”.

Los diarios hablaban también del segundo Premio Nobel que Neruda le había dado a la patria. El país hizo suyo el Premio. De este modo el otorgamiento del Nobel se convirtió en el momento en el que al poeta se le reconoce la más profunda pertenencia a la nación y al pueblo de Chile, al que había dedicado buena parte de su poesía. Un titular lo califica como “lo mejor de Chile”. En el balneario de Isla Negra se embanderaron las casas. El diario El Siglo del domingo 24 de octubre titulaba su primera página con una decisión de los pobladores del campamento que llevaba el nombre del poeta, y que decía: “Neruda: bautizaremos nuestras calles con tu poesía para vivir en ellas con amor.” El diario informaba también que al enterarse de la noticia los pobladores bailaron cuecas toda la noche a la luz de fogatas.

 

Poeta nacional y popular

En sus memorias, Neruda anota: “Nunca pensé, cuando escribí mis primeros solitarios libros, que al correr de los años me encontraría en plazas, calles, fábricas, aulas, teatros y jardines, diciendo mis versos. He recorrido prácticamente todos los rincones de Chile desparramando mi poesía entre la gente de mi pueblo.” Luego relata su experiencia de leer los poemas de su libro España en el corazón en un acto organizado por el Sindicato de cargadores de la Vega. Recuerda el poeta: “Sentados en cajones o en improvisados bancos de madera, unos cincuenta hombres me esperaban. Algunos llevaban a la cintura un saco amarrado a manera de delantal, otros se cubrían con viejas camisetas parchadas, y otros desafiaban el frío mes de julio chileno con el torso desnudo (…) Todos me miraban con los ojos carbónicos y estáticos del pueblo de mi país.”

Después de más de una hora de lectura, el poeta se disponía a retirarse, cuando uno de aquellos trabajadores le agradeció en nombre de todos los asistentes afirmando que “nunca nada nos ha impresionado tanto.”

“Salí a la calle entre miradas húmedas y rudos apretones de mano” – recuerda Neruda y termina preguntándose: “Puede un poeta ser el mismo después de haber pasado por estas pruebas de frío y de fuego?”

Neruda conoció de cerca a los trabajadores, especialmente a los mineros del carbón, del cobre y del salitre y consideraba que era un gran privilegio para un poeta el de haber ido más allá de sí mismo para conocer las vidas, las luchas, las alegrías y sufrimientos de su pueblo y hacer que todas esas voces se incorporaran su poesía.

La alegría con que el pueblo de Chile recibió la noticia del Premio Nobel, fue la consagración de su condición de poeta nacional y popular.

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