“Ha sido enriquecedor poder compartir entre mujeres una verdad muy simple y reveladora: nosotras siempre hemos escrito, incluso en los ambientes más hostiles hemos encontrado en la escritura un medio para ser libres”.
Javiera Cabello
—Javiera, ¿qué ha significado para ti este taller?
Hay una necesidad (que se ha visto evidenciada en los últimos años) de rescatar la escritura de las mujeres. De las que fueron acusadas de brujas y obligadas a quemar sus escritos. De las que tuvieron que firmar con pseudónimos masculinos para poder publicar. De las que nunca pudieron ver sus obras en estanterías de librerías mientras estaban vivas.
Ha sido enriquecedor poder compartir entre mujeres una verdad muy simple y reveladora: nosotras siempre hemos escrito, incluso en los ambientes más hostiles hemos encontrado en la escritura un medio para ser libres.
Las mujeres no somos un colectivo oprimido ni una minoría que hay que representar a través de un cuoteo al momento de legislar. Las mujeres somos más de la mitad del mundo. Cualquier visión o análisis que no nos integre resulta resulta defectuosa.
Si lo vemos desde esta perspectiva, destacar, publicar y difundir las obras de las mujeres no es un favor, es una medida reparatoria ante un silencio que se nos impuso por el simple hecho de nacer con nuestro sexo.
—¿Cuál es tu visión de la escritura hecha por mujeres y cuáles son los desafíos en lo que tenemos que mejorar como sociedad y como escritoras y escritores en este camino?
Creo que la escritura de mujeres es estremecedora por su simpleza, por la ausencia de pretensión. Escribimos aunque nunca fuimos especialmente alentadas a hacerlo, aunque prácticamente todos los clásicos que leímos en el colegio eran de autores masculinos, escribimos en diarios de vida que escondíamos por temor a que fueran leídos, escribimos aunque nunca pensamos en ser publicadas, escribimos a pesar de que las mujeres que ganaban premios de literatura eran la excepción y no la regla. Escribimos porque la literatura, o la poesía como diría Audre Lorde, no es un lujo, es una necesidad vital.
—¿Cómo fue tu proceso y camino para llegar a atreverte a asumir este desafío?
Hace un tiempo empecé a preguntarme qué define o quiénes definieron los libros que pertenecen a la categoría de clásicos. Y por qué si habían increíbles obras escritas por mujeres, solo de forma excepcional eran consideradas a la altura de un “clásico”.
Los factores que influyen en esta situación son variados: la academia estaba ampliamente dominada por varones, las mujeres no tenían permitido habitar el espacio público del mismo modo en que lo hacían hombres, la educación formal que recibimos hasta hace apenas unas décadas iba enfocada a formarnos como dueñas de casa más que como seres creativos y libres.
Toda esta situación me parecía una injusticia absurda y dolorosa. Las mujeres escribimos, de eso no me cabía duda, pero ¿por qué no las estudiábamos? ¿por qué los talleres literarios dedicaban -si es que- apenas una ínfima parte de su programa a enseñarlas?
Hace un tiempo estoy pensando que una debe ser el cambio que quiere ver en este mundo. Somos nosotras (todas, cualquiera), las llamadas a tomar las riendas y a atrevernos. Empecé a pensar: no puedo esperar que alguien más haga esto. Yo soy mujer, soy feminista, soy lesbiana, soy escritora, soy periodista. Amo a mujeres, leo a mujeres, construyo con mujeres, ¿qué más necesito?
Pero tenía miedo, dudaba de mis capacidades, no de mis ganas. Dudaba de mí, de mis credenciales. Pero me repetí una y otra vez “debemos ser el cambio que queremos ver”. Además me obligué a pensar una y otra vez que lo peor que podía pasar era que no pasara nada.
—¿Qué ha sido lo más importante o revelador que has descubierto en esta experiencia?
Con este taller logré confirmar algo que llevaba pensando desde hace tiempo. Los espacios de mujeres son necesarios. Y no como un método de exclusión de los hombres sino como una instancia para reconocernos entre nosotras como pares. Y es que no importa lo distintas que sean nuestras vidas, todas hemos sido cruzadas por la experiencia de vivir en el patriarcado.
También al leer los textos de las mujeres del taller me di cuenta de que el arte, la vida, la fuerza creadora, está en nosotrAs. Quizás por eso las religiones se tuvieron que inventar dioses para explicar algo que en verdad era muy simple, porque no quisieron ver, o no toleraron la idea, de que la vida, de forma literal y simbólica, viene de las mujeres
—¿Por qué sientes que estos espacios, abiertos, libres y gratuitos, son necesarios e importantes?
Es importante poder democratizar el acceso al conocimiento y como feminista no creo en vendérselo a otras mujeres. Haber cobrado por este taller iría en contra del objetivo mismo del taller: que las mujeres conocieran a otras mujeres que nos precedieron en la escritura.
Javiera Cabello es mujer, lesbiana, feminista radical.