Septiembre 16, 2024

Malú Urriola: «La poesía siempre se está pensando en la cabeza de cada poeta»

 

«La poesía está viva. Allí donde abunda el desastre, emana también la poesía (Diótima) como un canto liberador, transmutador del foco de la mirada, compartirla, leerla, trabajar en pos de la escritura de otros, es el ejercicio menos narciso de ser escritor».

Malú Urriola

 

—Malú, ¿qué ha significado para ti este taller?

El taller ha sido una importante instancia de repensar y afinar los libros que están escribiendo las, los, poetas. 10 muestras de buenísimos libros que fueron seleccionados entre más de 150 postulaciones.

El 2020 por la pandemia, el taller no se realizó, y este año fue una alegría ver el entusiasmo de los y las poetas. Ha sido un privilegio y un honor que estos 10 poetas de pluma inteligente: Victoria Ramírez, Diego Andreu, Laura Molina, Álvaro Becerra, Alexander González, Roberto Maldonado, Sara Viloria, Valentina Paillaleve, Camila Ramírez y Víctor Campos nos hayan confiado la lectura de sus libros y por otro lado escuchar sus apreciaciones sobre poesía, amplia de todas maneras el lugar desde donde se está pensando la poesía hoy. Comentar los trabajos entre todos, dejando de lado el tic competitivo neoliberal, por la colaboración y la critica constructiva. Colaborar de manera grupal e individual para que el libro de cada integrante alcance el brillo que uno desearía para el propio. Creo que ha sido un desafío que nos empeñamos en cumplir jornada a jornada. Por otro lado realizar este taller en compañía del poeta Francisco Martinovich lo hace aún más gozoso. Francisco es un poeta muy inteligente, de pensamiento fino y muy generoso en la entrega de sus saberes y muy organizado, entonces la verdad es un privilegio más.

 

—¿Cuál es tu visión de la poesía actual y cuales son los desafíos en lo que tenemos que mejorar como sociedad y como escritoras y escritores en este camino?

La poesía está viva. Allí donde abunda el desastre, emana también la poesía (Diótima) como un canto liberador, transmutador del foco de la mirada, compartirla, leerla, trabajar en pos de la escritura de otros, es el ejercicio menos narciso de ser escritor. Creo que ampliar las lecturas, compartir los saberes y escribir es el mayor desafío en un mundo que te resta permanentemente el tiempo para pensar, porque escribir es pensar.

—¿Cómo ha sido el proceso de realizar estas clases en la virtualidad y cuáles los aprendizajes que has tenido?

La virtualidad tiene muchas desventajas pero también ventajas. Una, paradójica, es la cercanía -dada quizás por el primer plano de los rostros- en que puedes establecer una conversación cara a cara y por ello, más íntima. Puedes darle el tiempo a los poemas, el silencio a la lectura, que en la vida física a veces se ven menguados por el ruido y la premura de la partida. En estas sesiones hemos trabajado intensamente con cada una, uno de los poetas de manera individual y en conjunto. El mayor aprendizaje ha sido constatar lo en serio que se toman la poesía y la escritura, pese a la pandemia y los obstáculos dramáticos de la vida misma, hay un pulsión de escritura rebelde y revitalizante.

—¿Qué ha sido lo más importante o revelador que has descubierto en esta experiencia con las y los jóvenes escritores?

Que la poesía siempre se está pensando en la cabeza de cada poeta, se vuelven a reformular sus técnicas, se funden géneros, se levantan preguntas sobre la humanidad que son esenciales para repensar nuestra especie pedestre. Las miradas sobre la ciudad, la poesía, la vida y el lugar menospreciado que como jóvenes les ha toca ocupar en esta debacle que estamos viviendo y pese a ello, su fuerza, su alegría, su pluma joven e indomable.

—¿Por qué sientes que estos espacios, abiertos, libres y gratuitos, son necesarios e importantes?

Los gobiernos debieran financiar la cultura de sus jóvenes. Pero ya que no lo hacen los gobiernos, me parece de absoluto necesario que lo hagan las fundaciones y organizaciones literarias. En este sentido se agradece que Jaime Quezada y Floridor Pérez y la Fundación Pablo Neruda en 1987 hayan pensado y generado este espacio que durante 35 años ha democratizado y fortalecido la pluralidad de importantes voces poéticas que han salido de este taller y que están siendo y serán -no me cabe duda- grandes poetas de Chile.

Malú Urriola (Santiago, Chile, 1967)

Autora de Piedras rodantes (1988), Dame tu sucio amor (1994), Hija de perra (1998) reeditado en 2009 en Venezuela, 2010 Argentina, 2017 en México y el 2021 en España. Nada (2003) Bracea (2007), La Luz que me ciega, en coautoría con Paz Errázuriz (2010), Las Estrellas de Chile para ti (antología, 2015), Cadáver Exquisito (2017). La Luz que me ciega, trabajo multimedial de fotografía, video y poesía, realizado junto a la fotógrafa y Premio Nacional, Paz Errázuriz, es expuesto en la Bienal de Venecia el 2015. Ha recibido los premios Pablo Neruda 2006 y la beca John Simon Guggenheim 2009 entre otros. Ha participado como escritora invitada en las universidades de Harvard, Princeton, Georgetown, Maryland, Washington y Universidad de New York y dictado talleres literarios para jóvenes y niños en el Festival de la Palabra de San Juan Puerto Rico. Master en guión, Factoría del guión en Madrid, España. Académica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Dirige el Taller de la Fundación Pablo Neruda para jóvenes becarios. Trabaja como guionista de televisión y cine.

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