El 21 de octubre de 1971, temprano en la mañana, Pablo Neruda llamó por teléfono a Salvador Allende desde la Embajada de Chile en París. Quería comunicarle personalmente, y antes que lo anunciara la Academia Sueca, que había obtenido el Premio Nobel de aquel año.
Allende lo invitó a celebrar un nuevo aniversario de su gobierno, el 5 de noviembre. Sin embargo, por motivos de salud, Neruda no viajó a Chile hasta un año después.
Este es el discurso que Allende pronunció en noviembre de 1971, celebrando la obtención del Premio Nobel:
Estimados compatriotas:
El Premio Nobel de Literatura ha sido otorgado a un chileno, a Pablo Neruda. Este galardón, que incorpora a la inmortalidad a un hombre nuestro, es la victoria de Chile y de su pueblo, además de América Latina.
Esta extraordinaria y significativa distinción pudo y debió haberla alcanzado Neruda hace años, esto sin detrimento de la obra o el mérito literario de los que lo obtuvieron.
Sin embargo, en este instante es para nosotros también una obligación, junto con destacar que Chile es tierra de poetas, traer hasta nosotros el recuerdo de esa mujer que alcanzara también el premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, señalar que en el trasfondo de la obra de ambos hay un profundo contenido humano y social.
Por cierto que no es ésta la oportunidad de señalar o bosquejar aunque fuera en forma muy somera la obra de Pablo Neruda, cuya prodigiosa imaginación alcanza todos los aspectos de la vida del hombre, quiero destacar que nada ha escapado a la imaginación de este poeta nuestro. Sus libros y sus poesías están traducidos desde hace tiempo a todos los idiomas. Sin embargo, es útil decir que éste es el premio al poeta comprometido con su pueblo, el que ha paseado por sus versos una fase significativa de su tarea; por eso es natural que en esta hora sea el pueblo el que con mayor alegría festeje a su compatriota, a su hermano.
Neruda, un humanista esclarecido que ha narrado con belleza la inquietud del hombre ante la existencia; por la poesía de Neruda pasa Chile entero, con sus ríos, con sus montañas, sus nieves eternas y tórridos desiertos, pero por sobre todas las cosas, está el hombre y la mujer y por esto está presente el amor y la lucha social.
Reitero que es para nosotros la distinción otorgada a Neruda, la distinción que alcanza a Chile, a todos los chilenos. Es indiscutiblemente un sentido nacional y patriótico justo el que en este instante expresa por mi intermedio, su satisfacción.
Sin embargo, no se puede dejar de señalar que Pablo Neruda, Embajador del Gobierno del Pueblo en Francia, ha sido durante toda su existencia un combatiente con una firme posición ideológica, militante de uno de los partidos que integran la Unidad Popular y miembro activo de él.
Personalmente tengo motivos muy especiales para sentirme en este instante conmovido por esta distinción que se otorga a Pablo, con quien durante tantos años participara en los combates populares. Fue compañero de muchas giras en el Norte, Centro y Sur de Chile.
Siempre recordaré con emoción cómo el pueblo que escuchaba nuestros discursos políticos escuchaba con emoción y en silencio expectante la lectura que hacía Pablo de sus versos. Qué bueno fue para mí ver la sensibilidad del pueblo, y cómo los versos del poeta caían en el corazón y la conciencia de las multitudes chilenas.
Por eso, desde aquí le envío el abrazo fraterno del pueblo de Chile por mi intermedio. Se reconoce la calidad del poeta Neruda, a nuestro país con su Gobierno Popular y al Partido Comunista de Chile.
En un hecho que enaltece a un hombre que es Embajador de Chile en Francia, representando la palabra del Gobierno Popular.
Estamos entusiasmados porque se reconoce, repito, al poeta su calidad, pero también otras cuestiones. Yo creo que la alegría es unánime.
La última vez que se vieron -Pablo Neruda y Salvador Allende- fue el 12 de julio de 1973, día en que Neruda cumplió 69 años. Faltaba menos de un mes para el golpe militar. Recuerda Hortensia Bussi:
Cuando lo visitamos por última vez, viajamos desde Santiago a Isla Negra en helicóptero. Era el 12 de julio de 1973. Pablo se encontraba enfermo, en su enorme cama mirando al mar, pero estaba muy animado y contento ese día. Incluso nos estuvo conversando sobre los preparativos para celebrar en grande sus 70 años.
Casi al final de su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, Neruda se refiere a los deberes del poeta:
Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales…