Por Fernando Arabuena
El aromo comienza a parir ese amarillo que precede a la primavera, pero en Cauquenes aún llueve y probablemente lloverá la quinta medianoche de julio.
Luis Omar Cáceres pronto volverá a nacer, pero ya nada es igual; los terremotos han transfigurado una provincia celosa de un parto, y entre sus papeles sólo una nota nos lleva a una dirección: «Chacabuco 64» , un lugar distinto que parece lindar con la inmadurez del tiempo, muy cerca de la vieja plaza que quisiera contarnos algo de un pueblo de 1904.
Entre viejos documentos personales digitalizados, rescatado por la Biblioteca Nacional el 2011, suena la Chaconne de Bach anotada en sus partituras de violinista. Y más allá, en las odres tempranas que maceraron al poeta , encontramos los primeros poemas inéditos «… de aquel que fue demasiado lejos en el corazón de los hombres y en su propio corazón …» Porque la senda de este poeta visionario, fue la vía dolorosa de quien busca la totalidad trascendente, orgulloso de las soberbias esperanzas, purgando la realidad fragmentada junto a su ejército de visiones. Vida y liturgia de una batalla perdida, más no en la poesía, que terminó en ese vuelo supremo que nos describiera Acevedo Hernández en 1943, año de su muerte.
Mientras tanto , y a días de su eterno nacimiento, aún esperamos el libro de Víctor Pueyes Zúñiga, para imaginar los viejos muros de esa casona, lindante a una iglesia redentorista , donde vivió, donde sucedió y sucede la escritura de esos manuscritos tempranos, en su provincia natal.
Y seguimos buscando a ese «…animal poético,alucinado, pronto a la fuga…» de quien nos habla Volodia Teitelboim. Al poeta que «…Tenía una extraña forma de recitar, de pronunciar las palabras, saboreándolas, paladeándolas casi,…» que nos relata Serrano. Al quien «Llegó hasta la obsesión en su afán de precisar la forma concreta con que veía, …» según Anguita. Al poeta en la voz de Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, Teófilo Cid, Andrés Sabella, Pedro Lastra,Pedro Ignacio Tapia León, Manuel Naranjo Igartiburu, María José Cabezas Corcione, Víctor Pueyes Zúñiga , Acevedo Hernández, Pablo de Rokha, o del mismo Huidobro con el único prólogo que realizara a un poeta:
«Estamos en presencia de un verdadero poeta, es decir, no del cantor para los oídos de carne, sino del cantor para los oídos del espíritu.
Estamos en presencia de un descubridor, un descubridor del mundo y de su mundo interno. Un hombre que vive oyendo su alma y oyendo el alma del mundo… Aquí tenéis ahora “eslabones herméticos hablándose al oído” y hablándoos al oído “en un solo éxtasis de aire”.
Detrás de tus ventanas la poesía cruza el universo como un relámpago.»
( Prólogo «Defensa de Idolo», Vicente Huidobro)
Ya vendría su inclusión en la antología Poesía chilena moderna de Rubén Azócar en1931; la hoguera donde el poeta quemó sus libros recién editados en 1934 y la antología Poesía chilena nueva de Volodia Teitelboim y Eduardo Anguita en 1935.
Pero las cenizas de su único libro aún volaban en 1996, y Pedro Lastra las juntó con la intuición poética de un visionario, permitiendo la reedición de Defensa del Ídolo, rescatando el único libro de este gran poeta de la generación del 38.
Así, Pedro Lastra también nos dice:
Omar Cáceres dice
que escribió su poema
con letras indecisas.
Muchos años después
yo leo en otro mundo
su afilado decir
de la desolación,
cuando escuchaba afuera
la raudal despedida
del auriga nocturno.
Y esa voz me recuerda
los días por venir:
ellos serán ovejas
en la boca del lobo
que las está esperando
sin memoria ni encono,
simulando dormir
en otras vecindades.
( «Con letras indecisas» de Pedro Lastra )
Falta poco para la Quinta Medianoche de Julio, para el natalicio 117 del poeta que buscaba la totalidad trascendental con la palabra. Y entorno al silencio latente de su ídolo ignoto; radios y prensa cauqueninas y regionales, junto a revistas culturales; se han unido a diversos poetas, que cansados de ese silencio, rasgarán una noche con el puro filo de su poesía.
… « A los que, como Nietzsche, saben qué milagro incomprensiblemente elevado es un amigo…» (Cáceres)
La quinta medianoche de julio es vuestra.
«Insomnio junto al alba», de Omar Cáceres
En vano imploro al sueño el frescor de sus aguas.
¡Auriga de la noche! (¿Quién llora a los perdidos?).
Vuelva la luna sobre su piel el viento, mientras
que de la sombra emerge la claridad de un trino.
Tambalean las sombras como un carro mortuorio
que desgaja a la ruta el collar de sus piedras;
e inexplicablemente crujen todas las cosas,
flexibles, como un arco palpitante de flechas.
Amor de cien mujeres no bastará a la angustia
que destila en mi sangre su ardoroso zumbido;
y si de hallar hubiera sostén a esa esperanza,
piadosa me sería la voz de un precipicio.
Volcó la luna sobre su piel el viento. Suave
fulguración de nieve resbala en los balcones;
y al suplicarle al sueño me aniquile, los pájaros
dispersan un manojo de luz en sus acordes.
Fernando Arabuena es escritor y profesor de conceptualización. Ha participado en los talleres del poeta Marcelo Novoa; Autocrítica del poeta Rafael Rubio; Taller de lecturas del poeta Marcelo Jarpa Fabres y de corrección del escritor Edmundo Moure. Es autor de los libros inéditos Jentil Vulgata y El Cristo de los tobillos rotos.