Noviembre 7, 2024

Entrevista a la poeta Paola Cantero: «Comparto con Roberto Bolaño que los poemas más bellos han sido escritos en novela»

 

Por Ernesto González Barnert

 

 

Paola es una de las voces interesantes del Sur, con el Rahue como prisma, de su lenguaje y lucha intelectual en los planos literario, femenino, poético y educativo. Una poeta que viene trabajando duro y sostenido las temáticas del momento y las reinvicaciones necesarias y urgentes para que este país despierte cada día mejor o no termine de desfondarse del todo. Su libro, “La infiltrada” lo puedes descargar gratuitamente en la página de pequeño dios editores: http://www.xn--pequeodios-x9a.cl/portfolio/paola-andrade/

 

—Paola ¿Cuál es al día de hoy la poética subyacente a tu obra poética-narrativa, esa trinidad consciente tuya del

Rahue, feminista-intercultural, histórico-personal, desde tu mirada literaria y de investigadora social?

—Sin duda que son diversas las voces que me transitan y en mis propuestas poéticas siempre está implícito el tiempo circular, la memoria y la imposibilidad de asir la realidad que estalla desde las incertezas y el misterio que rodea a la poesía. He sentido a menudo muy vívidamente que reescribo otro texto, alguno que leí, en la realidad real, del sueño, del delirio, de alguna entonación inadaptada, fantasía compulsiva o una maladaptative daydreaming.

La poesía es la manifestación de lo fausto, la capacidad de recrear los pendientes y cada libro, es construido con el peso de la piedra del trauma, del desgarro, del decir lo incorrecto, sobre todo lo inesperado. El dictado de voces que se acercan y te sitúan en perspectivas incorrectas. Quizá un breve portal por donde se ve el futuro un segundo y desde allí emitir enunciados proféticos como: “la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”; elegir acotaciones iluminadas y entre paréntesis como las del Manual de la limpieza de Lucía Berlín o desordenarse sin censura como en la canción I Shot The Sheriff de Bob Marley y hacerte parte del deseo, la intención colectiva del pueblo antes que nadie.

Creo que en lo último que he escrito se ha acrecentado mucho más la percepción de un grito escrito, un canto en última instancia, un llamado, una necesidad intrínseca de comunicarme con un otro/otra. Siendo así, sumo la operación intertextual, en el sentido que recojo citas en modo objeción a la imposibilidad de escribir o hacer todo lo que debiera, más no alcanzo, de allí la cita de Hoy mi deber era, canción de Silvio Rodríguez en La Infiltrada, por ejemplo.

Hay en ese libro una escritura precipitada, trazada con la velocidad del viento, en La infiltrada está el pulso del centro de Santiago, Lastarria, Plaza de la dignidad o la noche próxima al Mapocho. Cada verso fue construido desde una enunciación rápida, porque había dolores en tránsito, numerosas verdades por decir, de allí que era necesario atraparlas de golpe, de un tirón, al minuto, a toda brida, en dos zancadas, como el pensamiento, como las balas, cuanto antes.

Aunque La Infiltrada fue escrito intuitivamente, casi una condición sine qua non de cada libro de poesía, me gusta creer en la atractiva idea de la innovación en cada proceso creativo. Sé que esto es casi una redundancia, más, el levantamiento de un libro contempla dos pisos esenciales: un cierto orden interno del poema que se va construyendo con el oficio y con la opción, un cierto estilo personal, por decirlo de algún modo, porque siempre es más que eso. Escribir poesía es un acto mágico, traumático, disciplinario, cultural, sicológico, sanitario, social, político por supuesto y espiritual o espirituoso.

Seguidamente, viene la elección de alguna fórmula estructural específica del libro, el ordenamiento temático, una red imaginaria virtuosa que conduce al sentido general del texto que se construye, un relato general que confluye en el nombre.

La Infiltrada, se divide en cuatro capítulos: La Infiltrada, La casa, He visto cosas y No esperes que vuelva al sur, los que concurren a una especie de viaje que inicia en los convulsivos días de Santiago un par de años antes del estallido social. En el texto se describe la tribulación y el desconcierto en las calles, muy sensiblemente observado por una provinciana que convoca la memoria emotiva para retratar instantes del sur profundo en Rahue o San Juan de La Costa. Espacios de la inocencia, como eje del tiempo y efecto de los acontecimientos.

He planeado una serie de libros de poesía cuya voz poética sea siempre la de una mujer que siempre persistentemente encuadra elementos del sur, de Rahue, como una especie de autoanálisis interno poético. Anteriormente escribí Exploraciones de la última iluminada y actualmente trabajo dos, el primero, avista una voz poética infantil que vive la dictadura chilena y otro en que hay una voz adulta inserta en un territorio de sacrificio medioambiental.

El próximo libro, que espero publicar a la brevedad, se llama La Cautiva, el que sí va a estar muy marcado por la línea de lo feminista-intercultural que citas Ernesto, es todo lo que puedo adelantar por ahora.

La investigación literaria corre paralela a la poesía y la narrativa de ficción, pues me intereso por las poéticas mapuches y escritura de mujeres.

Hasta aquí creo que están todos los componentes que aludes, hay una voz que consiente la participación de esa trinidad, que la reelabora por ahora muy cómodamente al menos en poesía, en narrativa me he dado la libertada de hacer ficción como si no fuera Paola Cantero la que escribe, de hecho, casi que me cambiaría el seudónimo para ser más autónoma aún.

 

—¿Cómo ha sido tu vida en estos días de crisis política-social en el país, como sureña? Además, claro, ¿de la pandemia que nos afecta?

—El estallido social me asombró en tal medida, que me sentí impedida de escribir sobre ese momento tan hermoso y casi propio de un ensueño poético. Descubrir el accionar artístico desde las teorías de la cosmovivencia del pueblo, una puesta en escena consecuente con la esencia y la coexistencia del/la y les oprimido en las calles me inmovilizó. Ha sido un tiempo solidario, inclusivo, mítico, libertario, gozoso, inocente, candoroso, honesto, idealista, sencillo, más no simple.

Asimismo, me afectó ver la rebeldía en la plaza de Osorno, la misma por la que en 1938, desfilaron nazis chilenos, adolescentes y adultos de origen alemán, armados con dagas y revólver, vistiendo el uniforme de las S.S. Esa plaza que la derecha osornina rodeó en una inédita manifestación apoyando a un hombre que estuvo a cargo del Regimiento Arauco de la ciudad (¿Arauco qué nombre para un lugar así?), quien luego fue enviado en misión al campo de concentración de Tejas Verdes y a la Academia de Guerra donde desarrolló un sistema de inteligencia para dislocar desde los cimientos la Unidad Popular. Es esa plaza donde Manuel Contreras fue proclamado como un “héroe de la patria”, se transformó casi surrealistamente en un campo de batalla con la revuelta. Osorno despertó me dije con un estremecimiento, esa ciudad tan especial y muy conservadora.

Por otro lado, me ha acomodado mucho el tiempo de pandemia, las reuniones por zoom son precisas, sin tanta meliflua pérdida de tiempo, sobre todo en el trabajo. Lo preciso y necesario, no más, porque hay una vida que bulle, más allá de las formalidades horarias que en general se transforman en hábitos viciosos que acostumbran nuestras horas y neuronas a esclavizar su mismidad. Era necesario romper la costumbre y el cerebro gozó, como cada vez que hacemos algo fuera de la costumbre y se activa la creatividad, se generan las ideas que nos conducen al nuevo mundo, el que queremos construir con la nueva constitución y por supuesto con el nuevo gobierno del compañero Jadue.

Cuando inició la pandemia me mudé junto al mar, fue allí donde el viento, la gente sencilla, pescadores y mujeres refrescaron mi existencia metropolitana.  Acá he sentido soledad, me he enamorado de un sireno, retomé el tejido y la recolección de flores. Conocí al chungungo, un tipo de nutria chilena que está en extinción, comencé a correr en la playa cada día y a conversar de nuevo con las aves como lo hacía en la niñez en mi sur amado, junto a mi hermana.

La pandemia ha sido generosa conmigo y lo agradezco cada mañana. Por supuesto he escrito mucho, a mano y con lápiz grafito, porque tiempo y soledad son el mejor regalo para la creación.

 

—¿Qué libros, músicas, series o películas, artistas, etc. ¿Te han acompañado esta temporada?

 —Que precisa oportunidad se nos dio desde el estallido en que mucho parece al alcance de la mano, como en el sur una manzana, una cereza de un árbol. El arte compartido, los saberes a disposición, un ensueño político, luego la pandemia y el encierro exacerba este modelo colectivo, en que un gesto pueda salvar la vida vecinal. Es así como, gracias a plataformas liberadas como Onda Media, he visto mucho cine chileno donde se informa de los imaginarios audiovisuales que nace con la recuperación de la democracia o antes, cuando el desierto anónimo del arte en dictadura, o quizá mucho antes. Esto me ha dado una educación que estaba pendiente y una panorámica del contexto cinéfilo americano y global. Tengo la certeza luego de ello, de que el cine chileno es casi, casi, tan bueno como la literatura chilena, el tiempo dirá.

Asimismo, me he dedicado a lecturas vinculadas con la pandemia, en tanto problemáticas educativas debido a mi trabajo en la UMCE, ex pedagógico.  Ha sido un tiempo complejo para la educación formal, pero ha servido para instalar la duda sobre lo que se estaba haciendo, eso es bueno, cuestionar el retrogrado sistema educativo siempre será una ganancia. La única certeza que tenemos en este ámbito es que ya nada volverá a ser igual.

Me he interesado en las danzas de todo tipo, hasta he tomado algunas clases. Es paradigmático como en tiempo de crisis sanitaria el cuerpo sostenido, atrapado en la pandemia se busque más que nunca a sí mismo. El autoplacer ha tomado sentido en este tiempo, en que la socialización ha sido vedada.

De manera natural, debido al contexto me he interesado por la ciencia ficción y es así como he leído a Ursula Kroeber Le Guin, quien realizó interesantes incorporaciones al género como temas feministas, la diversidad, entre otros.

Luego de tanta lectura cuestionadora, no puedo dejar de pensar al virus que nos invade como un ser errante. Pienso que como nada sabemos más que odiarlo, sería oportuno establecer un dialogo con aquel ser, pues quién puede saber quién es, cuál es su misión, solo sabemos que es tan marginado como tantos otros seres invisibles que nos acompañan a cada momento, incluso ahora mientras conversamos.

 

—¿Es súper interesante la nueva lectura que propones de “¿La Quintrala”, me gustaría la compartieses con nuestros lectores?

—La Quintrala es un ícono de la maldad femenina. Rebelde, “promiscua”, asesina, abusadora de hombres, esclavista y profundamente atormentada por la religión católica. Su legado la sobrevive hasta el día de hoy en el recuerdo de la mitología popular, tal es el caso del Cristo de la agonía que habría desechado porque “la miraba feo” y ella no permitía que ningún hombre la mirara feo en su casa. Una genialidad.

La versión de Magdalena Petit forma parte de los textos a leer por los/las estudiantes de todo Chile, una historia que relata las cuitas “demoniacas” de una mujer mestiza, pelo de fuego, descendiente indígena, cuya abuela le enseñó las artes de la “brujería” que ella practicaba para hacer daño a sus enemigos, los hombres.  Una mujer poderosa como todo latifundista.

Una nueva Quintrala que debemos leer hoy es la versión de Mercedes Valdivieso con su novela Maldita yo entre todas las mujeres, publicada en 1991 quien en una entrevista dijo: “en ella se resume todo lo que la mujer no puede ser. Lo que no está permitido. Nosotros somos lo que nos impone la sociedad creada para los hombres. Ella se rebela a eso…”

Esta nueva mirada sorprenderá a muchos, pero de la misma manera como Valdivieso considera al personaje literario con una mirada lúcida, pues en sus palabras: “sabía que las mujeres estaban en guerra y que estaban limitadas”, aun así, se atrevió a “romper esquemas” tal cual estamos llamadas hoy las mujeres del mundo.

La Quintrala, antiheroína y todo, era una adelantada y el libro de Valdivieso a diferencia del primero de Benjamín Vicuña Mackenna y el de Petit, es una joyita que enuncia una nueva perspectiva, un nuevo momento en la historia de los mitos femeninos de la literatura chilena.

Este texto, cualquiera de los tres, expresa la necesidad que ha tenido el patriarcado religioso y social de anular a las distintas, catalogándolas de brujas, monstruos y todos los epítetos con que conocemos a esta mujer y al personaje que la secunda.

A la luz de la epistemología feminista que hoy tenemos muy a la mano, Catalina de los Ríos Lisperguer era libre en su sexualidad, solo fiel consigo misma, empoderada de su origen ancestral, quizá mística, segura, valiente, bella en su mezcla, independiente del patriarcado estatal, más, íntimamente atormentada por la cultura de la culpabilidad católica en pleno apogeo en la colonia.

 

–¿Cómo es tu relación con el corpus poético nerudiano?

—Hablar de Neruda me conecta con el tiempo primigenio de mi formación poética. Mi primer poema famoso en el entorno de los talleres literarios escolares y publicado a los doce años, se llamó Oda al estuche, el que surge de tareas poéticas que usaban como soporte las odas, esta forma tan libre de canto y celebración tan habitual en Neruda, Pablo.

Mi poema iniciaba: “Oh señor de la boca plateada”, lo que hacía referencia a un estuche de cuero y cierre metálico de color vino que mi madre fabricó para la niña que yo era en primero básico. Nos costó separarnos, hasta que un día, finalmente lo dejé ir en algún cambio de casa. Pasados los años, muchos años, estando a cargo de la biblioteca del liceo Barros Borgoño, tuve la oportunidad de hacer clases a alumnos brillantes, entre ellos al principal dirigente del movimiento estudiantil del año 2013, quien me regaló un “portalápiz” realizado por él y que era idéntico al estuche de antaño. La oda al estuche volvía a mí, regresaba con Neruda, como tantas veces, como ahora que vinculo estas historias en su nombre.

Neruda siempre estuvo en las veladas literarias que hacíamos en casa con mi padre y hermana, poeta ambos, en aquellos tiempos aciagos de la dictadura. También estaban los poetas españoles, en especial Lorca, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, los favoritos de mi padre.

A la luz de las velas y el sonido de los tanques de guerra que pasaban por calle Concepción en Rahue, la belleza, la pasión y defensa de los derechos humanos en la Guerra Civil Española o en el Chile de Pinochet, poetizados por tan grandes artistas, eran el marco perfecto en esas noches de estupor.

Y ahora que recuerdo, en mi nuevo libro La Cautiva hay una mención intertextual evidente de Capri, en un poema que trata un romance infiel, a propósito de Neruda viviendo su amor con Matilde Urrutia en la isla italiana, mientras seguía casado con la hormiguita. En aquel viaje alocado nació el libro Los versos del capitán, publicado anónimamente en 1952 en Europa para no herir a Delia del Carril y en el que participaron muchos cómplices.

 

–¿Qué libros han sido cruciales en tu educación sentimental?

—Escribir un libro de poesía o un poema que contiene el deseo imposible de ser él mismo todos los libros es la envidia de la Biblia. Un libro que contiene “todos” los libros. Cuyo nombre nace de una ciudad llamada Biblos donde prorrumpió el primer alfabeto, a la sazón, la biblia aspira contener todos los mensajes. Cuando nace La Biblia, llamada el libro de libros, era irrealizable el intercambio inmediato de conocimiento y cultura. El intercambio cuasi instantáneo, esa representación hipermoderna que alude hoy a las carreteras invisibles de la información. Instantaneidad que en otro tiempo era atribuible al poder de la mente, del instinto y de muchos sentidos que han ido desapareciendo, es más habitual tocar un botón digital para que aquello que necesitas, se haga presente de manera virtual, antaño magia o brujería, hoy todes somos brujos y a cada rato abusamos de esa artificialidad.

Un segundo libro es Heidi de la suiza Johanna Spyri, colecciono las ediciones, los libros son bellísimos. Todo inicia con Iris mi madre que ve la película Heidi en el internado de monjas francesas donde estudió, alguna vez escribiré las historias de ese lugar, sobre todo la ocurrencia de pintar su albo delantal con pintura roja con: MIR, MIR, MIR. Las monjas quedaron loquísimas, mi madre reía a carcajadas cuando lo narraba.

Un tercer libro fundamental en esta “educación sentimental” a la que aludes, sería Claus y Lucas de la húngara Agota Kristof, porque me enseñó la forma de narrar los traumas familiares y al mismo tiempo transformarlos en visiones poéticas, que, en tanto ilusiones, sanan.

Y finalmente, el Quijote de Cervantes, la sublimación poética, nótese que no digo novelística en circunstancias que es considerada la primera novela en español. Se trata del desdoblamiento disfrazado y la versatilidad inmutable más exitosa de la historia marginal, pero gloriosa. Comparto totalmente con Roberto Bolaño que los poemas más bellos han sido escritos en novela.

 

—¿Cómo recibes la noticia de la reedición de La infiltrada en versión bilingüe ¿¿Cuál es tu mirada de ese trabajo poético a la luz de los sucesos al día de hoy?

—Cuando llegué a Santiago vivía en un edificio en Lastarria, cuya vidriada entrada principal por calle Alameda debía ser cerrada cada semana, esos días parecía fortaleza de guerra debido a las manifestaciones y marchas. Para mí eso no era “normal”, solía preguntarme si la ciudad había sido siempre así, sus habitantes no parecían afectados por las dinámicas de las protestas, estaban muy naturalizadas. Hace diez años, ya se estaba incubando el descontento y tanto va el cántaro al agua como dicen el sur, que al fin se rompe. De ese lapso de un silencio imaginario, como una nota que queda vibrando es La Infiltrada. Creo que este libro es un aporte a la memoria heterogénea, la construcción de la historia, considero que el libro aporta desde el antecedente, cuestiona la frase: “no lo vimos venir”.

La versión bilingüe, naturalmente es la oportunidad de que sea leída en territorios distantes y por culturas que buscan acercarse a nosotres. Chile tiene una tradición literaria asombrosa, de allí que nuestra poesía genera interés universal, entonces, la traducción como intento de compartirla, se vuelve imprescindible.

Bendita la traducción que es un arte y una técnica al mismo tiempo, sobre todo benditos/as las/los traductores. Hoy he visto que ha crecido el número de personas, poetas o profesores/as de literatura que están practicando, jugando, instalando su sello en textos diversos y eso me provoca mucha alegría, no solo porque aumenta la posibilidad de que la gran poesía chilena pueda llegar a tierras lejanas, también porque podremos leer/conocer a otros/as autores. Quién sabe, tal vez en un futuro no tan lejano también practique conocer desde una lengua forastera y desde mis propias versiones multiculturales, más allá de la paráfrasis y la transcripción.

Definitivamente, me encanta que me hagas preguntas en función de la traducción porque me siento honradísima que La Infiltrada haya sido traducida por Rodrigo Olavarría, quien además de ser gran poeta, ha traducido a Allan Allen Ginsberg, Edgar Lee Masters, Sylvia Plath, Patti Smith, Sam Shepard, William Burroughs y Herman Melville. Qué más puedo decir, un gran lujo, muy agradecida de Rodrigo y de la vida.

 

–¿A qué le temes?

 —A la locura total, a ser poseída por el lenguaje simbólico y quedarme allí. Quizá encontrar ese éxtasis peligroso que perseguimos al escribir poesía. Un estado que llega desde diversos frentes, desde el amor apasionado, las plantas, la desesperanza, el vino, el sueño, más siempre desde la soledad absoluta.

 

–¿En tu cumpleaños siempre hubo ganso asado?

 —Hasta antes de la pandemia, en mi cumpleaños siempre hubo ganso asado a ser compartido en una mesa intensamente democrática, intercultural e intergeneracional en Rahue o en un Santiago de cualquier lugar.

 

–¿Qué poema leerías hoy en una sala de clases?

—Leer poesía es lo importante, cuando visito colegios leo La Infiltrada y otros poemas propios o no, pero también leo cuentos, soy una interrelación, un contacto cercano.  Mi rebeldía lectográfica y escritural me impide aceptar que existen géneros literarios determinados y los convoco, los vinculo y los leo a quien me quiera escuchar. Siempre desde la misión intrínseca que da el escenario, la performance y la ayuda de quienes me acompañan invisibles y solidarios en el rito de la lectura poética.

Los últimos años he estado promoviendo la poesía mapuche, en mi trabajo de apoyo a docentes de aula y en estos espacios en general no es tan conocida. Para mí, hablar de este movimiento es recordar mi sur amado y una forma de vivir que forjó mi vida familiar, el campo y su forma tan simple y verdadera de existir. Lo que me lleva también a realizar investigación sobre estas poéticas. En definitiva, el territorio de la niñez lo es todo.

 

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