Julio 5, 2024

«La literatura es un espacio para lo que urge…»: Entrevista a Roberto Bustamante

 

Por Ernesto González Barnert

 

Extraños caminos me llevaron a leer uno de los mejores libros, no me cabe duda, de la temporada «estallido-pandemia», una reflexión o inflexión poética zarpada de Zaire, su situación africana durante el siglo XX, como una especie de espejo retrovisor robado para ver también lo que ocurre en Latinoamerica y especialmente en Chile a nivel personal, colectivo, político social, lírico. Un libro escrito desde el Norte de Chile donde una pléyade de nuevas voces salieron y están dando de lo mejor a nivel nacional desde los últimos años. Roberto Bustamante (Iquique, 1977). Es poeta. Responsable también de la editorial Navaja y del festival MATUTE Poéticas Transfronterizas, que se realiza en la región de Tarapacá, además de integrar el centro cultural, artístico y político MUTUAL. Ha sido ganador del Fondo del Libro 2015 y 2020 por los proyectos Letras en Movimiento. Recopilación de escritos migrantes en Tarapacá (Cinosargo Ediciones, 2015) y por el Ciclo de Escritores & Creadores del Norte. Ha escrito los libros Propiedad (editorial Navaja, 2018) y Zaïre (editorial Sismo, 2021).

 

–¿Por qué hablar de todo lo que es urgente, de este país y otros, a través de la metáfora o espejo oscuro de Zaire, sin perder la escala humana, la dimensión personal, el panfleto, la historia y anécdota histórica-política, deportiva?

 

Me parece que la literatura es un espacio para lo que urge, no me lo planteo muy distinto. Escribo, observo y analizo como todos/as, desde la clase social. Pero creo igual de convencido que esa descripción básica de lo que hago, si no es tremendamente creativa y desbordada por los acontecimientos que nos motivan, por la acción y el sentido del lenguaje, queda en escritura de una mera noticia. En Zaïre intenté mostrar la oscuridad y la violencia de un siglo que, revisitándolo, parece tener intacta la frase “el sueño de la razón…”. En Zaïre se instaló durante 26 años una dictadura de manera horrible, descarnada y apoyada por los mismos de siempre. Si vivimos en el patio trasero, en África es hacerlo en el descampado, en el más absoluto margen y olvido. Entonces, la escala humana que mencionas, esas “vidas mínimas” de José Santos González Vera, son el punto de fuga. La Historia nos unifica, nos ideologiza, incluso desde el deporte, y trabajar todos esos ámbitos, dimensionarlos, todo eso fue parte del plan para escribir Zaïre (un país que ya no existe), la violencia transversal y sistemática, en casi todas sus formas. Fue como limpiar una máquina industrial de moler carne.

 

–¿Cómo fue la cocina literaria mientras trabajabas esta “ofrenda de arrepentimiento”? ¿Tienes algunas manías? ¿Qué trabajos de otrxs tuviste como referente?

 

Había presentado mi primer libro y quedó dándome vuelta la idea de mantener un diálogo con lo que venía y lo que quería escribir, como un fractal, cuestión que no es nada nueva como método. Zaïre comienza a cocinarse un día en el departamento del barrio El Morro donde yo vivía. Apareció el poeta Juan José Podestá en plan de conversación e inventar chistes. Nos ponemos a ver televisión y enganchamos un documental sobre la pelea entre Alí y Foreman realizada en Zaïre, como parte de la política de legitimación internacional de la dictadura de Mobutu. En ese momento comenzó a fraguarse el libro, vino la manía de investigar, ver horas de documentales, sacar nombres, historias, y en eso fui encontrando muchas similitudes con Latinoamérica, con el box, el horror, la guerrilla, con muchos personajes que la Historia olvidó. Y como te decía, hay trazos de continuidad con mi primer libro (Propiedad, 2018) y que seguro estarán en lo que pueda venir.

Por supuesto también que en el proceso de escritura están los autores/as referenciales, y acudí a “La Bandera de Chile” de Elvira Hernández, por ejemplo, que me parece muy actual, algunos textos de Jaime Pinos también, a Pablo de Rokha, entre otros/as.

 

–¿Es Latinoamérica una África en HD?

Pienso los continentes como personajes, con sus cualidades y defectos, entonces claro, hablar de África es hablar de nosotros y nosotras, nuestra descendencia negra, las mismas élites, de héroes y heroínas, de barbarie. Soledad Fariña, muy amablemente, me comentó por correo que el libro nos vuelve a una ética, a esos golpes, a esas brigadas, a esos nombres, a Lumumba, además de comentarme su gusto por como el libro va engarzando los temas de un “continente negro” que abarca el mundo, y en definitiva es eso lo que traté de hacer, unificar.

Tal parece que somos un lugar en HD (así se ven los oasis), pero en un set de televisión precario, muy precario y maltratador.

 

–¿Qué poema de tu nuevo libro leerías hoy en una sala de clases?

 

RUMBLE IN THE JUNGLE

Sobre el escritorio unos destornilladores

han pasado desapercibidos como

elementos de prueba

La luz de la sala es color ceniza

debido a que la policía política fuma esperando

el comienzo del combate

 

La sala es el arrinconamiento de las posibilidades

donde la investigación del asesinato no se realizará

Mientras, en el patio, crecen ángulos inaccesibles

y el llanto se vuelve verde en un cuerpo hinchado

 

Sobre ese escritorio se han ordenado

sin criterio burocrático

vida y obra de quien planeó traer la pelea entre Alí y Foreman

pero que nunca tendrá crédito por ello

 

Al octavo asalto Zach Clayton inició la cuenta

 

Antes de retirarse del lugar del crimen

la policía quemó todo rastro

y se alejó

flotando como mariposa

 

–¿Cómo has llevado el estallido, la pandemia?

Como admirador y colaborador, entendiendo que lo que se produjo en octubre de 2019 fue una rebelión popular que sigue en curso, por rumbos institucionales y comunitarios. Apropiarse de los espacios públicos más relevantes y simbólicos, copar las principales calles, legitimándose rápida y creativamente. La desmonumentalización y la resignificación, de sus nombres y fachadas, las empresas recubriendo sus sucursales como gesto culposo, acciones de espíritu voluntarioso frente a la posibilidad de cambio para la gran mayoría de un país expectante, siempre será conmovedor.

La pandemia reconfiguró lo más preciado hasta ahí, la conglomeración. El encierro, de todas formas, ha sido benevolente conmigo, porque mi trabajo ya desde antes de la pandemia era sentarme frente al computador por varias horas seguidas, entonces el modelo zoom y quedarse en casa no me fue ajeno. Estar rodeado de muertes apresuradas es jodido, pero hay que hacer lo suficiente por uno y por quienes nos rodean, por amor claro está.

 

–¿Qué libros, músicas, obras, series o películas, artistas te han acompañado en el último tiempo?

Estoy leyendo “Neruda y yo” y “China Roja” de Pablo de Rokha que son unas reediciones, y “Sombras en El Rosselot” de Rosalbety Muñoz. Además de “La Viajera del Viento” de Alonso Cueto, la que ya estoy terminando, como parte de su trilogía sobre la violencia.

No soy muy de pegarme en series, cada cierto tiempo me sumo a la ola y veo la serie de moda, la última fue Gambito de Dama, pero siempre termino volviendo a Los Simpsons, a lo clásico, me quedé pegado en ese humor absurdo y sutil. Igual en la música. He vuelto a escuchar música de Butthole Surfers, por ejemplo, a los Beach Boys, discos del baúl de los recuerdos. Me gusta mucho escribir escuchando música con audífonos, creo me ayuda a marcar ciertos ritmos en mi cabeza.

 

–¿Qué libros te marcan como poeta en tu educación sentimental?

Hay muchos y seguro me olvidaré de algunos, pero recuerdo en estos momentos la suscripción a la revista Don Balón a mis 12 años, acto de mi madre que seguramente vio en mí un lector gustoso de los deportes. Escuchar la transmisión por radio de los partidos de fútbol fue lectura.

La Nube en pantalones de Maiakovsky, Desolación de Gabriela Mistral, Los Excluidos de la Jelinek, Canto del macho anciano de De Rokha, Manuel Rojas siempre, Watanabe, Tierra del fuego de Coloane y Canto Villano, una antología de Blanca Varela que llegó de casualidad a mis manos mientras trabaja en una librería de Viña del Mar. El Desorden en un Cuerno de Niebla de Patricio Manns, librazo. Seguro hay más, pero estos son los que recuerdo por ahora.

–¿Cómo definirías tu Arte poética?

De recolector. Escribo con y sobre la otredad, desde la posición de observador, de lector si se quiere. La veo cercana al sindicato y al historicismo.

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