El 28 de marzo de 1965, a las 12:33 se produjo en la zona central de Chile un fuerte terremoto de magnitud 7.4, con epicentro cercano a La Ligua.
Neruda se encontraba en aquel momento en Europa, y le pidió a su amigo, el fotógrafo Rolando Rojas, que fuera a La Sebastiana a tomar unas fotografías del estado de la casa. Rolando Rojas le pidió al doctor Velasco que le abriera la puerta y lo acompañara. Recorrieron la casa, vieron el estado de las cosas y tomó varias fotografías que luego tuvo que revelar y enviar a Neruda en un periplo europeo que dificultó el encuentro del poeta y las imágenes.
Neruda escribió este texto, «Cristales rotos», mucho tiempo después, cuando regresó a La Sebastiana, después de un año muy movido. Ese año, 1965, estuvo unas horas de paso en Barcelona, fue la primera vez que regresaba a España desde 1937; París, donde participó en lecturas de su obra en La Sorbona; Moscú, donde fue jurado del Premio Lenin de la Paz; Hungría, donde hizo un recorrido gastronómico con el escritor Miguel Ángel Asturias, con quien escribirá más tarde el libro Comiendo en Hungría; Berlín, donde participa en el Congreso Internacional de Escritores; Londres, donde la Universidad de Oxford le otorga el título de Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras siendo el primer latinoamericano en recibir este grado académico; Italia, donde participa en el Primer Encuentro Mundial de Poetas, en el marco del “Festival de los dos mundos”; Yugoslavia, donde participa en la reunión del Pen Club y Finlandia, donde participa en el Congreso de la Paz.
Dice Neruda:
Hace tres días volví a entrar, después de una larga ausencia, a mi casa de Valparaíso. Grandes grietas herían las paredes. Los cristales hechos añicos formaban un doloroso tapiz sobre el piso de las habitaciones. Los relojes, también desde el suelo, marcaban tercamente la hora del terremoto. Cuántas cosas bellas que ahora Matilde barría con una escoba; cuántos objetos raros que la sacudida de la tierra transformó en basura.
Debemos limpiar, ordenar y comenzar de nuevo. Cuesta encontrar el papel en medio del desbarajuste; y luego es difícil hallar los pensamientos.
Mis últimos trabajos fueron una traducción de Romeo y Julieta y un largo poema de amor en ritmos anticuados, poema que quedó inconcluso.
Vamos, poema de amor, levántate de entre los vidrios rotos, que ha llegado la hora de cantar.
Ayúdame, poema de amor, a restablecer la integridad, a cantar sobre el dolor.
Es verdad que el mundo no se limpia de guerra, no se lava de sangre, no se corrige del odio. Es verdad.
Pero es igualmente verdad que nos acercamos a una evidencia: los violentos se reflejan en el espejo del mundo y su rostro no es hermoso ni para ellos mismos.
Y sigo creyendo en la posibilidad del amor. Tengo la certidumbre del entendimiento entre los seres humanos, logrado sobre los dolores, sobre la sangre y sobre los cristales quebrados.
(Fotografías gentileza de Marisol Rojas)