Por Ernesto González Barnert
Uno de los motores de la editorial Andesgraund y Descentralización Poética, una editorial chilena con vocación latinoamericana. Además de poeta de libros que leemos siempre con placer, hallazgo, por su sentido de profundidad y penetración en lo oscuro o luminoso de su puesta en escena. Un poeta riguroso y generoso, atento. Un poeta, editor, publicista, diseñador… que en Bolivia o San Bernardo donde ha residido durante el último tiempo ha hecho una carrera sin carrera digna y meritoria, valerosa, memorable. Si, René Silva Catalán (Santiago de Chile, 1971), que ahora escuchamos con aplicación, tiene la palabra. El año 2008, recibe el Primer Lugar Género Poesía en el 18° Concurso Municipal de Literatura de la ciudad de San Bernardo con el libro Anatemas, poemario traducido al portugués e italiano y con publicaciones en Chile, Bolivia y Perú. El año 2016, en el marco de la Feria Internacional del Libro de la ciudad de La Paz (Bolivia), Jaguar Azul editorial paceña, publica su segundo libro Situación de Calle, el cual próximamente Ediciones Andesgraund publicará en Chile. Hoy trabaja en su tercer libro Pie de Trinchera, un homenaje a los poetas y escritores muertos durante la Primera Guerra Mundial.
– ¿Cómo has sobrellevado estos días de pandemia y estallido social?
—Son muy surrealistas estos dos últimos fenómenos en la historia de Chile, el mundo y en cada uno de nosotros, regresé a Chile desde Bolivia (debía volver) y quedé entremedio del estallido social y el discutido fraude y/o golpe militar a Evo Morales. Acá me vi sin trabajo, me separé (otro estallido interno), era un panorama incierto. Vino luego la pandemia y sus cuarentenas, pero tuve la suerte que algunos escritores comenzaron a trabajar sus proyectos de libros desde la edición a imprenta y así surgió Editorial Letra Clara, que se transformó en mi sostén económico y hoy me permite criar a mi hijo único Andesgraund Ediciones. Por lo tanto el encierro de 2020 me mantuvo relativamente activo. También hubo amigos y conocidos que lamentablemente perdieron sus trabajos y empezaron sus emprendimientos personales, como publicista y diseñador, trabajé sus breves campañas en redes sociales, gráficas, comunicados, etc., que hasta hoy me permiten sobrevivir desde la independencia junto al diseño editorial, prestando además servicios a otras editoriales. A pesar de los tiempos difíciles, Andesgraund pudo publicar tres libros el 2020; Bazar de Aldo Biglia, Roca Negra de Omar Alarcón (Bolivia) y una antología personal de Homero Carvalho (Bolivia), llamada Memoria Incendiada, no se pudo más, asunto que agradezco entendieran otros autores. En lo personal el encierro fue una experiencia bizarra, con muchos retos sobre todo desde lo anímico, estuve solo varios meses en mi departamento solo trabajando, pero la cuarentena fue el instante como un encuentro que me tenía prometido hace tiempo con el René Silva Catalán interno, por lo mismo, realicé una «retrospectiva obligada», sanadora para reconocerme en muchos aspectos buenos y malos, pero extrañaba demasiado a mi hija Clara. Desde mi llegada de Bolivia, casi no la vi, se levantó la cuarentena, la pude ver y me encontré que ya no era la niña Clarita, eso marcó ese encierro, ese periodo que me quitó de estar con ella. Eso fue lo que más sentí, no estar en una etapa importante como padre e hija, lo demás soy un agradecido desde la precariedad que fue todo, un privilegio esta libertad obligada entre cuatro paredes, pude avanzar en muchas cosas que había dejado atrás, como retomar los lazos familiares, por ejemplo, sin duda estaba al debe por sobre todo conmigo mismo y fue un tiempo donde me permití oírme y mirarme. Hoy el encierro comienza a repetirse, pero ya está la experiencia del año pasado, solo que hoy se siente más incertidumbre, pesimismo, la gente ya no puede sostener un año más la falta económica y lo emocional empieza a traicionar, la gente tiene más necesidades y menos dinero para cubrirlas y es difícil comprender que el «presidente de Chile», haya aumentado su fortuna en un 73% el año pasado, justo cuando creció la cesantía global y la falta económica en el chileno común.
–Desde Anatemas, tu primer libro, pasando por Situación de Calle hasta el libro que hoy estás finalizando con el título de Pie de trinchera, ¿qué crees los une, los separa, poéticamente hablando? ¿Cuál crees que es el arte poética que sustenta tu poesía?
—Los une que cada uno fue pensado en situaciones que marcaron mi vida. Anatemas, fue una época donde estaba muy ligado al estudio esotérico, leía a Antonio Gamoneda, William Yeats, Jorge Enrique Adoum y Humberto Díaz Casanueva. Se inicia con la muerte de mi hermano menor y lo cierro con el nacimiento de mi hija Clara, por lo tanto juego con mensajes bíblicos, ocultistas y simbología del cristianismo antiguo, se llama así el libro, como un homenaje a la banda con el mismo nombre y a Baruch Spinoza. Fue mi libro de entrada a que me leyeran tantos los pares de oficio y lectores.
Situación de Calle, es parte de la nostalgia y el recuerdo del barrio donde crecí, una villa de clase media de San Bernardo, que luego pasó a ser parte de la comuna de El Bosque, se vinieron a la memoria los amigos de niñez y juventud, que no tuvieron la oportunidad de estudiar en la universidad como yo y terminaron algunos hasta hoy en la misma esquina y que cuando los visito, siento la carencia familiar, la soledad social, el frío de las relaciones de pareja o el individualismo en que nos transformó el desarrollo tecnológico, por lo tanto la miseria humana a veces no está en la calle si no al interior del hogar. El sistema competitivo neoliberal, donde hoy solo trabajamos por competencia o por adquirir lo que no podemos dejó de lado la vida familiar, la empatía por el otro, las fogatas y cartones están sobre la mesa. Esa es la temática de este libro, donde la imagen del viento es quien observa y narra todo lo señalado usando como recurso el lugar común del lenguaje poético. Este libro fue publicado el año 2016 en Bolivia y pronto lo haré acá.
Ahora Pie de Trinchera, ha sido una libertad desde lo creativo, primero desde muy niño soñaba, con esa imagen de ser un soldado en una trinchera, allí era herido en las costillas, pero nada sabía de la Primera Guerra Mundial, lo cual era una angustia terrible, lo mismo me sucedía con documentales, fotografías relacionados con el tema, hasta que ya adulto tuve que ver un médico, que me recomendó escribir para botar o sanar lo que cuento, así inicié este libro, donde esos documentales, esas fotografías, postales y cartas, los fui convirtiendo en textos híbridos y poéticos. Gran parte de los soldados de ambos bandos en esta guerra, pasaban mucho tiempo leyendo y escribiendo a sus madres, novias, hijos y mujeres. En el libro la violencia bélica, se transforma en el ambiente poético, en quienes lo habitan desde compañeros de oficio en el campo de batalla de la escritura, hasta los oficiales elitistas atrás del flanco editorial, de ahí surge además el homenaje a poetas y escritores muertos en esta horrible guerra como Wilfred Owen o Isaac Rosenberg, que formaron parte de esa generación perdida como se les llama a los jóvenes asesinados durante 4 años de combates.
En cuanto a mi arte poética, es muy sencillo, me importa devolver el ritmo al poema, la imagen poética que funcione como una actitud vital de reflexión y resulte su lectura un fenómeno anímico que deba terminar de completar el lector. Por otro lado, mi escritura, debe ser una defensa a nuestra lengua y su riqueza que permita estimular la creación lingüística holgada, hasta consentir la abstracción del ser – lector. Esto ha sido el hilo conductor en mis tres libros, donde cada uno tiene su lenguaje su ritmo y su estado anímico.
–¿Cómo fue el proceso escritural para llevar a cabo cada uno de estos libros a puerto?
—Parte de esta pregunta la respondí en la anterior, siento que mis libros son temáticos, por lo tanto cada uno tiene su lenguaje, su sonido y aliento, por lo tanto es experimentar en cada uno esa construcción distinta, me gusta investigar bastante para nutrir algunos poemas, desde la literatura en general del concepto creativo del libro, paso por otros autores, prensa, documentos. Por lo mismo, hay textos en cada libro que los coloco de cabeza meses y a otros años. También como diseñador me gusta que el texto su tonalidad sintáctica y visual resulte un juego que te aleje a veces intencionalmente del tono narrativo, luego viene la etapa de edición, que también tiene su buen tiempo.
– ¿Además de escritor, eres publicista, diseñador gráfico, editor. Qué crees que le aportan esas miradas profesionales a tu oficio?
—La publicidad y la poesía tienen muchos puntos en común, cuando realizaba mi licenciatura en creatividad en la Universidad de Santiago, tomé un ramo electivo con Naín Nómez por dos años y con él decidí escribir poesía. Con él aprendí cómo la poesía se une con la publicidad, me di cuenta que siempre en las agencias de publicidad, hay un poeta frustrado trabajando como redactor, eso es un primer punto. Segundo, la creatividad resulta una esquina de encuentro amigable entre la poesía y la redacción publicitaria (un ejemplo Víctor Hugo Díaz, trabajó como redactor creativo y alguna vez escuché a Pepe Cuevas contar que también lo hizo). Por lo tanto, ambas integradas, resultan una manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra escrita, que puede ser en verso como en prosa. Ambas son comunicación, ambas buscan a la retórica como recurso de construcción, un tercer punto es el lenguaje, el ritmo y las imágenes para lograr efectos, sensaciones e impulsos en un lector. Ambas detonan una movilización interna sensorial incompleta, donde ese lector quien las debe desarrollar. Ambas se preocupan del cuidado uso excesivo del adjetivo. Ambas rompen las normas lingüísticas. Oscar Hann, es un ejemplo entre los poetas chilenos que le sacó provecho a ese cruce y lo hicieron también representantes del modernismo y simbolismo a fines del siglo XIX, luego los objetivistas y los poetas del lenguaje. Sin duda todo lo que menciono más el trabajo de hormiga como redactor creativo, que debe editar bastante, trabajar un tiempo en la creación de libretos para alcaldes y ser corrector de estilo en diarios municipales y revistas diversas, finalmente me formaron como editor, oficio que respeto mucho y realizo hoy con gusto devocional en Letra Clara y Andesgraund Ediciones.
–Qué significan para ti, en lo personal, Descentralización Poética y Ediciones Andesgraund?
—Descentralización fue muy importante para mí, primero porque conocí a muchas personas, con las cuales hasta hoy somos amigos desde la poesía y la vida con los principios que nos unieron como movimiento desde la contracultura. Textualmente como lo dijimos en ese tiempo fue «bajar la poesía del pedestal, sacar los versos de la academia y de las bibliotecas, devolver el encantamiento al ciudadano común por ella, llevarla a las poblaciones, a las canchas de futbol, un cementerio, las minas de Lota o el Desierto de Atacama», era salir del escritorio y unir de Arica a Punta Arenas en una descentralización desde la poesía el arte y la cultura. Traer artistas y escritores de regiones a Santiago y viceversa, con coordinadores en cada lugar, ejemplo se hizo un recital poético en la cárcel de Alto Hospicio. Esta idea surge de Oscar Saavedra Villarroel y otros poetas en una conversación de bar y que permitió por unos cinco años si no me equivoco, realizar “descentralizaciones» en distintos lugares del país e incluso en el extranjero y cabe destacar que en esos momentos todo surgió de la autogestión. Así se conocieron nuevas poéticas, algunas más líricas y otras más experimentales, pero sirvió para conocernos y romper con la centralización artística y poética. También hacíamos encuentros solidarios para ir ayuda como fue con los habitantes de Constitución afectados por el terremoto de 2010, fue una época bella en desafíos. De ahí surge en primera instancia fundar junto a Oscar Andesgraund Ediciones, publicar a ciertos poetas que de alguna forma estaban alejados de los centros poéticos por desconocimiento o por opción personal, además de viajes realizados a Perú o Ecuador, nos dimos cuenta que en esos países se conocía la tradición poética chilena, pero acá no había lectura de poesía latinoamericana, así fue que a manera de ejemplo, publicamos a No Vásquez o Willy Gómez Migliaro (Perú) en formato plaquette. Hoy ya tenemos los pantalones largos publicando libros de autores chilenos y latinoamericanos y con ese humilde orgullo de abrir nuevas voces y otras destacadas de Latinoamérica en nuestro país a través de Andesgraund y autores chilenos en nuestro continente, como siempre lo digo unido en una sola geografía la poesía, donde la bandera y frontera es el lenguaje y la palabra. Tanto descentralización como Andesgraund, me dieron una visión que mantengo, vivir y trabajar hasta hoy por una cultura a través de la poesía, social e integradora.
–¿Cuáles fueron tus grandes referentes a la hora de dedicarte a este oficio?
—Mis referentes son muchos pero recuerdo que los que siempre me acompañan son Humberto Díaz Casanueva, Eduardo Anguita, Mark Strand, Jorge Enrique Adoum. Con el tiempo la obra de Jorge Eduardo Eielson, Jaime Sáenz, Rainer Maria Rilke, Elvira Hernández, Bárbara Délano, George Oppen, Robert Lowell, Jacobo Fijman, William Yeats. En narrativa algunos referentes que disfruto Cheever, Andrés Caicedo, Mario Levrero y por siempre a Manuel Rojas.
–Me gustaría ahora nos hablaras por último de los libros, música, artistas, películas que esta temporada has leído, descubierto, disfrutado.
—Este año ya disfruté Viernes Santo de Rafel Rubio, también Sátiro de Vicente Huidobro, Apuntes al margen de Carla Cordua, Poesía reunida de Geoffrey Hill y acabo de terminar Cuadernos de Bárbara de Bárbara Délano. Ahora en música, siempre me ha gustado el metal under, sobretodo el doom metal, también el jazz y la música clásica. A manera de ejemplo, este fin de semana estuve escuchando «Ornamentos del Miedo» (banda española), «Uaral» (banda chilena), domingo en la mañana jazz con «Alice Coltrane», «Dizzy Gillespie», «Sarah Vaughan», y ahora trabajando y respondiendo esta entrevista, música sacra, con Giovanni Pierluigi da Palestrina. No soy bueno para ver películas, pero hace poco vi y me gustó «El futuro perfecto», de Nele Wohlatz, directora y escritora, que se encarna ella misma como el personaje principal. Para semana santa vi «La última cena», película clave del cine cubano de los 70, donde participa el actor chileno Nelson Villagra y otra que recomiendo es «Tu me manques», una película boliviana, que trata de la cultura homofóbica que aún existe en ese país, sobre todo en la clase acomodada, una historia humana, basada en un hecho real es muy conmovedora. Ahora un artista que me ha impresionado, es la obra de Marcelo Callaú Campos, un escultor boliviano creador de innumerables e importantes esculturas, pinturas, objetos, joyas con técnicas no tradicionales. Trabajó la madera con una propuesta particular con figuras humanas y geométricas. Tengo la suerte de haber comprado su libro catálogo y de asistir a su exposición permanente en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
–¿Cómo es tu relación con la obra nerudiana?
—En Chile nadie puede negar su relación con Neruda, nuestra primera aproximación y encantamiento con la poesía es con él y Gabriela Mistral, recuerdo antes de saber leer, visitar el taller de cerámica de mi tío y padrino Guido, nos leía a Neruda, mientras nos mostraba diapositivas; mi madre es profesora y nos compró a mí y mis hermanos una colección de literatura universal de la Editorial Andrés Bello, donde nos recalcaba leer a Pablo, Gabriela, Marcela Paz y otros autores chilenos. Para el golpe militar tenía dos años y la muerte o asesinato de Neruda lo transformó para el mundo adulto, en una imagen para la lucha política y social como el gran poeta de Chile y Latinoamérica, a los 13 años leí Los Veinte poemas y una canción desesperada (físicamente dejaba de ser niño y pasaba a la adolescencia) y su lectura me impresionó por la desolación y melancolía que me transmitían sus poemas y a la vez como pasaban de ese estado anímico a otros más festivos y sarcásticos. Años más tarde, después de leer a otros poetas, me seguía impresionando, publicaba todo lo que escribía, esa libertad que no muchos escritores tienen o buscan, ahora como individuo, si fue distinto a lo que escribía, eso cada uno sabe cómo carga esa cruz, su cuestionado discurso y estilo de vida, pero la humanidad en sus versos queda para siempre, su búsqueda de justicia y razón, por ese entonces los ideales de todo joven de fines de la década de los 80, combatíamos el sistema a través de la lectura de sus poemas y de fondo escuchando Slayer.
–¿Qué libro te hubiese encantado escribir?
—Uff hay varios, pero se me viene a la memoria y no repetir lo que dijeron otros Los Sea Harrier de Diego Maqueira, Antología de Spoon River de Edgar Lee Master, pero por sobre todo El niño de Robben Island de Humberto Díaz Casanueva.
–¿Un libro que nunca pudiste terminar de leer?
—Adonay, novela iniciática de Jorge E. Adoum (padre del poeta ecuatoriano del mismo nombre), cada vez que retomo su lectura me devuelvo a capítulos anteriores por sus relatos humanistas y esotéricos, su protagonista enamorado por encontrar esa humanidad sin pretextos ni doctrina, embelesado por la perfección espiritual, la que busca casi toda la vida en los pueblos y gente humilde de Beirut y en el Ecuador de comienzos del siglo XX.
–¿Qué novedades vienen en la editorial?
—Pronto la nueva edición de (Des)plieges y follaje de Mario García Álvarez, la nueva edición de La infiltrada de Paola Cantero, Amarillo de Karina Macció (Argentina), Andesground de Pavel Ugarte (Perú), Relámpago de sed de Alejandro Rejón (México), Elysium de Roger Santiváñez (Perú) y trabajando de a poco con Cristian Cruz y Leandro Hernández (Chile), Gabriel Chávez y Paura Rodríguez (Bolivia), Rafael Soler (España), Javier Alvarado (Panamá), Armando Salgado (México), con Oscar Limache y Manuel Barrós (Perú), hemos retomado la colección lengua Ilusa (poesía en portugués), ya publicamos a Cecilia Meirelles, se viene una antología de Mario Quintana (otro grande de la poesía brasileña) y Adrianne García. Estamos buscando financiamiento para una colección de poetas tzántzicos que realizamos con el poeta ecuatoriano Raúl Arias. Una antología de poesía colombiana realizada por el poeta Camilo Restrepo, los invitados a la publicación, es la llamada generación perdida en ese país, poetas que han quedado en medio de una transición poética donde aún no han sido reunidos en un libro y lo haremos con Andesgraund Ediciones, será el primer paso para la colección de poetas colombianos empezando por Camila Charry. La editorial sigue con lo que en principio pensamos con Oscar Saavedra Villarroel, difundir poesía latinoamericana, contra viento y virus vamos a continuar, también con la publicación de esas poéticas olvidadas o invisibilizadas como son las niñas y niños y los adultos mayores.
–De tu mirada de lo latinoamericano, como poeta y editor, con fuertes vínculos fuera de estas fronteras, ¿Qué conceptos, valores, visiones, rescatas?
—Si hay un concepto desde la poesía que rescato y valoro en general de Latinoamérica como un punto de vista muy personal y valedero, es descubrir el cuidado a preservar desde el texto poético, el lenguaje local y originario (lengua nativa y el español bien hablado) y no como una postura o discurso, geográficamente siempre se descubre algo nuevo de una ciudad a otra, cambia la comida, la hora, pero también el acento y las palabras que enriquecen incluso el lenguaje coloquial del ciudadano común, de alguna forma resisten al lenguaje globalizado y a veces híbrido en el que se fue transformado el español o castellano que hablamos y leemos en Chile, muchas veces no entendido en esos países, un asunto que nos limita hoy desde la escritura a tener un mercado lector externo muchas veces por los llamados chilenismos. Nos falta volver a rescatar y pronunciar como en otras partes las «eses», las «te» o las «de» y recuperar el sonido distintivo de la «uve« o la «be», un ejercicio lingüístico que hemos perdido los chilenos por comodidad e incluso clasismo. Nuestro acento cantadito afuera nos juega en contra y es una forma de hacer notar el individualismo chileno, partiendo desde el habla. La riqueza en el uso de palabras con el que te encuentras afuera, con otras tradiciones y poéticas desde lo etimológico, es algo que hoy valoro conocer y aprender, más sorprendido aun cuando son los jóvenes que se resisten a ese híbrido español actual, hablo de poetas del Perú, Bolivia o Ecuador. Esa riqueza de vocabulario, les permite una sintaxis sin mucho adorno y no refugiarse en imágenes con muchas luces y petardos, más bien en la palabra correcta y universal. Valoro además, esa necesidad por la lectura de sus pares, gusten o no lo que otros escriban, el asunto es la poesía. Me di cuenta que Latinoamérica es una gran lectora de poesía chilena, cuesta que los libros lleguen de un país a otro, sobre todo cuando hay falta de librerías especializadas y por sobre todo hoy el dinero, pero sin duda, esto les permite valorar más su búsqueda como lectores y por lo mismo el trabajo y oficio como escritor. En Chile falta leer a nuestros vecinos del barrio latinoamericano, salir de nuestra zona de confort y muy importante, escribir poesía y no mensajes como veo en muchas nuevas publicaciones.
–¿Cuál es tu mayor miedo como escritor?
—Creo el peor miedo como escritor, es justamente perder el gusto y las ganas por la escritura, es como perder las ganas de vivir, la escritura es descubrirse cada día en ella, juntos por años hemos conocido lenguajes y palabras nuevas, una compañera que a diario compartimos una sintaxis en común, es nuestra confidente con la que compartimos imágenes y garabatos en papeles, notas, en el computador por la mañana y en la noche. Por lo tanto, ella me da fe y esperanza, que solo es un miedo pasajero y que junto lo borraremos para botarlo al basurero.
–¿Un poema tuyo que leerías hoy en una sala de clases?
—Me gustaría leer en una sala de clases (aunque parece una utopía) «Dolor de huesos recostado en su cuarto», justamente un poema que habla del encierro, del abandono y la miseria humana, que la vida quedó congelada en estas líneas y que señala que muchas veces la situación de calle (justamente del libro con ese nombre), se encuentra en el interior de cuatro paredes y no en los cartones y fogatas de algunas esquinas.
DOLOR DE HUESOS RECOSTADO EN SU CUARTO
“Estoy debajo de la colcha
esperando que el calor llegue aquí arriba
a borbotones y con fino silbido”
Billy Collins
1
todas las horas me parecen igual finge decir un reloj
antes & después de meridiano
las sombras también simulan alargarse
caminar pesadas por los tobillos de la cama
sin pisar la luz
2
echado en el catre el viernes gira aburrido
boca abajo resiste entre las sábanas
hundido entre la ropa & un primer rayo entumecido de sol
apenas se mantiene en pie entra & sale
por un ojal de la nariz
3
un calendario bisiesto envejece en la pared
desteñidos sus meses & heridas abiertas
sobre la tinta negra las viejas citas & efemérides
4
el tatuaje de cristo en el pecho borroso a vista & paciencia
del ruido silencio la memoria se vuelve
otro niño con su corazón a tajo abierto
los años ciegos con un gato entre las piernas
la pared se aferra al pasillo sin enchufe hembra ni azulejos
el mantel con su piel más delgada de a poco pierde
lunares & manchas