Noviembre 22, 2024

Colombia, los cuerpos y el acontecimiento

Por Andrés Felipe Escovar (1)

 

Procurarse un espacio para luego escribir en una sucesión de entregas que deriven en un monólogo donde cada tanto de mis opiniones, fue de lo primero que busqué evitar. A veces lo haré, pero otras es mejor hablar con quienes tienen una perspectiva de lo que ocurre en Colombia. Presento una charla que sostuve, vía el chat de Facebook, con Elena Sánchez Velandia(2). Empecé con ella porque, gracias a esa red, he leído sus análisis y acercamientos; es artista, filósofa y docente y sus investigaciones giran alrededor de la estética contemporánea, el arte latinoamericano contemporáneo, los performance studies, la filosofía latinoamericana contemporánea y las teorías queer y feministas. Esta fue la charla:

 

—Has afirmado el cambio de un marco que se ha evidenciado en la acción ciudadana, ¿nos amplías, por favor, esto?

—Lo que pasa es que creo que estamos frente a lo que filosóficamente llamaríamos un acontecimiento. Un acontecimiento no es simplemente algo que sucede; es algo que irrumpe en la realidad y genera nuevas cadenas causales y nuevos marcos de inteligibilidad. Así que no podemos remitirlo a marcos de inteligibilidad anteriores porque no lograremos entenderlo. Él mismo está abriendo su propio marco de inteligibilidad así que lo que podemos hacer es seguir sus signos. Interpretar su propio plano de despliegue. Veo que a través de los cuerpos están pasando muchas cosas. El neoliberalismo nos había atomizado completamente, ha impuesto un individualismo tan brutal que, aunque no lo aceptes, no te queda otra opción sino comportarte de acuerdo a él. Aquí puedes morirte y le dolería a algunos pero no podrían impedirlo. Pero ahora veo otra cosa. En las marchas, veo cuerpos que se reconocen en otros: la profe universitaria, en le campesine, el taxista en la sindicalista, en les queer que bailan con la batucada feminista detrás de los títeres que lanzan consignas contra el títere de Duque…. Veo como una desinvidualización que no había visto antes. Puede ser que el comité del paro defienda interesas gremiales, pero me parece que la gente no está saliendo a las calles por eso. Lo veo en mis estudiantes. No salen a reclamar sólo por mejor educación o por educación gratuita, o para que les condonen los préstamos estudiantiles. Ahora van más allá de esos intereses particulares. Están indignados con todo el sistema, con que nos deje morir a las puertas de los hospitales, con que la rentabilidad gobierne todo, con el patriarcalismo, con la violencia desplegada por la policía… el sistema nos ha vulnerado tanto que nos convirtió casi que en cuerpos desnudos. Y al reconocernos como cuerpos desnudos, ya no importa tanto nuestra presunta posición social. Cualquiera de nosotres puede ser el que se quede sin los medicamentos que necesita, o cuyo contrato no sea renovado o que pierda un ojo en una protesta. Parece que esta corporalidad desnuda es un nuevo lugar de enunciación en estas protestas. Me pregunto qué nueva democracia puede surgir de este lugar de enunciación. Y en ese sentido veo que surgen pliegos de petición como los de Puerto Resistencia donde los que el gobierno llama vándalos terroristas nos dicen: «no estamos representándolos a ustedes, somos parte de ustedes pueblo Colombiano, nadie está representando al pueblo colombiano, somos parte del pueblo colombiano. Y esperamos que con la ayuda de todos y cada uno de ustedes, podamos salir adelante y construir un mejor mañana». Al parecer nos están convocando a desplegar una democracia popular capaz de sacarnos de la profunda crisis a la que nos ha llevado nuestra democracia representativa que desde siempre ha desconfiado de la multitud popular.

 

Fotografía: Cristian David Cárdenas Pardo

 

—Y, en el decurso de este acontecimiento, ¿cuál es la sensibilidad del gobierno y las facciones partidistas que lo apoyan?

—Pues creo que en general los políticos no están entendiendo que tienen que abandonar los anteriores marcos de inteligibilidad. El Centro Democrático y su líder (Uribe) son un ejemplo de ello. Intentan inscribir el acontecimiento en un viejo marco de inteligibilidad que les es muy familiar: el del enemigo interno que heredan del SXX y que no han hecho sino resignificar constantemente cambiándole el nombre. Si el dictador Rojas declaró inconstitucional al comunismo, el gran invento de Uribe fue el «castrochavismo» lo que le permitió ampliar la lucha contra las FARC a algo más difuso que podía incluir políticos de la oposición, periodistas críticos del régimen y hasta magistrados de las altas cortes. Ahora Uribe está utilizando el pseudo-concepto de Revolución Molecular Disipada (elaborado por el chileno Alex López apropiándose de y tergiversando la terminología creada por Deleuze y Guattari) para aplicar la doctrina del enemigo interno a tods ls que estamos participando en estas manifestaciones y protestas. Y como lo han hecho desde el inicio del régimen están usando el miedo y el deseo de (auto)represión para dividir a la población: ls que protestamos somos vándalos terroristas intentando desestabilizar la república para instaurar un régimen totalitario comunista; ls que no salen a las marchas son bombardeads por los medios oficialistas con imágenes que les generan miedo hacia la protesta y deseo de reprimirla.

 

—¿En ese deseo de represión se cifra una característica que atraviesa a los políticos comandados por el presidente Uribe?

—No sabría decirlo. Algunos son quizás más oportunistas. Pienso que en el caso de Uribe sí, lo que reveló su hijo Tomás agradeciéndole por tal «educación» (hacerles tragar su propio vómito cuando eran niños) es escabroso y muy diciente de lo que significa Uribe y por desgracia de la gente que lo apoya (no de los políticos).

 

—En estos días pulula, en los medios pagados, la palabra «vándalo» y sus derivaciones, ¿cuál es tu perspectiva de ese uso de la palabra y cómo será el devenir de ella, habida cuenta de los que la enuncian?

—La palabra vándalo tiene un sustrato colonial. Se trata de un pueblo que los romanos consideraban bárbaro. Con el término bárbaro los griegos designaban a alguien que no sabía servirse del logos (los extranjeros no hablaban bien el griego, como es obvio, pero de allí los griegos deducían que no sabían pensar. Suena absurdo pero me pasó con un reputado profesor francés que lo dedujo de mi barroca forma de escribir, muy nuestra). El decir que no sabían servirse del logos justificaba que los griegos los conquistaran y esclavizaran pues necesitaban de una guía, no eran capaces de autogobierno. Los romanos aplicaron el término a celtas y germanos. Los vándalos hacían parte de estos últimos. Antes de intentar conquistarlos (cosa que nunca lograron) habían llevado a cabo una operación ideológica que justificaba dicha conquista. Lo mismo hicieron los «conquistadores» europeos cuando llegaron a nuestras tierras: apelaron a una operación ideológica que permitió declarar como bárbaros a los pueblos originarios. Por eso no sorprende que ahora que los Misak derribaron varias estatuas haya surgido el término vandalismo para calificar sus acciones que interrumpen una violencia simbólica que lleva siglos. Pero además de aplicárselos a los indígenas el gobierno y los medios de comunicación oficialistas (y por desgracia otros) se lo aplican a una serie de acciones que van desde graffitear un mensaje en una pared, romper un vidrio, hasta bloquear un vía o quemar un bus de servicio público. Se crea entonces una amalgama entre delitos que están tipificados de modos diferentes en la legislación colombiana, que tienen penas muy diferentes y que implican protocolos de la policía específicos para cada caso. Pero lo peor es que a través de este término se está intentando justificar un actuar desmedido de la policía. Pues incluso en el caso de que se tuviese que enfrentar a personas quemando un bus, lo que tendría que hacer la policía es intentar proteger el bien público. Sólo en el caso de que les arrojasen bombas de fabricación casera o algo similar estaría justificado el uso del Escuadrón Antidisturbios que ante ello tendría que desplegar una respuesta proporcional (por ejemplo usando gases lacrimógenos o aturdidoras). En ningún caso se justifica usar armas de fuego contra civiles que no tiene tal tipo de armas, ni siquiera en los casos más graves de lo que suele ser descrito bajo el término de vandalismo. Pero dicho, término, al referir a la oposición entre barbarie y civilización excluye al «vándalo» de la ciudadanía (hay que recordar que las palabras ciudadano y civilización tienen su origen en el latino civis). La policía entonces no se enfrenta a ciudadanos desarmados sino a bárbaros terribles que amenazan con destruir la civilización. En síntesis no están aplicando la misma operación ideológica que los romanos aplicaron a otros pueblos y los «conquistadores» europeos a los pueblos originarios.

 

Caricatura: Andrés Beltrán (Anbilli)

 

—¿Cómo desactivar ese sustrato colonial?

—Bueno, la filosofía latinoamericana y el pensamieto de(s)colonial llevan tiempo pensando en ello. Al parecer el discurso no es eficaz para lograrlo y por demás ahora hay derivas identitarias al interior del mismo pensamiento de(s)colonial que nos devuelven a identidades monolíticas y sólo invierten la oposición bárbaro-civilizado sin desmantelarla. Pienso que tenemos que reflexionar sobre los afectos necesarios para desactivar ese sustrato. Y obviamente pasa por los cuerpos. Veo ahora lago muy bonito en ese sentido: los Misak derribaron la estatua de Jimenez de Quesada en Bogotá y la gente ha salido a acompañar este acto y potenciarlo, hemos intentado corregir el nombre de la avenida que pasa por enfrente (que llevaba precisamente el nombre de Jimenez) en Google Maps, se han puesto placas con el nuevo nombre de la avenida (avenida Misak), el pedestal vacío se está convirtiendo en un lugar de asamblea para hablar del patrimonio, del papel del arte hoy, etc. Las marcas territoriales de la nación «criolla» son cuestionadas, des-construidas para dejar que salgan otras, otros sustratos…

 

—Duque recién ha ordenado reforzar las operaciones de la policía y el ejército para desbloquear las carreteras del país… esto lo hace mientras dice que está dispuesto a negociar: ¿qué podemos esperar del gobierno? ¿cuáles acciones evitarían que algunos gremios terminen cediendo a cambio de prerrogativas momentáneas?

—Duque ha sido ambiguo en relación a la negociación. Suele hablar más de diálogo que de negociación. Se da con ello una fachada democrática que se queda muy en la superficie. Pues la democracia no es diálogo. Desde el inicio la democracia surge como una acción efectiva a través de la cual la minoría política (poco importa que sea la mayoría cuantitativa) interpela a la mayoría política abriendo el orden político a dicha minoría. En el caso de Atenas esto generó un pacto de clases para echar a los tiranos que llamamos democracia. Hagamos un experimento mental e imaginemos que Colombia fuese un régimen parlamentario: muy probablemente Duque ya se hubiera caído (pues ya perdió la confianza de los partidos que lo apoyaban) y habría tenido que convocar a elecciones. En otras palabras no le esperaría liderar ningún diálogo o negociación. Por otra parte, habría que distinguir dos cosas: el paro y la protesta social. La protesta me parece que quiere actualizar ese momento constituyente de la democracia, donde la minoría política (el llamado «pueblo», concepto ambiguo y problemático pero que en estos momentos tiene una validez estratégico política) interpela a la mayoría y echa a los tiranos. El problema es que como todo esto se anunció como un paro nacional y la protesta se adosó a dicho paro los representantes del paro (en general sindicalistas) se proponen como los «representantes» naturales de la protesta y con quienes habría que negociar. Pienso que sería necesario seguir el ejemplo de Puerto Resistencia que muy rápido elaboró un pliego de peticiones. Y si lo lograron es porque estaban organizados, no sólo como grupo de resistencia sino como comunidad deliberativa. Creo que tenemos que organizarnos muy rápidamente como comunidades deliberativas para actuar ese momento constituyente que es a lo que el acontecimiento parece apuntar. Claro, nadie sabe nunca para dónde va exactamente un acontecimiento y cómo se efectuará concretamente pero pienso que esta sería una buena forma de realizar lo que nos propone Puerto Resistencia al decirnos que nadie nos representa, ni siquiera ellos. Y claro, eso le disputaría el lugar en la mesa de negociación al los líderes sindicales que podrían pararse fácilmente de la mesa ante cualquier concesión del gobierno que vaya en el sentido de los intereses gremiales que representan. Pero por lo pronto veo que Duque está desplegando una fuerza desmedida y brutal que demuestra que no está muy dispuesto a negociar. Por ello pienso que deberíamos entender esto más como un momento constituyente que como un momento de negociación. No digo que pidamos, como en Chile, una nueva constitución. Lo que ha llevado a esta crisis es en parte que nuestra constitución (bastante garantista) ha sido interpretada por nuestros legisladores a partir de un marco neoliberal. Por ello los derechos fundamentales tutelados por la carta magna han sido utilizados como excusa para desarrollar negocios lucrativos para unos pocos. El problema está entonces más en las leyes que indican cómo aplicar los artículos de la constitución que la constitución misma (sin querer afirmar que esta no sea perfectible). Y para derogar dichas leyes se requiere crear otras. y estas otras podrían venir de asambleas populares que se crearan por todo el territorio y que reunieran las distintas reivindicaciones en un «congreso de la multitud» que pueda proponerlas como proyectos de ley. Este paquete de proyectos tendría, a mi modo de ver, dos formas de llegar al legislativo para que deroguen las leyes que nos han quitado la dignidad: la primera sería que los congresistas lo propusieran directamente (cuestión difícil con nuestro actual congreso, habría que esperar a ver si se logra reconfigurar en las próximas elecciones) o que se propongan por referendo (lo que requiere de mucha organización y gran votación, pero si viene de unas bases que ya están movilizadas y organizadas como asamblea popular disgregada por el territorio, quizás sea posible).

 

Pd: Duque ha instalado una nueva palabra para el argot de la guerra: operación. Cuando la policía o el ejército operan, lo hacen con miras a «neutralizar» a quienes se manifiestan. Ese señor sigue inmerso en su película de policías y ladrones, una locademia de policía con efectos letales.

 

(1) Andrés Felipe Escovar es escritor colombiano, Master en Análisis del discurso en la UBA y Doctorando en el Centro de Estudios Superiores de México y centroamérica -CESMECA- de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

(2) En este enlace podrán leer textos de Elena: Escuela Translingüística de Filosofía (wordpress.com)

 

Créditos: Fotografía: Cristian David Cárdenas Pardo – Caricatura: Andrés Beltrán (Anbilli)

 

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