Tres poemas de Desarmado (Cuarto Propio, 2013) del poeta chileno José Morán (1977-2021]
José Morán nace en Santiago de Chile en 1977. Ha realizado estudios de Arquitectura, Diseño Gráfico y Literatura. Ganador de la Beca de Creación Literaria de la Fundación Pablo Neruda el año 2005; año en el que trabajó en Editorial Norma, donde realizó su práctica profesional en el área de Edición. Es creador y director de Revista Literaria ANCLA. El año 2010, publica su primer libro de poesía llamado Aire y Final, a cargo de Ed. Pfeiffer. Ese mismo año realiza talleres de poesía y cuento en el Colegio Politécnico de la Pintana. El año 2013 publica su segundo libro Desarmado, a cargo de Editorial Cuarto Propio, de los que preparamos una breve selección. Actualmente estaba preparando el libro Arrojados. «Morán entrega un poemario breve pero intenso, con poemas bien delineados, correctos, escritos desde la soledad y desde una melancolía que muerde en cada verso», escribió Alejandro Lavquén. Por su parte, Víctor Hugo Díaz dijo en letras.s5: «Desarmado, de José Morán, nos habla desde adentro, desde nosotros mismos, ese es el logro y el sentido, encontrando en la poesía su hábitat natural». Por último, Ernesto González Barnert, señaló: «Desarmado, feroz pedazo de hielo de lenguaje exaltado, lírico y doloroso sobre la piscola tibia de nuestro tiempo».
De Desarmado
Letargo
Cuando las ratas abandonen mi viaje
y la muerte que me envuelve se extravíe
y a la noche que me invade llegue el fuego
sin artificios de alcohol ni luz de velas
ahí despiértame.
Deja que el aire nos toque la cara
para que borre nuestras máscaras y el vicio
y así sepa la costra que la herida no es error.
Habría que sacar la bala entonces
el carbón de la psiquis, los disparos en vano,
todo aquello que no es limpio y me ha dormido.
Despiértame mujer
cuando amanezca en estos versos
porque somos abandono aquí en el tiempo
y aquí la luz aún no nos alumbra.
Fotografía
Veo que te estás poniendo triste
veo que tus ojos quieren decir mañana
veo que no existes ahora que apareces sin demonios
te veo llegar tarde y no te veo.
Apaga tu nombre en la multitud de tus palabras
y déjame una canción santa para quemar a la infancia
déjame el tuto y tu chupete
porque el próximo aire viene sin paz ni dientes
viene sin corazón viene sin risa
viene contigo abandonado.
Estás parado al fondo de tu llanto
estás sin sangre al fondo de tu sombra
todo lo que has nombrado tiene cuerpo
todo lo que has dicho lleva consigo un dolor;
y tú
cada vez que preguntan por ti no hay sino hielo que mira de reojo.
Se vería todo en blanco y negro
pero sería hecho a color todo.
Se oirían los ruidos del Metro
aplastarían con su prepotencia las micros la basura
estancarían los designios los que miran con odio
y nadie le daría la mano al corazón.
Te miras en el vidrio de tu pieza
tratas de acordarte de algo
se te olvida el acorde estás expuesto a la intemperie,
veo que se te acaban las palabras ahora que hablo
hermano, quedó en el fuego el álbum de familia
todo para subir todo y nadie sube
todo para vivir solo y nadie vive.
Vahído
Conozco esa grieta,
ese vacío abierto a mares
que aceleró mi cerebro
en un rito de rabia y de saliva.
Es la mirada que produce el encierro,
la infancia despatriada que habito.
Es un vértigo blanco que atraviesa
la extensa magnitud de mi vacío.
Vértigo desvaneciéndose en el relato alterado
naciendo en el poema que escriben
como yo ciertos enfermos,
ciertos heridos.