Iniciamos una serie de artículos dedicados a recordar a algunas de las grandes amistades del poeta que tuvo amigos en todo el mundo.
Se ha hablado mucho de Neruda en relación con la «guerrilla literaria», es decir con el historial del antagonismos entre escritores y poetas. Para Neruda, sin embargo, la amistad fue mucho más fecunda que la guerrilla.
Las amistades entre escritores y artistas que compartían una visión de mundo, fueron fundamentales para para organizar grandes congresos antifascistas y movimientos por la paz en el mundo. Además, a Neruda las amistades le permitieron sortear la persecución de que fue objeto en 1948 y salir clandestinamente de Chile por un paso cordillerano.
La justicia del almuerzo
El sentido de la amistad de Neruda tiene su origen en la hospitalidad de la gente del sur donde pasó su infancia. Cuentan que cuando su padre no tenía a nadie que lo acompañara en la hora del almuerzo, salía a la puerta de calle para invitar al primero que pasara.
Para Neruda el espacio más básico de la fraternidad era aquel donde se compartía la comida y la bebida. En su poema “El gran mantel”, del libro Estravagario , imagina una mesa de dimensiones planetarias, donde la justicia pasaba por asegurarle a cada hombre y mujer un lugar en esa mesa:
Sentémonos pronto a comer / con todos los que no han comido, /pongamos los largos manteles, / la sal en los lagos del mundo, /panaderías planetarias, /mesas con fresas en la nieve, / y un plato como la luna / en donde todos almorcemos.
Por ahora no pido más / que la justicia del almuerzo.
Sus nombres en las vigas
Uno de sus amigos fue Rafael Plaza Hernández, más conocido como Rafita. A quien Neruda le dio el título de poeta de la carpintería. El escritor José Miguel Varas recogió el siguiente testimonio de Rafita:
Yo le trabajé mucho a don Pablo en las tres casas. Lo más bonito fue cuando él puso en el bar de la casa los nombres de sus amigos muertos. Él fue escribiendo con tiza en las vigas: Rocco del Campo, uno que le decían Ratón Agudo, Miguel Hernández, Paul Eluard, Aliro Oyarzún… y yo encaramado iba de atrás labrando con el escolpo los nombres que él había escrito… Alberto Rojas Giménez, la Elsa Triolet… don Pablo tenía toda la cabeza llena de viruta y yo por lo consiguiente.
Ese fue un acto ritual en el que Neruda fijó los nombres de sus amigos muertos en el bar de su casa de Isla Negra. En su poema «Los nombres» pregunta:
Por qué se fueron tan pronto? Sus nombres no resbalarán / de las vigas. Cada uno de ellos fue una victoria. Juntos /fueron para mí toda la luz. / Ahora, una pequeña antología de mis dolores.
No solo de estrellas vive el hombre
Neruda también tuvo enemigos literarios, algunos acérrimos y empecinados. Fue el caso del poeta uruguayo Ricardo Paseyro, cuya obsesión contra nerudista llegó al límite con la patología mental.
Neruda consideró ese odio «extravagante y místico» que lo rodeaba como «un fecundo y necesario excremento» porque no solo de estrellas vive el hombre. Solo menciona al pasar a aquellos persistentes enemigos literarios y le sorprendía que gastaran parte sus vidas en hostigarlo. Sus verdaderos enemigos no fueron literarios sino políticos: Gabriel González Videla que en Canto general encarna las figuras del sátrapa y del traidor, y el dictador Francisco Franco, a quien remite al infierno en «España en el corazón».
Te invitamos a leer el primer artículo de la serie:
García Lorca – Pablo Neruda: Una de las más grandes amistades literarias del siglo XX