De la colección de libros de la Biblioteca de Poesía Chilena Pablo Neruda de La Sebastiana, destacamos la primera edición de Lobos y ovejas (Galería de Arte Paulina Waugh, 1976), de Manuel Silva Acevedo.
Por Andrés Urzúa de la Sotta
Dedicado a Enrique Lihn, Lobos y ovejas fue escrito a fines de los sesenta, obtuvo en 1972 el prestigioso Premio Luis Oyarzún de la Revista Trilce de Valdivia y fue publicado en 1976 en formato de plaquette por el sello Galería de Arte Paulina Waugh, despareciendo al poco tiempo producto de un incendio intencional en dicha galería.
Según Adriana Valdés, el libro se convirtió en esa época «en una latencia, en un poema fantasma, fotocopiado, comentado tras bambalinas, susurreado, inexistente en el escenario público y sin embargo de una presencia feroz. Feroz y ambigua, como el poema mismo. Un poema que desafiaba toda manera de hablar de él, especialmente en ese tiempo de perseguidores y perseguidos, de banderas desplegadas e inequívocas. Un poema a la vez mínimo y escandaloso, un pequeño clásico en sordina, un hito en la literatura chilena».
Si bien el autor ha sostenido que escribió los veintidós poemas del libro «de un solo aliento, prácticamente sin correcciones posteriores y dolido por una ruptura matrimonial»01, diversos críticos literarios, entre los que se podría mencionar a Grínor Rojo o a la misma Adriana Valdés, han concebido a Lobos y ovejas no solo como una parábola acerca de la condición humana —representada por la dualidad antagónica de los buenos y los malos, del amo y del esclavo, de los que saben y los que ignoran, de quienes detentan el poder y de los subordinados—, sino como la articulación de un vaticinio acerca de la situación política y dictatorial que atravesaría el país a partir del Golpe de Estado de 1973. Y particularmente del horror, de la persecución política y de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que no tardarían en desatarse. Quizá este poema baste para ilustrar el potencial vaticinador de Lobos y ovejas: «Yo era una oveja mansa /Siempre miré hacia el suelo /Yo era solo una oveja rutinaria /Yo era un alma ovejuna /sedienta de aventuras /Yo era en el fondo /una oveja aventurera /Yo deseaba convertirme en oveja descarriada /Expreso aquí mis más sinceros agradecimientos /a la piadosa águila humana /que me desgarró la yugular de un picotazo».
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Puedes revisar una nota sobre el libro, y descargar dos textos críticos aparecidos en los medios (uno de Ignacio Valente y otro de Antonio Skármeta), en el siguiente enlace del sitio web Memoria Chilena: