Fue una amistad breve, festiva y tuvo un final trágico. Por eso Neruda recordaba a Lorca como ese «Federico, que me hacía reír como nadie y que nos enlutó a todos por un siglo».
Neruda vaticinó la muerte de Federico y éste anticipó también su propia muerte.
El poeta chileno escribió un texto sobre la homosexualidad de Lorca. Pero quedó archivado porque Neruda no estaba seguro de que el público lector de esa época estuviera libre de prejuicios. Solo en 2017 se incorporó a sus memorias
Un año antes de que Lorca fuera asesinado, Neruda publicó una Oda en la que vaticina su muerte. Las imágenes de aquella Oda pueden leerse también como un vaticinio de la guerra que venía. El mismo Neruda, en una conferencia que dio en 1954, confesó que no podía volver a leer sin horror su «Oda a Federico García Lorca».
En sus memorias, Neruda señala que Lorca también tuvo un «preconocimiento» de su propia muerte. Esto ocurrió durante un de sus giras teatrales a los remotos ámbitos rurales de Castilla. La compañía «La Barraca», que dirigía Federico, acampó en la zona. Esa noche él no pudo dormir. Escribe Neruda:
«Al amanecer se levantó y salió a vagar solo por los alrededores (…) En la puerta de un viejo dominio se detuvo. Era la entrada al extenso parque de una finca feudal (…) Federico se sintió de pronto agobiado por algo confuso que allí tenía que suceder».
Y efectivamente sucedió:
«Un cordero pequeñito llegó a ramonear las yerbas entre las ruinas y su aparición era como como un pequeño ángel de niebla que humanizaba de pronto la soledad (…) El poeta se sintió acompañado.
De pronto, una piara de cerdos entró también al recinto. Eran cuatro o cinco bestias oscuras, cerdos negros, semisalvajes con hambre cerril y pezuñas de piedra (…) Los cerdos se echaron sobre el cordero y junto al horror del poeta lo despedazaron y lo devoraron».
En esta historia que Lorca le contó a Neruda tres meses antes del estallido de la guerra civil, Neruda. vio posteriomente «que aquel suceso fue la representación anticipada de su muerte».
El simbolismo del relato es evidente: el cordero sacrificial , manso e inocente, es despedazado por los cerdos, es decir, por el animal impuro. La piara además era del color negro de las camisas fascistas. Este suceso recuerda también aquel famoso sueño del faraón, en que siete vacas macilentas devoran a otras tantas vacas magníficas, como un mensaje cifrado del advenimiento de una época de catástrofe.
El encuentro
El 13 de octubre de 1933 Federico y Pablo Neruda se conocieron personalmente en Buenos Aires, en casa del matrimonio de Pablo Rojas Paz y Sara Tornú, quienes tenían una tertulia a la que concurría buena parte de la intelectualidad bonaerense.
García Lorca había llegado a Buenos Aires a preparar el estreno para la América hispana de su obra Bodas de Sangre. Neruda estaba allí sirviendo un cargo consular.
El 10 de noviembre de ese mismo año, en el céntrico Hotel Plaza, de Buenos Aires se ofreció un banquete en honor de Lorca y Neruda. Para esta ocasión ambos habían preparado su célebre discurso al alimón. Esta es una de las más refinadas técnicas de la tauromaquia: dos toreros torean a un toro al mismo tiempo y con la misma capa. Por lo peligroso que es, el toreo al alimón se hace rara vez y con toreros que deben ser hermanos o al menos tener sangre común.
Fue así como Federico y Neruda pronunciaron su discurso al alimón, en el que alternaban sus voces para homenajear a un poeta al que ambos consideraban padre: Rubén Darío. Fue un rito jocoso que los hermanó y que repitieron cuando se acercaba el momento en que ambos debían abandonar Buenos Aires. Entonces quisieron dejarle un recuerdo a Sara Tornú que los había presentado y reunido muchas veces en su casa. Decidieron hacer un libro al alimón. Así nació el ejemplar único de PALOMA POR DENTRO /o sea /LA MANO DE VIDRIO/ Interrogatorio/ En /Varias Estrofas compuesto en Buenos Aires por el Bachiller Don Pablo Neruda e ilustrado por Don Federico García Lorca.
El libro incluyó poemas de Neruda hasta ese momento inéditos, e ilustraciones de Lorca. Una de ellas muestra las cabezas cercenadas de ambos poetas. La de Lorca con el cuello sangrando, hoy nos parece otro vaticinio de su asesinato, esta vez con dos años de anticipación .
Madrid era una fiesta
García Lorca había abandona Buenos Aires a fines de marzo. de 1934 y el poeta chileno partió a Barcelona a principios de mayo. Pronto volverían a encontrarse.
Escribió Neruda:
«España, cuando pisé su suelo, me dio todas las manos de sus poetas, de sus leales poetas, y con ellos compartí el pan y el vino, en la amistad categórica del centro de mi vida».
Esos poetas eran los de la Generación del 27 que entonces abrían camino a nuevas propuestas y herejías literarias. Se la llamó «la Edad de Plata» de la Literatura española, porque estos nuevos poetas proponían la vuelta a la Edad de Oro. Convirtieron la tradición en vanguardia, y la vanguardia en tradición, pero reconocieron también el valor de algunos de sus antecesores inmediatos, como Juan Ramón Jiménez. Pedro Salinas lo llamaba «Atlante de la joven poesía».
Pero la adhesión al maestro fue gastándose y poco a poco dio paso al desacato cundo llegó Pablo Neruda.
En su libro Españoles de tres mundos, Juan Ramón califica a Neruda como “un gran mal poeta”. Cuenta que nunca lo vio pero sí lo escuchó por teléfono cantando «en un coro de necios o beodos.» canciones en su contra. Eso era cierto: los revoltosos amigos de Neruda, especialmente García Lorca, hacían estas bromas a altas horas de la noche.
Homenajes al Führer
Luis Enrique Délano relata una velada memorable en casa de Neruda:
«Un poco antes había muerto el mariscal Hindenburg y Cotapos y Lorca improvisaron una pantomima notable, que comenzaba con los últimos momentos de Hindenburg (Cotapos), sus estertores y su muerte; después venían los funerales, las bandas y desfiles militares, los discursos de Hitler y de Goering y la sepultación. Todo esto duró más de una hora. Lorca y Cotapos decían en alemán macarrónico toda clase de disparates, mientras los demás nos moríamos de la risa. Cotapos reproducía los sonidos de los tambores, las trompetas y el paso de ganso de los soldados.
Se sirvió vino, Lorca cantó, Pablo se disfrazó de fantasma y la fiestas se prologó hasta tarde».
La amistad de Neruda y García Lorca se situaba en el epicentro de aquel ambiente de fiesta y desacato del Madrid de 1933 a 1936. Y aquellos actos festivos y desbocados tuvieron eco en el Chile de los años 80. Entonces un grupo escritores, en una fiesta en casa de Enrique Lafourcade, hicieron una representación de los últimos momentos de Hitler en su bunker de Berlín. Fue tan disparatada como la de Lorca y Cotapos en casa de Neruda. Esta vez Jorge Teillier fue Hitler. La velada dio lugar al libro el libro Adiós al Führer , de Lafourcade. Es curioso que haya surgido espontáneamente el impulso de improvisar el último capítulo de esa comedia bufa que había comenzado hacía casi medio siglo.
Ay que la muerte me espera…
Pedro Salinas anota que Federico andaba siempre con su séquito: «Le seguíamos todos, porque él era la fiesta, la alegría». Calzaba bien con Neruda, para ambos vivir era convivir y no solo con los ilustres y los pares, sino también con «los vivientes» y con «los oscuros», como dice Jorge Guillén.
Neruda agrega:
«Nunca he visto reunidos como en él la gracia y el genio, el corazón alado y la cascada cristalina. Federico García Lorca era el duende derrochador, la alegría centrífuga que recogía en su seno e irradiaba como un planeta la felicidad de vivir».
Lorca siempre estuvo con Neruda. El 18 de agosto de 1934, cuando nace Malva Marina, la hija de éste, y pasa por momentos en que está en peligro muerte, Federico le escribe a la niña un hermoso poema.
Cuenta Neruda que la noche del 19 de julio de 1936 había quedado de encontrarse con Federico en el gran circo Price de Madrid para ver un dudoso espectáculo de lucha libre:
«Pasaríamos el rato viendo las truculencias del Troglodita Enmascarado, del Estrangulador Abisinio y del Orangután Siniestro.
Federico faltó a la cita. Ya iba camino de su muerte. Ya nunca más nos vimos. Su cita era con otros estranguladores. Y de ese modo la Guerra de España, que cambió mi poesía, comenzó para mí con la desaparición de un poeta».
Hacia 1923 Lorca había escrito su “Canción del jinete” en la que dice:
«¡Ay que camino tan largo!/ ¡Ay, mi jacas valerosa!/ ¡Ay que la muerte me espera,/ antes de llegar a Córdoba!»
¿Otro vaticino?
Sobre la homosexualidad de Federico
En 2017, revisando los archivos que se conservan en la Fundación Pablo Neruda, encontramos un sobre con varias hojas mecanografiadas con agregados y correcciones manuscritas con letra de Neruda. Había también una nota de Matilde Urrutia prendida con un clip a la primera de esas hojas. Decía:
«Este artículo fue escrito para las memorias. Fueron muchas las veces que conversamos con Pablo si debía incluirlo o no: Me dijo textualmente: “ Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico sin menoscabar su prestigio?” Esa era la duda. Yo también dudé y no lo incluí en las memorias. Aquí lo dejo, creo que no tengo derecho a romperlo».
El artículo relata el amor de Lorca y Rafael Rapín, el muchacho con el que el poeta granadino fue a recibir a Neruda el 31 de mayo de 1934, cuando llegó a la Estación del Norte, en Madrid.
Neruda califica la homosexualidad de Federico como un tema inevitable, que ha sido tratado de de dos maneras oscurantistas. En primer lugar está la hispana, sobre la base del tabú de lo sexual impuesta por «la herencia eclesiástica del imperio y colonización española, y la hipocresía decimonónica». Por otro lado está la manera hispanoamericana que consistía en «esconder cuidadosamente esta inclinación personal de Federico».
Neruda alude también a algunos que «para ocultar el horrendo crimen político, arrojan la singularidad erótica de García Lorca como causal de su muerte». Agrega que «Esta es una cortina de humo. El fascismo español, como el alemán y el italiano, fueron especiales exterminadores de intelectuales».
Neruda recuerda que en Buenos Aires veía casi diariamente a Federio, sin darse cuenta de su homosexualidad:
«Todas las luces de la inteligencias lo vestían de una manera tan espléndida que brillaba como una piedra preciosa (…) Está probada su homosexualidad y eso lo vi más tarde. Pero tal vez hay homosexuales felices y homosexuales desdichados, y lo visible es más visible en la tristeza. Federico desbordaba felicidad y en esa copa desbordante deben haber contado sus amores satisfechos».
Luego Neruda describe el asedio a Lorca de muchachas, casi siempre poetisas en ciernes que acudían a su hotel y «no lo dejaban respirar».
Lo que escandalizaba a Neruda era lo que llama «el hambre sexual de España» que a fuerza de represión en ese tiempo era hambre rabiosa:
«Ese erotismo hidrófobo formó parte de España, de su clausura, de su silencio, de su férrea armadura. Esto me parecía escandaloso».
El artículo termina con el relato de la muerte de Rafel Rapín, en el frente de Teruel, mientras combatía por la República.
Frente a este texto nos hicimos la misma pregunta que se había hecho Neruda en su momento: «¿Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios?» Sí, ahora sí, afortunadamente hemos progresado en derogar fobias y tabúes. De manera que agregamos ese artículo en una nueva edición de las memorias del poeta.
Poemas
Los nombres
No los escribí en la techumbre por grandiosos, sino por
compañeros.
Rojas Giménez, el trashumante, el nocturno, traspasado
por los adioses, muerto de alegría, palomero, loco de
la sombra.
Joaquín Cifuentes, cuyos tercetos rodaban como piedras
del río.
Federico, que me hacía reír como nadie y que nos enlutó
a todos por un siglo.
Paul Éluard, cuyos ojos color de nomeolvides me parece
que siguen celestes y que guardan su fuerza azul bajo
la tierra.
Miguel Hernández, silbándome a manera de ruiseñor
desde los árboles de la calle de la Princesa antes de que los
presidios atraparan a mi ruiseñor.
Nazim, aeda rumoroso, caballero valiente, compañero.
Por qué se fueron tan pronto? Sus nombres no resbalarán
de las vigas. Cada uno de ellos fue una victoria. Juntos
fueron para mí toda la luz. Ahora, una pequeña antología
de mis dolores.
De Una casa en la arena
Oda a Federico García Lorca
Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.
Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre,
y tragan cintas rotas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.
Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie y llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.
Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.
Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezas
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.
Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes, ,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah,
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael, Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan,
Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?
Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?
Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río,
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.
Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.
Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.
Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas,
y otras irás sabiendo lentamente.
De: Residencia en la tierra 2