Por Jaime Pinos Fuentes
Ganador de un concurso de poesía a fines de los años noventa, los ejemplares de la primera edición de este libro se extraviaron en una bodega municipal. Ello impidió casi por completo su circulación entre los lectores. Esta cuidada reedición, a cargo de la editorial de la Universidad de Valparaíso, viene a reponer un texto que, a veinticinco años de su edición original, ya gozaba de cierta aura de culto.
Escrito en braille no tiene un eje temático ni sus poemas circulan en torno a alguna noción referencial. Lo que despliegan estos textos es una escritura cuyo lenguaje puede parecer hermético para quienes quieran desentrañar en ellos un sentido nítido o unívoco. Tampoco puede identificarse aquí un sujeto o una voz articuladora del discurso. Por el contrario, estos textos parecen responder a un código propio que el lector debe descifrar. Eso lo convierte en un libro que no se agota en una primera mirada. Su sintaxis es opaca y sus reverberaciones ambiguas por lo que exigen al lector extrema atención y constante relectura.
Quería que la poesía se tocara, no que se viera escribe la autora en el epílogo. Esta intención define la experiencia que este libro nos propone: aprender a leer desde una sensibilidad y una comprensión de la poesía más cercana al tacto que al intelecto. Este libro, hecho de intuiciones y derivas, nos pide abandonar nuestras certezas. Comencé a leer cuando dejé de ver, dice uno de sus versos. A eso nos invita este libro. A leer de otra manera. A leer, sin miedo a perdernos, como si anduviéramos a tientas.