El monumental poema de América, el poemario de la pasión amorosa y política, y el recorrido por el mundo en reconstrucción, después de la guerra, se encuentran en el segundo tomo de la Poesía completa de Pablo Neruda
El tomo II de la Poesía completa de Pablo Neruda se abre con uno de sus libros más importantes: Canto general. Publicado hace 71 años, se ha convertido ya en un clásico de las letras hispanoamericanas y de la poesía contemporánea universal. Se lo ha comparado con obras cumbres como la Biblia, el Popol Vuh, La Divina Comedia de Dante, y La Araucana de Ercilla.
El descubrimiento poético de América
En cuanto los europeos llegaron a nuestro continente constataron su excepcionalidad, pero no tenían palabras para describir este Nuevo mundo. El descubrimiento de América se inició en 1492, pero aún no termina. Cronistas coloniales, naturalistas, viajeros y escritores han tratado de dar cuenta de lo que es este continente singular. Neruda, en su Canto general recupera el cometido de esta herencia literaria.
Canto general es una obra monumental y única en su especie, un recorrido poético por más de 500 años de historia y cultura americanas. Aborda también la geografía y la naturaleza del continente, la crónica de sus movimientos políticos y sociales, la autobiografía del poeta y un gran canto al mar.
En 1945 Neruda había sido elegido senador de la República por el Partido comunista, que fue parte de la alianza electoral de que llevó a la presidencia de Chile, en 1946, al radical Gabriel González Videla. Una vez en el poder, este expulsó a los comunistas de su gobierno y los puso fuera de la ley. El senador Neruda fue desaforado y perseguido.
Aprovechó el año 1948, que vivió en la clandestinidad, para terminar su Canto general que había empezado hacía 10 años atrás. Al conectarlo dramáticamente con el pasado de América y con su persistente lucha por la libertad, la persecución le ayudó también a Neruda a encontrar el tono épico de este libro y a darle su forma final.
En una ocasión, al hablar de Canto general, el poeta dijo que su propósito fue “unir a nuestro continente, descubrirlo, construirlos, recobrarlo…” Y agregó: “los hechos más oscuros de nuestros pueblos deben ser levantados a la luz. Nuestras plantas y nuestras flores deben ser por primera vez contadas y cantadas. Nuestros volcanes y nuestros ríos se quedaron en los secos espacios de los textos. Que su fuego y su fertilidad sean entregados al mundo por nuestros poetas.”
Aquel libro anónimo
Los otros dos libros que se incluyen en este tomo fueron escritos en el exilio. Los versos del Capitán es un poemario de amor y lucha social que tiene una historia novelesca. Nació a principios de los años 50, cuando el poeta estaba, casado con Delia del Carril, mientras vivía un amor secreto con Matilde Urrutia. Ella, con el nombre encubridor de Rosario de la Cerda, fue la musa de este libro publicado anónimamente en Nápoles, en 1952, en una edición de solo 44 ejemplares. El texto siguió apareciendo sin mención de autor, hasta que en 1962 fue “admitido” en las Obras completas de Neruda.
En sus memorias, el poeta anotó: “El amor a Matilde, la nostalgia de Chile, las pasiones civiles llenan las páginas de este libro…”. Más adelante explica que la única razón de su anonimato fue no herir a Delia, su esposa, con esa “pasión brusca y ardiente”.
En el mundo que resucita
Casi al mismo tiempo que Los versos del capitán, Neruda escribió Las uvas y el viento, donde también están presentes la lucha por la justicia social, el amor y la esperanza en el cumplimiento de la utopía. El amor pasional parece extenderse al amor a la fraternidad humana y la reconstrucción física y moral de un mundo destruido por la guerra.
Las uvas y el viento es el libro en el que se evidencia con más fuerza la confianza del poeta en el triunfo de lo que el mismo consideraba “lo mejor de los hombres”.
Así, este segundo tomo reúne la poesía nerudiana escrita, en su mayor parte, en condiciones de lucha por la libertad y la justicia, de persecución clandestinidad, destierro y nostalgia de Chile.
Durante su exilio, Neruda vio el renacer de Varsovia y otras ciudades de Europa oriental, y fue testigo del progreso social, material y cultural de países asiáticos que gracias a las luchas de sus pueblos habían salido de la opresiómn colonial. Eso lo llevó a un optimismo desbordante en el futuro de la humanidad y a la fe total en un camino único. Ambos factores explican ciertos brotes de exaltación, que revisará críticamente en su obra posterior.
Antología
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
(…)
De: Poema XII. Canto II, Alturas de Macchu Picchu. Canto general.
(…)
América, no de noche
ni de luz están hechas las sílabas que canto.
De tierra es la materia apoderada
del fulgor y del pan de mi victoria,
y no es sueño mi sueño sino tierra.
Duermo rodeado de espaciosa arcilla
y por mis manos corre cuando vivo
un manantial de caudalosas tierras.
Y no es vino el que bebo sino tierra,
tierra escondida, tierra de mi boca,
tierra de agricultura con rocío,
vendaval de legumbres luminosas,
estirpe cereal, bodega de oro.
De: América. Canto VI, América, no invoco tu nombre en vano. Canto general.
(…)
Pero yo amo hasta las raíces
de mi pequeño país frío.
Si tuviera que morir mil veces
allí quiero morir:
si tuviera que nacer mil veces
allí quiero nacer,
cerca de la araucaria salvaje,
del vendaval del viento sur,
de las campanas recién compradas
(…)
De: poema VI, Canto IX, Que despierte el leñador. Canto general.
Aquí encontré el amor. Nació en la arena,
creció sin voz, tocó lo pedernales
de la dureza y resistió a la muerte.
Aquí el hombre era vida que juntaba
la intacta luz, el mar sobreviviente,
y atacaba y cantaba y combatía
con la misma unidad de los metales.
Aquí los cementerios eran tierra
apenas levantada, cruces rotas,
sobre cuyas maderas derretidas
se adelantaban los vientos arenosos.
El hombre. Canto XI, Las flores de Punitaqui. Canto general.
Antártica, corona austral, racimo
de lámparas heladas, cineraria
de hielo desprendida
de la piel terrenal, iglesia rota
por la pureza, nave desbocada
sobre la catedral de la blancura,
inmoladora de quebrados vidrios,
huracán estrellado en las paredes
de la nieve nocturna,
(…)
dame tu noble pecho removido
por la invasora soledad, el cauce
del viento aterrador enmascarado
por todas las corolas del armiño,
con todas las bocinas del naufragio
y el hundimiento blanco de los mundos,
(…)
De Antártica. Canto XIV, El gran océano.
Lo primero que vi fueron árboles, barrancas
decoradas con flores de salvaje hermosura,
húmedo territorio, bosques que se incendiaban
y el invierno detrás del mundo, desbordado.
Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos
caídos en la selva, devorados por lianas
y escarabajos, dulces días sobre la avena,
y la barba dorada de mi padre saliendo
hacia la majestad de los ferrocarriles.
(…)
De: La frontera (1904) Yo soy, Canto XV. Canto general.
La bandera
Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus parpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tu, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.
De Los versos del capitán
Tenéis que oírme
Yo fui cantando errante
entre las uvas
de Europa
y bajo el viento,
bajo el viento en el Asia.
Lo mejor de las vidas
y la vida,
la dulzura terrestre,
la paz pura,
fui recogiendo, errante,
recogiendo.
Lo mejor de una tierra
y otra tierra
yo levanté en mi boca
con mi canto:
la libertad del viento,
la paz entre las uvas.
Parecían los hombres
enemigos,
pero la misma noche
los cubría
y era una sola claridad
la que los despertaba:
la claridad del mundo.
Yo entré en las casas cuando
comían en la mesa,
venían de las fábricas,
reían o lloraban.
Todos eran iguales.
Todos tenían ojos
hacia la luz, buscaban
los caminos.
Todos tenían boca,
cantaban
hacia la primavera.
Todos.
Por eso
yo busqué entre las uvas
y el viento
lo mejor de los hombres.
Ahora tenéis que oírme.
De: Las uvas y el viento