Por Ernesto González Barnert
Juan Santander Leal (Copiapó, 1984). Poeta. Ha publicado los libros Allí estás (Marea baja, 2009) y Cuarzo (Marea baja, 2012), reunidos en versiones revisadas junto a la plaquette Agujas en La destrucción del mundo interior (Overol, 2015); Hijos únicos (Overol, 2016), premio Mejores Obras Literarias (MOL), categoría poesía publicada, 2017; la plaquette Nueve lugares (Cuadro de tiza, 2017) y Sed y Sal (Overol, 2020) Poemas de su último libro forman parte del álbum Que ningún sentimiento amanezca en su casa, (Sello fisura, 2020) grabado por el autor junto al músico Enrique Elgueta (Maifersoni).
¿Es cierto que tu primera aproximación a la poesía chilena, por ejemplo, la primera vez que viste un libro de Jorge Teillier o “La nueva novela” de Juan Luis Martínez, se produjo en la Biblioteca Regional de Atacama, de Copiapó? ¿Qué otros libros recuerdas leer en esa biblioteca?
Empecé a coleccionar nombres de autores en la biblioteca de Copiapó. Lihn, Kafka, Huidobro, Nicanor y Violeta Parra. Durante un tiempo trabajé como voluntario en la sección de préstamo de libros y leí varias cosas. Pero, sobre todo, me familiaricé con la idea de que había mucho por leer y descubrir, si es que a uno le interesaba la literatura.
¿Qué significa para ti cada uno de los poemarios que has publicado desde Cuarzo? ¿Tienes uno preferido?
No tengo una preferencia marcada. Me interesa lo que estoy trabajando en el presente, lo que está por editarse. No reviso mucho el trabajo ya realizado y publicado. Solo vuelvo sobre libros anteriores cuando hay alguna palabra o idea que me recuerda a algo ya escrito, para ver si puedo ampliar o modificar algo. Pero más allá de eso no soy lector ni crítico de mí mismo.
–¿Qué significa para ti escribir poesía en estos días de pandemia, estallido social, apruebo?
Ha sido un periodo para repensarse, actuar y cuidarse. La realidad social es ineluctable para quienes escriben. El resultado del plebiscito fue elocuente, exigimos transformaciones que garanticen derechos en salud, educación, etc. Por otro lado, la pandemia ha resultado trágica y por eso mismo nos ha hecho pensar de manera más grupal, a cuidarnos para cuidar a otros, a pensar en la salud y el bienestar de los demás.
–¿Cómo es tu relación con la obra nerudiana?
Me considero un lector de Neruda. Leer su poesía completa (que se ha ido publicando en nuevas ediciones por Seix Barral en Chile) es una tarea ardua pero en muchos puntos satisfactoria. Sorprende la variedad de temas y formas que trató a lo largo de su vida. Es una escritura proteica, mucho más dinámica, extraña y desafiante que la figura biográfica del poeta que en general se tiene. Es un personaje que ha sido llevado a examen por encarnar una figura patriarcal en la poesía chilena, lo sabemos, pero las complejidades y vastedades de su poesía aún me parecen un terreno inexplorado para lectores de nuestra generación.
–¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué voces nos recomiendas leer de la poesía viva?
Veo un panorama bastante abierto, y eso me parece muy grato. Obviamente el contexto de pandemia ha afectado la publicación, difusión y distribución de libros, pero hay muchos autores y editoriales que continúan, a pesar de todo, proponiendo escrituras nuevas. Recomendaría la Obra completa de Ximena Rivera, Curvatura del Ánimo de Daniela Escobar, Todo lo que duerme en nuestro corazón amanecerá un día en el mar de Ricardo Herrera, El sueño del hijo con la letra A de David Villagrán y Había luz o algo parecido a la luz de María José Ferrada.
–¿Cuál fue el mejor consejo que te dieron como poeta?
Durante un tiempo pensaba que corregir, reescribir, tachar y rearmar eran los mejores consejos que había recibido. Con el tiempo aprendí que ampliar, agregar, y aprender a dejar versos o poemas sin modificaciones también podía ser provechoso.
–¿Si nos pudieras nombrar algunos de esos libros que te marcaron, te hicieron el hombre de letras que eres? ¿Que les guardas especial cariño y devoción?
No sabría hacer una lista con esos nombres, son varios y van cambiando con los años. La mentalidad de un lector está en permanente mutación, y eso me parece que mantiene puertas abiertas, a la vez que cierra y abre otras. Durante años me han gustado autores como Fernando Pessoa, o Emily Dickinson, poetas tan intensos y que escribieron tanto que parece difícil agotarlos. En ese sentido, les guardo especial cariño y devoción.
–¿Qué poetas, músicos, películas o series, artistas, te sedujeron intelectualmente esta temporada?
De poesía, la poeta uruguaya Ida Vitale o el portugués Eugénio de Andrade. De películas y series no mucho. De música he escuchado bastante ambient, pues es un género que me sirve bastante para leer o escribir, y más durante la época del encierro. Mencionaría (aunque no sé si caben totalmente dentro de ese género) a: Joanna Brouk, Julianna Barwick, Emily A. Sprague y Mary Lattimore.
–¿Qué libros o investigaciones estás llevando a cabo estos días?
He estado leyendo algunas biografías, revisando poemas en prosa y releyendo a un escritor al que siempre vuelvo: W.G. Sebald. Me sorprende su capacidad de ligar acontecimientos, nombres y lugares. Su prosa tiene una modulación casi fantástica y a la vez es plenamente histórica. Me parece especial para momentos como este.
–¿Un libro que nunca terminaste de leer?
Varios. Pero todavía estoy a tiempo para terminar de leerlos.
–¿Qué nos puedes decir de tu reciente incursión en la música?
Fue una experiencia valiosa. Trabajar con Enrique Elgueta en el álbum Que ningún sentimiento amanezca en su casa me hizo tomar conciencia de mi voz y de cómo suenan mis poemas en un estudio de grabación. Eso se sumó a la simbiosis de trabajar con un músico, alguien que tiene otras formas de aproximarse a su arte, con otros conceptos, con la atención puesta en otros aspectos. Creo que aprendimos mucho de ese intercambio y trabajo colaborativo.