Noviembre 7, 2024

Un encuentro con la poesía secreta de Ramón Díaz Eterovic

 

 

Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956). Ha publicado los libros de poemas “El poeta derribado” y “Pasajero de la ausencia”, y dieciocho novelas entre las que mencionamos: La ciudad está triste, Ángeles y solitarios, Correr tras el viento, Los siete hijos de Simenon, El ojo del alma, El segundo deseo, La oscura memoria de las armas, La muerte juega a ganador, El leve aliento de la verdad, La música de la soledad, y La cola del diablo. Es autor de los libros de cuentos: Ese viejo cuento de amar y Mi padre peinaba a lo Gardel. Ha publicado las novelas infantiles: R y M investigadores y Misterio en la cueva del Milodón; y los libros para primeros lectores: Los curiosos ojos del volcán y Los tesoros del arcoíris. Sus obras han sido publicadas en España, Grecia, Estados Unidos, Francia, Holanda, Alemania, Croacia, Portugal, Venezuela, Argentina, Italia, China, Uruguay, México. Ha obtenido numerosos premios literarios, entre los que destacan el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (los años 1995, 2008 y 2011), el Premio Municipal de Santiago, género novela (los años 1996, 2002 y 2007), el Premio Altazor 2009; y el Premio nacional de narrativa Francisco Coloane (2015); Premio Manuel Montt 2018, otorgado por el Consejo Universitario de la Universidad de Chile. El Premio Anna Seghers de la Academia de Arte de Alemania (1987); y el Premio Las Dos Orillas del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (2000). El año 2005, el Gobierno de la República de Croacia lo condecoró con la Orden de Dánica Croata, poeta Marko Marulic. Fue director de la revista de poesía “La gota pura” (1981-1984).

 

 

 

INVIERNO

Vivimos cerca del mar, en un lugar donde las estrellas se miran a los ojos y un caballo negro cabalga sobre las olas. Por las noches la pesadilla avanza como una nube aletargada. Todos guardan silencio mientras las copas ruedan sobre la mesa. El miedo avanza y el gato huye a esconderse en el cajón de la leña. El invierno entra a la habitación con zancadas de gigante.

 

ES REMOTO AQUEL MUNDO

Es remoto aquel mundo, como remotos mis recuerdos. La geografía, desde luego, y el rigor del frío custodiando el paisaje doméstico. Una habitación de mesa larga y los murmullos familiares congregados alrededor de la radio. Hojas de revistas, colores fantasmales que alimentan la imaginación del niño que se duerme invocando al ángel de la guarda.

 

Todo es lejano y tierno al mismo tiempo. Tan irreal, como el silbido del viento sobre el zinc oxidado del techo.

 

Es remoto aquel mundo, como remotos mis recuerdos. Se ha escrito mucho de todo eso y sin embargo mi lápiz resbala sobre la hoja, como mis pies, en aquel tiempo, sobre la escarcha.

 

 

TODOS QUEDAMOS EN SILENCIO

Sopla el viento. El aroma de la leña se expande por la casa y se oye el silbido que precede a la caída de las hojas. Mi madre sueña con vestidos de muñecas y en el radioteatro nocturno la heroína no termina de morir. Alguien golpea a la puerta. Las miradas se buscan en la quietud de la cocina. Los golpes se repiten. El gato se despereza. Mi madre acude a la puerta y regresa con una carta entre sus manos. Todos quedamos en silencio.

 

VECINO DE MALA FAMA

Mi vecino, el del tercero, tiene fama de poeta. De vez en cuando, y en variado tipo, suele salir en las noticias de la prensa. Pero, como suele existir algún pero en el camino, yo no creo a simple vista en la espuma de la cerveza.

 

Y no lo digo por envidia, sino que de puro testigo.

 

Al vecino aquel, el de la fama, lo veo salir cada mañana con su corbata al cuello y una especie de pena en la mirada. A la oficina, supongo, corre presuroso; y en la tarde, a las siete, puntual regresa, con una mancha de sudor en la camisa. A veces lo veo en la panadería o en la feria de los domingos, regateando el precio del tomate. Carga una bolsa llena de ajos, naranjas y flores para la señora, que de ser cierto los rumores, será su musa amada. Sin querer he oído sus protestas por las cuentas, y con un muchacho que debe ser su hijo, comenta viejas jornadas de fútbol.

 

Es cierto que algunas tardes se sienta con un libro en al balcón. No sé qué lee ni con qué prisa, pero si puedo dar fe que en ocasiones lo sorprende la noche con un cuaderno escolar en sus rodillas.

 

 

 

 

 

 

 

 

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