Noviembre 7, 2024

“El boxeo es mi deporte favorito” Entrevista a Anahí Maya

 

Por Ernesto González Barnert

 

Anahí Maya Garvizu (Escritora boliviana, Chuquisaca, 1992). Ha publicado parte de su trabajo en Transfronterizas: 38 poetas latinoamericanas (compilación a cargo de Ediciones Punto de Partida, carrera de Literatura de la UNAM, México, 2016); La carne veloz de las flores. 12 poetas hispanoamericanos nacidos en los 90s (Aguacero Ediciones, Argentina, 2020) y su primer libro, Las estaciones (Editorial Libros del Cardo, Chile, 2018).

–¿Cómo vives la pandemia en Bolivia?

Ha sido un tiempo de altos y bajos. En el país estuvimos en cuarentena rígida durante varios meses. En casa lo tomamos muy en serio y no salimos desde marzo. Siempre he sido muy hogareña así que al principio no fue realmente un desafío, pero con el paso de los días sí se sentía el peso del encierro.

El lado B es que me dieron una beca en MALBA para un curso sobre literatura y surrealismo enfocado en la obra de Remedios Varo y Leonora Carrington, fue gratificante. También tomé un curso fotográfico sobre la historia del pictorialismo. A pesar de todo es extraño cómo podemos adaptarnos a situaciones difíciles de sobrellevar.

Fue un año particularmente conflictivo en Bolivia en lo sociopolítico, un tiempo de mucho racismo, muerte e incertidumbre. Sumado a la crisis sanitaria por la pandemia se transformó en un largo duelo. Probablemente el futuro siga siendo complicado, aunque espero que las cosas mejoren un poco.

 

–¿Qué les recordarías a los nuevos poetas? ¿Qué fue lo que te llevó crees tú a ser reconocida por sobre tus pares?

No pienso que sea reconocida en absoluto.

Tal vez les recomendaría a las mujeres jóvenes confiar en sí mismas y en su arte. Equivocarse es algo natural. Es importante no dejarse intimidar con la arrogancia o machismo con la que puedan toparse. Entrar en un círculo literario donde hay maltratos es innecesario. Es mejor mantener cierto tipo de rebeldía ante lo establecido. Actualmente la lectura y escritura pueden cultivarse de muchos modos alternos.

 

–¿Cuáles son las grandes directrices de la escena boliviana en estos días a nivel conceptual, si existe a tu juicio?

Sería arriesgado definir directrices pues soy una especie de hereje de la literatura boliviana. Aún la estoy explorando. Sin embargo, puedo decir que encuentro propuestas interesantes en los más jóvenes. Textos que tocan temas que van desde la vida en la ciudad, la memoria familiar, la muerte, el desamor, entre otros. Algunos con ritmos más reflexivos y otros más espontáneos. Lamento si esto es muy reduccionista, pues entiendo que hay una diversidad de registros mucho más amplia que estas líneas.

 

–¿Qué poema tuyo leerías en una sala de clases?

Depende el contexto y lugar de la clase.

 

–¿Qué libros, arte, música le estás hincando el diente esta temporada?

Me agrada releer cada cierto tiempo One Million Dollar Baby de F. X. Toole, un libro de cuentos sobre boxeo que es mi deporte favorito. Es muy inspirador, potente y al mismo tiempo ligero como un buen jab. Por otro lado, estuve atrapada en los escritos del buen John Berger. También leí La trompetilla acústica de Leonora Carrington, Fuga espistolar de Remedios Varo y a Dorothea Tanning todas autoras maravillosas, tienen fragmentos específicos que me conmueven tanto como sus pinturas. Esta temporada leo obsesivamente poesía. No podría estar más agradecida con las versiones digitales de la revista Buenos Aires Poetry, sus selecciones te dejan sin aliento. Gracias a ello pude acceder a autores que de otro modo no sería posible leer. Estos meses me acompañaron Emily Dickinson, Hart Crane, Marina Tsvetaeva, Dylan Thomas, William Carlos Williams, Anthony Hetch, Denis Levertov, Herta Müller, Pascal Quignard, Edmond Jabès, Louise Glück, Svetlana Alexiévich y ahora mismo Karl Ove Knausgård.

Respecto al arte, ha sido un escape y sostén en todo momento. Pude aprovechar el tiempo para aprender un poco de historia de una gran pasión que es la arquitectura y el paisajismo a partir de un proyecto que estoy desarrollando junto a mis hermanos. El movimiento Arts & Crafts y la obra de William Morris son fascinantes. La música que escucho es de Joep Beving, Philip Glass, los trabajos para cine de Jhonny Greenwood, Erik Satie, Theo Lawrence & The hearts, Mark Lanegan, Pavement, Wilco, Sparklehorse, Elliot Smith, PJ Harvey, Alela Diane, Lebanon Hanover, Mogwai, Julia Hülsmann Quartet, Rubel, Cícero y Mac Demarco. En cine últimamente elijo las películas que están ambientadas en los años 60s o 50s, aunque también tengo cariño por el cine de los 90s. Vuelvo muchas veces a películas que me movieron en algún momento, como las obras de Bergman, Roy Anderson, Jonas Mekas, Paul Thomas Anderson, Béla Tarr, Godard o Lynch.

 

¿Un verso o frase llevas como mantra dentro de ti en estos días aciagos?

Izo la bandera de Haydn – lo cual quiere decir:

“No nos rendimos. Pero anhelamos la paz”

Tomas Tranströmer

 

–¿Cómo resumirías tu arte poética?

En mi primer libro, Las estaciones, comencé en base a la memoria de infancia, a tratar de traducir imágenes que persistían y supongo que a formar cierto ritmo. Tengo dos proyectos escriturales más. Uno terminado y otro en proceso. Me siento más segura en el segundo libro (inédito). Traté de que la música sea parte fundamental del proceso escritural, así como las bitácoras de imágenes. La vida rural sigue siendo una característica, pero hay un giro en el hablante lírico, a veces buscaba una música y a veces que sean escritos silenciosos.

 

–¿Qué poetas o escritores nos recomiendas leer de Bolivia, clásicos, actuales?

Recomiendo leer a Elvira Espejo, Vicky Ayllón, Lourdes Saavedra, Valeria Canelas, Emma Villazón y Julio Barriga. Escritores clásicos: Hilda Mundy, Oscar Cerruto y Arturo Borda. Las traducciones de Camilo Barriga, los ensayos de Giovanni Bello. El trabajo de Edgar Soliz y César Antezana.

Me tomo la libertad de recomendar música: Ernesto Cavour, Alfredo Domínguez, Luzmila Carpio y al Duo Gonzáles Domínguez.

 

–¿Un libro que nunca has podido terminar de leer?

Los papeles de Narciso Lima Achá de Jaime Saenz.

 

–¿Un libro que te hubiese encantado escribir?

En tierras bajas de Herta Müller o Ariel de Sylvia Plath.

 

–¿Qué viene a tu mente cuando piensas en “poesía chilena”?

Lo primero que viene a mi mente es Jorge Teillier, uno de mis poetas favoritos. Su obra es asombrosa. Es un artista de la memoria, la música y las imágenes. No podría conmoverme más al leer sus escritos. Tengo un afecto especial por la poesía lárica, por la vida sencilla y rural. Siento mucha admiración por la poesía chilena. La obra poética de Roberto Bolaño es tan sincera. Autores actuales como Germán Carrasco, Gladys Gonzáles, Malú Urriola, Ricardo Vivallo, Natalia Rojas me parecen muy interesantes, la verdad es que Chile tiene muchísimo para dar en literatura.

 

 

–¿Cómo ha sido tu relación con la obra nerudiana?

Recuerdo que cuando era niña, una tía dijo durante un almuerzo: De cuando en cuando hay que darse un baño de tumba. /Sin duda todo está muy bien/ y todo está muy mal, sin duda. Es decir, la relación que tengo con Neruda se remonta a mi infancia. También recuerdo que mi padre tenía un disco con poemas leídos por Neruda, por entonces le prestaba más atención a su peculiar forma de leer el poema Matilda. Recuerdo la curiosidad por hojear Residencia en la Tierra.

 

–¿A qué le temes?

He cambiado un poco, ahora tengo más sueños y planes que miedos. Aunque naturalmente tengo temor a que la pandemia global se prolongue mucho más. También le tengo temor a regresar sola a casa en taxi o transitar una calle vacía. Ojalá algún día ese miedo termine para las mujeres.

 

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