Noviembre 7, 2024

4 poemas de Paz Molina

 

 

Paz Molina Venegas, poeta, también cultivó la narrativa y el teatro. Nació en Santiago de Chile en 1945 y, después de concluir sus estudios de Arte y Teatro en la Universidad Nacional, comenzó a participar de talleres creativos y fue formándose como una ineludible autora; cabe mencionar que entre sus maestros se encontraron Miguel Arteche, Jaime Quezada y Pía Barros. Dirigió talleres de escritura, colaboró con la Fundación Pablo Neruda, promoviendo la difusión de la poesía y buscando nuevas voces poéticas en su país. Publicó “Memorias de un pájaro asustado” (1980), “Noche Valleja” (1992), “Cantos de Ciega” (1994), “La Boca del Miedo” (2002) y “Verbosa dama Súbita” (2004). Ha ganado el Premio Pedro de Oña y los Juegos Literarios Gabriela Mistral. Su obra ha sido antologada en “25 Años de Poesía Chilena” (Editada por Teresa Calderón y Tomás Harris) en 1995; “Poets of Chile” (Editada por Steven White en 1985) y “These are not sweet girls: Poetry by Latin American Women” (Editada por Marjorie Agosin) en 1995. Ha colaborado en revistas como Pluma y Pincel, El Siglo y Punto Final. Fue directora del Ateneo de Santiago y de la SECH. Recientemente “Pequeño Dios Editores” reedito “Acróbata”, compendio que puso a disposición su obra reunida: http://www.xn--pequeodios-x9a.cl/wp-content/uploads/2020/01/interior-paz-molina-web.pdf

 

 

La rosa

(libro Cantos de ciega)

 

Considera el perfume de la rosa

-me dijo un sabio- por su terciopelo.

No es cosa de ponerse tremebundo

y desterrar al sol de los jardines.

 

Yo quise hablarle de la rosa negra

de la rosa fundada en la sospecha

de la rosa revuelta en la ráfaga

de la rosa podrida en la conciencia.

 

Yo quise hablarle de la rosa ciega

de la rosa muñeca de madera

de la rosa ritual del calendario

de la rosa crema chantilly.

 

De la rosa. Yo quise hablarle de la rosa.

Pero estaba amortajado el caballero

en el perfume ambiguo de la rosa.

 

 

Vespertino

(poema inédito)

 

Qué pálido el reflejo de la conciencia

en el comedor de los otros

cuando anochece y no hay lumbre

cuando anochece y no hay madre.

 

Así apenas la canción

apenas el polvoriento afán

del verbo en su escondrijo múltiple

 

A qué controvertir ya tantos soles

A qué tanto amanecer y de rodillas

 

Sólo que me contuviese la alegría

Sólo que la alegría me fecundase.

 

 

Te arrepientes

(libro Neruda, aparta de mi esta sombra)

 

No te bastó con verme agonizante.

Quisiste abrir aún más la honda llaga.

Tu espada insolente dividió mi sueño

en dos mitades imposibles.

Ahora busco la forma de reparar lo irreparable.

Un riesgo se define plácido en mi frente.

Acudo nuevamente a ti. Te nombro y huyes.

Acobardado por mi terrible afán.

Ahito de sorpresas.

Absoluto de arrepentimiento.

 

 

Historias de ángeles II

(libro Memorias de un pájaro asustado)

 

Yo quiero una mujer para apagar mis ansias,

dijo el Ángel, y un gesto obsceno le oscureció el semblante.

Estoy harto de alas y miriñaques,

ahora quiero deshonrar mi estirpe entumecida.

 

Quiero unos pechos vastos, formidables,

en extensión incierta como pensamientos humanos;

que se hundan en ellos mis torpes manos pudibundas.

Mis antiguas plegarias han de ser besos y saliva.

 

Quiero una inconfesable lujuria.

Se subleva mi espíritu macilento,

mi espalda sudorosa se inclina sobre un cuerpo

que parece ardorosa convulsión del Infierno.

 

Quiero un goce satánico,

dos piernas que agonicen de estertor,

y dos manos que perturben mi agónico sentido.

 

No recuerden mis cánticos.

Mis alas están yertas.

tan sólo quiero una mujer

y su nefasta dulcedumbre.

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