Noviembre 7, 2024

Poetas esenciales de Valparaíso: XIMENA RIVERA

 

 

Ximena Rivera Órdenes (Viña del Mar, 1959-Valparaíso, 2013). Poeta. Publicó, entre otros libros: Delirios o el gesto de responder (2001); 18 Poemas de agua (2005);  Una noche sucede en el paisaje (2006); Puente de madera (junto a 13 poetas jóvenes, 2010); Poema de agua (2011); Obra Completa (Ediciones del Cardo, Valparaíso, 2016).

 

Una noche sucede en el paisaje

 

Hay un retrato de infancia, un comedor oscuro, un dibujo hecho con torpeza. Si bien recuerdo, y no me falla la memoria, el espíritu hecho jirones pulía un marco de madera. ¡Ese! Ese en rigor era su único trabajo, ser un pedazo de madera «gracioso», reflejando el fuego de la casa, que era el fogón de la cocina. La metafísica de los objetos del hogar yace aquí, en este retrato. Se toca a la puerta de la casa, y afuera el camino conduce al mundo, a un puente, a un río; adentro de esta casa los caminos conducen a la afección del tiempo, y hay un jardín. ¡Dios mío! La llama de una vela es una laguna en el jardín incandescente donde una niña yace como Narciso, panza abajo, mirando y admirando lo bello y lo oscuro de la infancia, que será para siempre, de algún modo, un epitafio.

 

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Mi abuela acuña nombres en un libro grande: es un trabajo privado. Luego mira maravillada la profundidad del espacio celeste y comprende lo tremendo del asunto. Se envuelve en su chal y guarda silencio; las polillas, debido a la luminosidad y brillantez de la tela, se estrellan contra ella, también en silencio. Mi abuela enmudece y comprende lo tremendo del asunto. Cavila, y yo escucho cómo mi abuela enmudece doblemente su silencio. Luego, aborda un viejo automóvil que la llevará al centro de la ciudad. Mi abuela me mira y comprende lo tremendo del asunto. Luego, el automóvil ahuyenta a unos perros de pelaje rizado a causa del aliento húmedo de la neblina.

 

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Todo lo que fui se desvaneció. Todo lo que fui es tan sólo un espejismo. Todo lo que fui se desvaneció: estoy triste. Mas, ¿quién velará todo el tiempo que yo duerma? Sé que temo al castigo, sé que amo a mis hijos, sé que no he causado destrucción. Pepe, la gente buena se sostiene a sí misma, y el mundo de los dioses no es perturbador. Sólo serán un rastro para no asustarme; serán una hilera de casas en una aldea dormida. No temas, no te preocupes, encontraré la flor y seré atendida. Llevaré en las alforjas agua, algo de pan y una pila de leña para el camino solo.

 

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Todo tiene su secreto, su raíz blanca o su raíz negra, colores que no hacen falta para construir un arco iris. Sin embargo, algo no marcha en nosotros. Esto es lo mismo que decir «algo no marcha en el universo», porque no existe la forma verbal (aunque el tiempo exista) que resuma el tiempo viviente que somos y no somos; y ya se sabe que el silencio y la mentira no hacen girar el mundo. Tampoco tenemos la certeza de que el mundo gira con la verdad. La cadena cruza y gira y sigue, la lámpara brilla, una muchacha se despreocupa y abraza a su muchacho. Yo me llamo Ximena, la cadena cruza y gira y sigue.

 

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Todos los versos conllevan una pregunta. Entonces, pregúntate tú, Pepe, por qué la naturaleza creó por cortesía la levedad en un santuario rocoso, por qué la roca se convierte en llanura y serpentea a los vientos, a todo viento. Atrévete a imaginar: porque aquí volarás por encima de las plantas, por encima de las cabezas, por encima de cualquier ángel. Pero no olvides que la poderosa madre ríe espiándote, pronta a reducir a polvo vuestra obra completa.

 

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Y ya se sabe que mis tíos no son ingenuos. Son cazadores. Y cuando cazan, dejan en el bosque una carnada para que así se manifieste la presa en lo más apacible, en lo más elemental. Mis tíos no son ingenuos, y saben que de esta manera se manifiesta un misterio que comprenden. Por eso, sostienen una serie de secretos que guardarán como un tesoro. Claro está que en sus cacerías mis tíos nunca encontrarán plenitud en el instante preciso de la muerte.

 

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A Gabriela Mistral

 

Cosa valiosa esta la de pasar por el corredor a pie pelado y mirar un envoltorio de cigarros tirado debajo del mueble de los libros. Toda la habitación me llamó a recordar aquello que la habitación recuerda: al vaciarse, toda agua será deslumbramiento. La palabra suena en mi boca, y todos los objetos del entorno dan testimonio en la penumbra que viene al caer la tarde. La Mistral vino una vez esta semana y dos veces la semana pasada. Luego, las cuartillas de versos en mis rodillas posé y extendí las manos hacia la templanza de la estufa porque tenía frío, y así quedé mirando la penumbra. Un instante después cubrí mi rostro con mis manos, y ella fabuló la caída originaria. Esto me llenó de inclemencias, ya que no es fácil escuchar la fabulación perturbadora que se presentó así; sin duda, ella la dejó caer como un cristal que me despertó sobresaltada, y no valió olvidarla como un mal pensamiento.

 

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Tu cuerpo desnudo es toda mi conquista metafísica, tu vientre abultado es el lugar de tu cuerpo que llegó del cielo a seducir mi corazón; mas otros lugares de tu cuerpo hay que también me sedujeron. Y estos son tus ojos de ratón que han llegado a ver la soledad; y de pronto, en pleno rostro, tus encías, tus no dientes que han llegado a ser, por su ausencia, como dioses vivientes en la tierra.

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