Diciembre 22, 2024

Neruda y Valparaíso (1959 a 1973)

 

La Sebastiana

 

La Sebastiana es la casa que Pablo Neruda compró en obra gruesa, junto a sus amigos Francisco Velasco y Marie Martner, en la ciudad de Valparaíso, en 1959. Neruda le escribe a su amiga Sara Vial, poeta y periodista de Valparaíso, pidiéndole que buscara un lugar para instalarse allí:

 

Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata. ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso? 

 

 

La casa existía efectivamente. Había sido ideada y comenzada a construir por Sebastián Collado Mauri, un español avecindado en Valparaíso, que había nacido en Tamarit de Litera en 1879, y fallecido en Valparaíso en 1949, antes de concluir la edificación de la casa. Aquella casa inconclusa permaneció durante 10 años sin que nadie se interesara en terminarla. Neruda bautizó la casa con el nombre de La Sebastiana, justamente en homenaje y recuerdo de Sebastián Collado. Este español construyó varias casas y edificios en las inmediaciones de La Sebastiana y fue propietario de una fábrica de baldosas, según cuenta la periodista y poeta Sara Vial, quien fue la que descubrió el lugar y llevó a Neruda para que viera la construcción inconclusa. Cuenta Sara Vial:

 

Al morir don Sebastián, los descendientes la heredaron desconcertados. Nadie quería llenar de pájaros el tercer piso. Las escaleras eran excesivas. Le faltaban cañerías, puertas, desagües, tablas en el piso. Al resolverse a venderla, el desconcierto fue mayor. Las familias con niños se paraban en seco al pie de los peldaños. ¡Qué casa tan disparatada, peligrosa, extravagante! Y allí se fue quedando a solas, cada vez más oscura, a través de los años, habitada por murciélagos, empapada por la lluvia y la niebla. Sin nombre ni destino.

 

 

Hasta que aparece Pablo Neruda, se enamora de la construcción, invita a sus amigos Francisco Velasco y Marie Martner a compartir la adquisición de la propiedad, que compran a María Antonieta Collado, una de las hijas de Sebastián Collado, en “cómodas cuotas mensuales”. Dice al respecto Matilde Urrutia:

 

En esta casa de Valparaíso pusimos todo nuestro esmero, tenía que ser distinta a las otras. Recuerdo claramente el día en que llegamos a esta casa. Estaba en obra gruesa. El dueño había hecho tres casas en ese mismo cerro, buscando la vista más hermosa; ahora, por fin, la había encontrado. Desgraciadamente, no pudo disfrutarla; murió, dejándola en obra gruesa. Estábamos fascinados, cuando subimos a su torre era como si hubiésemos estado suspendidos en el aire. Veíamos todo Valparaíso sin que nada estorbara nuestra visión. La familia Collado, que era la que vendía esta casa y tenía un recuerdo romántico de su padre, llegó a un acuerdo muy generoso con Pablo. Las cuotas que pagó eran como un arriendo. Unos amigos compraron los dos pisos de abajo, y Pablo los dos de arriba, muy pequeños; el último era una pajarera, ése fue nuestro dormitorio. De allí, Pablo veía entrar y salir los barcos. Era muy feliz en esta casa.

 

Neruda y sus amigos Francisco Velasco y Marie Martner compraron la casa en obra gruesa en 1959. Y la inauguración de La Sebastiana, ocurrió el 18 de septiembre de 1961, con una fiesta con huasos y cuecas. La invitación para asistir a la inauguración, decía:

 

    Te esperamos el 18 en La Sebastiana

 

Menú

empanadas

vino tinto

cielo azul

 

 

El doctor Francisco Velasco recuerda:

 

Me convenció de que compráramos a medias y así se hizo. La escritura de compraventa está a nombre de “Francisco Velasco y otra”, fechada en 1962.

Pablo terminó en dos años su parte, que eran los pisos tercero y cuarto y la torre. Siempre me decía: “Mira para arriba y construye para abajo”. A Marie y a mí nos correspondió los pisos primero y segundo, el patio y el subterráneo. En broma, decía: “Salí perdiendo. Compré puras escaleras y terrazas”. “Está bien, te la cambio”, le respondía yo. Él se ponía serio y respondía: “Ni lo pienses”. Es que la vista desde su residencia es –creo– una de las mejores de todo Valparaíso, y eso que la ciudad tiene muchos panoramas espléndidos.

 

El listado completo de invitados a la inauguración de La Sebastiana y sus seudónimos, inventados por el propio Neruda:

 

LISTA POR MÉRITOS INOLVIDABLES

 

Sara Vial                                  Descubridora postal

Víctor Velasco                           Entre el poeta y la pared

Marie Martner                            Por sus piedras la conoceréis

Dr. Francisco Velasco                 Mire para arriba y construya para abajo

María Antonieta Collado              Propietaria Celeste

Fernando Steinmetz                    Un ala del “Alondra”

Carlos Vassallo                          Ayuda a los subdesarrollados

Flor y Santiago Aguirre               Guitarra y lavatorio

Paula y Claudio Véliz                 Algo pasa detrás del biombo

Queta y Antonio Quintana                       Antiguos veleros

Gerardo González                       Planos Quinquenales

Gonzalo Losada                          Salud y Pesetas!

Carlos Martner                           Tinaja para el humo

Rubén Azócar                            Feroz autodiente de cachalote

Sergio Teitelboim                      Latas Jurídicas

Maruja Mori y Camilo                Heroica defensa de una mesita

Manuel Solimano                       Transporte lluvioso

Elena y Arturo Lorenzo               Sentir es sentar

Julio Bórquez                            Globo

Orlando Oyarzún                        Chillanejo sin discusión

Homero Arce                             Vals Antofagasta

Virginia Bravo                           Fuego y chirimoyas

Volodia Teitelboim                    Reuniones en la altura

Teresa Hamel                            Siempre Florida

Francisco Velasco Martner           Vitribotellas

Cecilia Velasco Martner               Espejito

Patricia y Armando Solari                        La Cortina de Hierro

Fernando Anríquez                     Faroles

 

El doctor Francisco Velasco explica las razones de algunos de estos alias:

 

Víctor Velasco se encargó de la construcción. María Antonieta Collado nos vendió la propiedad. Fernando Steinmetz regaló un escritorio de barco que pertenecía a la goleta “Alondra”. Carlos Vassallo en ocasiones hacía préstamos en dinero. Flor y Santiago Aguirre le regalaron un precioso lavatorio azul y Santiago tocaba la guitarra en algunas fiestas. Claudio Véliz y Paula le regalaron un biombo con motivos de barcos antiguos. Gerardo González estuvo a cargo de todos los permisos y planos correspondientes a la construcción. Carlos Martner diseñó la chimenea “tinaja para el humo”. Rubén Azócar regaló un diente de cachalote. Maruja y Camilo Mori remataron una mesita para Pablo. Manuel Solimano se encargaba de todos los transportes. Francisco Velasco Martner limpió una serie de botellas que figuran en la colección de Pablo. Cecilia Velasco Martner le regaló en una ocasión el espejito de su muñeca cuando él le pedía uno a Matilde para afeitarse

 

 

En 1962, Neruda publica el libro Plenos poderes. Se trata de 36 poemas, escritos entre 1961 y 1962. Es un recorrido por diversos elementos y contiene varias odas. Incluye en este libro el poema “A la Sebastiana”, donde cuenta el proceso de construcción y terminación de la casa:

 

A LA SEBASTIANA

 

Yo construí la casa.

 

                                   La hice primero de aire.

                                   Luego subí en el aire la bandera

                                   y la dejé colgada

                                   del firmamento, de la estrella, de

                                   la claridad y de la oscuridad. 

 

                                    Cemento, hierro, vidrio,

                                   eran la fábula,

                                   valían más que el trigo y como el oro,

                                   había que buscar y que vender,

                                   y así llegó un camión:

                                   bajaron sacos

                                   y más sacos,

                                   la torre se agarró a la tierra dura

                                   –pero, no basta, dijo el Constructor,

                                   falta cemento, vidrio, fierro, puertas–,

                                   y no dormí en la noche. 

 

                                   Pero crecía,

                                   crecían las ventanas

                                   y con poco,

                                   con pegarle al papel y trabajar

                                   y arremeterle con rodilla y hombro

                                   iba a crecer hasta llegar a ser,

                                   hasta poder mirar por la ventana,

                                   y parecía que con tanto saco

                                   pudiera tener techo y subiría

                                   y se agarrara, al fin, de la bandera

                                   que aún colgaba del cielo sus colores.

 

                                   Me dediqué a las puertas más baratas,

                                   a las que habían muerto

                                   y habían sido echadas de sus casas,

                                   puertas sin muro, rotas,

                                   amontonadas en demoliciones,

                                   puertas ya sin memoria,

                                   sin recuerdo de llave,

                                   y yo dije: “Venid

                                   a mí, puertas perdidas:

                                   os daré casa y muro

                                   y mano que golpea,

                                   oscilaréis de nuevo abriendo el alma,

                                   custodiaréis el sueño de Matilde

                                   con vuestras alas que volaron tanto”. 

 

 

                                   Entonces la pintura

                                   llegó también lamiendo las paredes,

                                   las vistió de celeste y de rosado

                                   para que se pusieran a bailar.

                                   Así la torre baila,

                                   cantan las escaleras y las puertas,

                                   sube la casa hasta tocar el mástil,

                                   pero falta dinero:

                                   faltan clavos,

                                   faltan aldabas, cerraduras, mármol.

 

                                   Sin embargo, la casa

                                   sigue subiendo

                                   y algo pasa, un latido

                                   circula en sus arterias:

                                   es tal vez un serrucho que navega

                                   como un pez en el agua de los sueños

                                   o un martillo que pica

                                   como alevoso cóndor carpintero

                                   las tablas del pinar que pisaremos.

 

                                   Algo pasa y la vida continúa. 

 

 

                                   La casa crece y habla,

                                   se sostiene en sus pies,

                                   tiene ropa colgada en un andamio,

                                   y como por el mar la primavera

                                   nadando como náyade marina

                                   besa la arena de Valparaíso,

                                   ya no pensemos más: ésta es la casa:

                                   ya todo lo que falta será azul,

                                   lo que ya necesita es florecer.

 

                                   Y eso es trabajo de la primavera.

 

 

La casa viene a ser la culminación de una relación mayor entre Neruda y la ciudad de Valparaíso. La Sebastiana, en principio, fue una casa de descanso, del fin de semana, de innumerables fiestas con sus amigos, como muestran las fotografías de aquellos momentos de gran celebración. De especial celebración de las fiestas de Año Nuevo. Sin embargo, Neruda fue encontrando amistades, tramando proyectos, involucrándose cada vez más en el tejido ciudadano de Valparaíso.

Con el paso del tiempo, Neruda se ha convertido no solo en un referente poético y literario, sino también en un referente político, que debe acudir a innumerables actos no únicamente en las regiones de Chile, sino también en el extranjero. Pero pese a ello, se da el tiempo de viajar a Valparaíso a compartir con sus amigos porteños.

En Valparaíso, concretó una de sus invenciones más curiosas y únicas: El Club de la Bota. Donde se reunía con los otros botarates y se convertía en El Bombero Misterioso. Dice al respecto, la Pantera del Cerro Alegre, Sara Vial:

 

Todo comenzó una noche de junio, invierno de 1961. Un extraño cortejo se aproximó al Bar Restaurante Alemán de Valparaíso. Lo encabezaba un señor alto y corpulento, de jockey, que portaba en los brazos una bota o gran jarra de cerámica alemana, sostenida como si fuera un pétalo. Lo seguía un señor bajito y delgado, de ojos azules, que levantaba a su vez una jarra menor o schop del mismo color amarillo. Enseguida venían otras personas, cada una con un schop en la mano. Se les veía tentados de la risa, aunque paralelamente procuraban asumir un aire de misterio.

Bajaron los dos o tres peldaños de la puerta del bar que hacía esquina con O’Higgins y Melgarejo y se apoderaron del primer reservado, a la derecha, tomando ubicación en una amplia mesa redonda de pino cubierta con ancho mantel blanco. Si alguien hubiera metido la nariz por la puerta de la división de madera, y se hubiera tratado de un periodista, habría advertido que el señor alto y gordo era el poeta Neruda y el delgado y bajito, el pintor Camilo Mori. Pero nadie molestaba. Por el contrario. Lo mejor del bar era, junto con su algarabía en alemán y castellano, su indiferencia por “personajes famosos”… 

 

 

El 3 de junio de 1961, Neruda funda el Club de la Bota. Allí celebra la edición millonésima de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. En el Acta fundacional del Club de la Bota, hay recortes de poemas y dibujos. El Acta dice: Club Bota o de la Bota, Valparaíso, 3 de junio de 1961. Fue un lugar de encuentro de amigos que se reunían en el Bar Alemán de Valparaíso. Cada aspirante a integrar el Club de la Bota debía dibujar un chancho con los ojos vendados. Sara Vial recuerda la página inicial del acta, que tendrá muchísimos recortes pegados, dibujos, versos, etcétera.

 

Escribió sobre el techo del Bar Alemán la palabra ACTA, luego dibujó la letra “hache”, a la que agregó dos botitas florecidas, convirtió la letra O en una manzana y me entregó su lapicera para que siguiera tomando el dictado

 

 

Luego, en el acta se lee:

 

Hoy un grupo de insensatos reunidos pero no revueltos decidieron fundar este Club sin más objetivo que el de beberse la Bota numerosas veces y con la fruición necesaria

 

Nómbrase Presidente al Soldado Desconocido, Vicepresidente al Bombero Misterioso; Secretaria de Actas o Actista, a la Pantera del Cerro Alegre. Pro-Secretario al Navegante Solitario. Tesorero, al Fidel de las Finanzas. Directores: Mary Corazón de Piedra. Carlos Tigre, Lorenzo el Magnífico. Elena de Troya. Armando Boche. Pascua Patricia. Patoja Urrutia. Homero Arce-co. Angela Queltehue. Carlos de la Torre. Orlando Furioso, Sara-mpión Arroyo. Padre Camilo

 

Sarísima Vial se reveló como secretaria ornamental y floreciente. Ha colmado el libro con su desbordante florilegio. Le damos medalla de papas.

El anónimo soldado inconnu

 

Estaba estrictamente prohibido hablar de la edad, las enfermedades, la política y la literatura. Había que reírse a destajo y pasarlo bien. Nadie podía dárselas de inteligente ni de poeta. Los botarates se reunían los viernes. “Reúnanse aunque yo no esté”, les reiteraba el Bombero Misterioso cuando salía de viaje. Sus postales y tarjetas desde Europa, se prendían en el Acta. Para ingresar al club, los interesados debían dibujar un chancho con los ojos vendados.

 

En 1954, Editorial Losada publica su libro Odas elementales, donde escribe su “Oda a Valparaíso”:

 

                       ODA A VALPARAÍSO

 

                       Valparaíso,
qué disparate
eres,
qué loco,
puerto loco,
qué cabeza
con cerros,
desgreñada,
no acabas
de peinarte,

                       nunca
tuviste
tiempo de vestirte,
siempre
te sorprendió
la vida,
te despertó la muerte,
en camisa,
en largos calzoncillos
con flecos de colores,
desnudo
con un nombre
tatuado en la barriga,
y con sombrero,
te agarró el terremoto,
corriste
enloquecido,
te quebraste las uñas,
se movieron
las aguas y las piedras,
las veredas,
el mar,
la noche,
tú dormías
en tierra,
cansado
de tus navegaciones,
y la tierra,
furiosa,
levantó su oleaje
más tempestuoso
que el vendaval marino,
el polvo
te cubría
los ojos,
las llamas
quemaban tus zapatos,
las sólidas
casas de los banqueros
trepidaban
como heridas ballenas,

                       mientras arriba
las casas de los pobres
saltaban
al vacío
como aves
prisioneras
que probando las alas
se desploman…
(fragmento)

 

 

Volodia Teitelboim repara en la significación que tiene Valparaíso para Neruda:

 

Valparaíso era para Neruda uno de los puntos más fosforescentes del mundo. Esa noche de Valparaíso en que fue a conocer La Sebastiana se le hizo claro el puerto, “encendido y rumoroso, espumoso y meretricio”. Le intrigaba el destino de ese puerto que la apertura del Canal de Panamá precipitó en la decadencia. Más que una ciudad con historia, era un puerto con historias.

 

 

En 1963, Editorial Universitaria de Santiago publica el libro España canta a Cuba, donde más de 12 poetas españoles, se refieren al proceso cubano. Neruda dice en el prólogo:

 

Amanecí enfermo en este día 14 de junio del año 1963. Pensé, a primera hora, en la mañana: Éste es el día para que yo escriba el prólogo a los poetas españoles que cantan a Cuba. Desde mi lecho, más allá del ventanal, veo la rada de Valparaíso. Algunos de estos barcos que se destacan negros sobre el agua de invierno vendrán tal vez de España, pasarán por España en su retorno. Mis pensamientos también iban y venían del libro a los puertos, de Cuba a la nueva poesía

 

Días antes que Neruda viajara a París a asumir su nuevo destino diplomático como embajador de Chile en Francia, se le ofreció una despedida en el Hotel Miramar de Viña del Mar. Allí nuevamente, Neruda se refirió a su relación con Valparaíso:

 

Seré representante de este Valparaíso que he amado tanto, de la soledad de Isla Negra, del Sur y la lluvia de donde vengo. Del Norte que me eligió senador, de la soberanía y el desarrollo de Chile. Pues quiero representar la esperanza de nuestra patria y defender lo que estamos iniciando, puesto que inauguramos un tiempo difícil.

 

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