Noviembre 7, 2024

Neruda y Valparaíso (1948 a 1958)

 

El Fugitivo

 

En lo personal, Neruda vive una época de intensos cambios. Ha sido cónsul en Oriente (1927-1932), cónsul en Buenos Aires (1933-1934), cónsul adjunto en Barcelona (1934-1935) y cónsul en Madrid (1935-1936). Este último cargo, luego de hacer un enroque con Gabriela Mistral.

En 1936, al poco tiempo de estallar la guerra civil, Neruda es destituido de su trabajo consular, debido al apoyo que brinda a la República española. En 1937, Neruda vuelve a Chile, y en noviembre, funda y preside la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura. A la vez, trabaja intensamente en la campaña que llevará a la presidencia de Chile a Pedro Aguirre Cerda.

 

No es casual entonces, que Neruda pretenda crear esta nueva obra, Canto general, tomando como referente primigenio, la historia emotiva y telúrica de un Chile que ha estado más bien ausente de la historia y la cultura oficial. La llegada al poder del Frente Popular detonará la aparición de nuevos discursos que expliquen parte de nuestra historia. En este sentido, dice Edmundo Olivares, refiriéndose a Neruda:

 

Está aquí para decir lo que antes no se sabía o no se podía expresar desde la poética. Lo que tal vez sí se llegó a decir, efectivamente, pero con la boca rota, a estertores, con esa contravoz de muerte y sacrificio con que se despiden de la vida los seres anónimos, aquellos que no dejan memoria de su padecer sobre la tierra.

 

Curiosamente, la escritura completa del libro se tejerá de la mano de la sucesión de los gobiernos radicales: Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), Juan Antonio Ríos (1941-1946) y Gabriel González Videla (1946-1952). Neruda concibe el libro a partir de la elección de Pedro Aguirre Cerda y concluye su escritura luego de los acontecimientos sociales y políticos derivados del ejercicio del poder del presidente González Videla.

 

 

Resulta necesario y pertinente recalcar que Neruda se encuentra en plena madurez poética y política. Por un lado, esta madurez poética se manifiesta en un libro tremendamente ambicioso, que pretende ser la voz de los sin voz de todo un continente. Un libro que contiene 347 poemas, más que todos los que ha publicado en toda su producción anterior, es decir, desde Crepusculario (1923) hasta la Tercera residencia (1947). Además, es un libro que abandona definitivamente aquella visión particular de un poeta de las características de Neruda. Habitante del habla hispánica, pero con fuertes vínculos y guiños con otras estéticas, principalmente el simbolismo y el surrealismo francés. Neruda ahora profundiza el giro que ha tomado su palabra desde que creara España en el corazón y publicara luego su Tercera residencia, que incluye “España en el corazón” y el “Canto a Stalingrado”.

La matriz de la poética nerudiana no estará centrada ahora en el canto al amor, ni en la vivencia metafísica personal, ni en una búsqueda estética de vanguardia, sino en la explicitación de un compromiso que pasa por férreos vínculos con la política y con la causa que siempre ha defendido, pero que comienza a hacer definitivamente suya después de la experiencia de la Guerra Civil española.

Más tarde, luego de su viaje a Francia como cónsul para la emigración española, y su exitosa tarea como gestor del viaje del Winnipeg a Chile, será nombrado cónsul en México en 1940.

 

 

Tras su vuelta a Chile, en 1943, se presenta como candidato para un cargo de elección popular: senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta, junto al dirigente comunista Elías Lafertte. El 4 de marzo de 1945, ambos son elegidos senadores de la República.

El 8 de julio de ese mismo año, en un acto en el Teatro Caupolicán, Neruda ingresa al Partido Comunista y posteriormente será designado jefe de propaganda para la elección del candidato a la presidencia de la República del Partido Radical, Gabriel González Videla, quien en coalición con los comunistas y otros partidos de izquierda, será elegido presidente en 1946. Sin embargo, al poco tiempo de acceder a la presidencia, González Videla expulsa de su gabinete a los ministros comunistas, y promulga la Ley de Defensa de la Democracia, conocida también como la “Ley maldita”, que declaraba al Partido Comunista fuera de la ley y creaba campos de concentración en el sur y norte de Chile.

 

 

A raíz de esta persecución, Neruda, que cuenta aún con fuero parlamentario, publica en el diario El Nacional, de Caracas, el 27 de noviembre de 1947, una carta que denomina “Carta íntima para millones de hombres”, en la que acusa a González Videla de traicionar al pueblo de Chile que lo llevó al puesto que detenta. El 6 de enero de 1948, Neruda pronuncia un discurso en el Senado de la República, conocido con el nombre de “Yo acuso” (a la manera de Émile Zola). En él, presenta 13 cargos contra González Videla. La noche anterior, la Corte de Apelaciones de Santiago concedía su desafuero. Faltaba la confirmación de la Corte Suprema. Esta se produce a los pocos días y a partir de entonces, Neruda puede ser detenido. El Partido Comunista decide no entregar al poeta, que se sumerge un año completo en la clandestinidad.

Neruda y Delia del Carril pasan a ser “el tío Pedro y la tía Sara”. La primera página del diario El Imparcial, del 5 de febrero de 1948, dice:

 

Se busca a Neruda por todo el país… Se estrecha el cerco donde se sospecha está el poeta fugitivo… A los detectives que trabajan en las diligencias se les ha prometido un ascenso… Se oficiará para que se le aplique la Ley de Seguridad del Estado, que castiga con 541 días de cárcel al ex senador

 

Finalmente, después de recorrer varias ciudades de Chile y de diversos planes abortados para sacar al poeta fuera del país, el 24 de febrero de 1949 cruza a caballo la cordillera de los Andes por las inmediaciones del lago Maihue, al interior de Futrono, y el 25 de abril asiste en París al Primer Congreso Mundial de Partidarios de la Paz, revelando la incógnita sobre su paradero.

En lo formal, el Canto general está impreso en la Imprenta Talleres Gráficos de la Nación (25 de marzo de 1950), en México, y lleva grabados de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Aquel libro es financiado por suscripciones a 20 dólares el ejemplar. En Chile, se realizará una edición clandestina de 468 páginas, de formato grande (27 x 19 cm), que llevará un falso pie de imprenta: Imprenta Juárez, México.

El libro está dividido en 15 cantos, que son: La lámpara en la tierra, Alturas de Macchu-Picchu, Los conquistadores, Los libertadores, La arena traicionada, América, no invoco tu nombre en vano, Canto general de Chile, La tierra se llama Juan, Que despierte el leñador, El fugitivo, Las flores de Punitaqui, Los ríos del canto, Coral de Año Nuevo para la patria en tinieblas, El gran océano y Yo soy.

 

 

Parte de la sección N° 10 “El fugitivo” fue escrita en Valparaíso. Neruda iba a ser embarcado en un carguero ecuatoriano desde el puerto, pero el plan no se llevó a efecto. Sin embargo, Neruda permaneció oculto en el sótano de una casa muy particular del Cerro Lecheros, que recuerda en sus memorias:

 

Entre los sitios conmovedores que me albergaron, recuerdo una casa de dos habitaciones, perdida entre los cerros pobres de Valparaíso.

Yo estaba circunscrito a un pedazo de habitación y a un rinconcito de ventana desde donde observaba la vida del puerto. Desde aquella ínfima atalaya mi mirada abarcaba un fragmento de la calle. Por las noches veía circular gente apresurada. Era un arrabal pobre y aquella pequeña calle, a cien metros bajo mi ventana, acaparaba toda la iluminación del barrio. Tienduchas y boliches la llenaban.

 

En el libro Canto general, hay ocho poemas donde se nombra a Valparaíso. Un poema del Canto VI “América, no invoco tu nombre en vano”. Es el poema XVI, “Obreros marítimos”:

 

En Valparaíso, los obreros del mar

                                   me invitaron: eran pequeños y duros,

                                   y sus rostros quemados eran la geografía

                                   del Océano Pacífico: eran una corriente

                                   adentro de las inmensas aguas, una ola

                                               muscular,

                                   un ramo de alas marinas en la tormenta.

                                   Era hermoso verlos como pequeños dioses pobres,

                                   semidesnudos, malnutridos, era hermoso

                                   verlos luchar y palpitar con otros hombres más

                                               allá del océano… (fragmento)

 

Un poema del Canto VII “Canto general de Chile”. Es el poema XVI, “Mares de Chile”:

 

                                   Mar de Valparaíso, ola

                                   de luz sola y nocturna,

                                   ventana al océano

                                   en que se asoma

                                   la estatua de mi patria

                                   viendo con ojos todavía ciegos. (fragmento)

                                                                                            

Un poema del Canto XIV “El gran océano”. Se trata del poema XIV “Los navíos”:

 

Barcos llenos de trigo que temblaron

Sobre las olas como en las llanuras

el viento cereal de las espigas:

naves de las ballenas, erizadas

de corazones duros como harpones,

lentas de cacería, desplazando

hacia Valparaíso sus bodegas,

velas grasientas que se sacudieron

heridas por el hielo y el aceite

hasta colmar las copas de la nave

con la cosecha blanda de la bestia. (fragmento)

 

Y cinco poemas del Canto X “El fugitivo”. Estos cinco poemas, que fueron escritos en su mayor parte durante el período de clandestinidad, en la ciudad de Valparaíso, o que se refieren a ella al menos, dan cuenta de una relación mayor con el puerto. Y son claves para comprender de qué manera esta relación permaneció desde los tiempos juveniles, con una fuerza y un desarrollo que no tiene parangón con otras ciudades donde el poeta vivió.

 

 

 

                                    POEMA V

 

                                   Otra vez, otra noche, fui más lejos.

                                   Toda la cordillera de la Costa,

                                   el ancho margen hacia el mar Pacífico,

                                   y luego entre las calles torcidas,

                                   calleja y callejón, Valparaíso.

                                   Entré a una casa de marineros.

                                   La madre me esperaba.

                                   “No lo supe hasta ayer –me dijo–; el hijo

                                   me llamó, y el nombre de Neruda

                                   me recorrió como un escalofrío.

                                   Pero le dije: qué comodidades,

                                   hijos, podemos ofrecerle?”. “Él pertenece

                                   a nosotros, los pobres –me respondió–,

                                   él no hace burla ni desprecio

                                   de nuestra pobre vida, él la levanta

                                   y la defiende”. “Yo le dije: sea,

                                   y ésta es su casa desde hoy”.

                                   Nadie me conocía en esa casa.

                                   Miré el limpio mantel, la jarra de agua

                                   pura como esas vidas que del fondo

                                   de la noche como alas

                                   de cristal a mí llegaban.

                                   Fui a la ventana: Valparaíso abría sus mil párpados

                                   que temblaban, el aire

                                   del mar nocturno entró en mi boca,

                                   las luces de los cerros, el temblor

                                   de la luna marítima en el agua,

                                   la oscuridad como una monarquía

                                   aderezada de diamantes verdes,

                                   todo el nuevo reposo que la vida

me entregaba… (fragmento)

 

POEMA VI

 

Ventana de los cerros! Valparaíso, estaño frío,

                                   roto en un grito y otro de piedras populares!

                                   Mira conmigo desde mi escondite

                                   el puerto gris tachonado de barcas,

                                   agua lunar apenas movediza,

inmóviles depósitos del hierro… (fragmento)

 

POEMA VII

 

Valparaíso, rosa inmunda,

pestilencial sarcófago marino!

No me hieras con tus calles de espinas,

con tu corona de agrios callejones,

no me dejes mirar al niño herido

por tu miseria de mortal pantano!

Me duele en ti mi pueblo,

toda mi patria americana,

todo lo que han roído de tus huesos

dejándote ceñida por la espuma

como una miserable diosa despedazada,

en cuyo dulce pecho roto

orinan los perros hambrientos. (fragmento)

 

 

POEMA VIII

 

Amo, Valparaíso, cuanto encierras,

y cuanto irradias, novia del océano,

hasta más lejos de tu nimbo sordo.

Amo la luz violenta con que acudes

al marinero en la noche del mar,

y entonces eres –rosa de azahares–

luminosa y desnuda, fuego y niebla.

Que nadie venga con un martillo turbio

a golpear lo que amo, a defenderte:

nadie sino mi ser por tus secretos:

nadie sino mi voz por tus abiertas

hileras de rocío, por tus escalones

en donde la maternidad salobre

del mar te besa, nadie sino mis labios

en tu corona fría de sirena,

elevada en el aire de la altura,

oceánico amor, Valparaíso… (fragmento)

 

POEMA IX

 

Te declaro mi amor, Valparaíso,

y volveré a vivir tu encrucijada,

cuando tú y yo seamos libres

de nuevo, tú en tu trono

de mar y viento, yo en mis húmedas

tierras filosofales. Veremos cómo surge

la libertad entre el mar y la nieve.

Valparaíso, Reina Sola,

sola en la soledad del solitario

sur del océano,

miré cada peñasco

amarillo de tu altura,

toqué tu pulso torrencial, tus manos

de portuaria me dieron el abrazo

que mi alma te pidió en la hora nocturna

y te recuerdo reinando en el brillo

de fuego azul que tu reino salpica.

No hay otra como tú sobre la arena,

Albacora del Sur, Reina del Agua. (fragmento)

 

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