Por Ernesto González Barnert
Ezequiel Zaidenwerg (Buenos Aires en 1981). Ha publicado los libros de poemas Doxa (Vox, 2007); La lírica está muerta (Vox, 2011; Cástor y Pólux, 2017; Lyric Poetry Is Dead, en traducción de Robin Myers y con dibujos de Carmen Amengual: Cardboard House, 2018); Sinsentidos comunes, ilustrado por Raquel Cané (Bajo la luna, 2015); Bichos: Sonetos y comentarios, en colaboración con Mirta Rosenberg e ilustrado por Valentina Rebasa y Miguel Balaguer (Bajo la luna, 2017); y 50 estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos (Bajo la luna, 2018). El traductor, poeta y académico argentino reside en Nueva york desde 2012; y desde 2005 trabaja en un sitio web subiendo traducciones en inglés y otras lenguas de manera diaria.
¿En qué sentido tenemos o tienes una idea limitada de la poesía?
Sin duda debo tener una idea limitadísima de la poesía, aunque no sea del todo consciente de la magnitud de esas limitaciones. De todos modos, creo que estás aludiendo a algo que dije en una entrevista con Tes Nehuén. Entiendo que pudiera dar esa impresión –a fin de cuentas, ésa terminó siendo la bajada de la nota–, pero no quería en absoluto pontificar. Al revés, intentaba abrir el juego. En concreto, me refería a la tendencia a identificar “la poesía”, o al menos lo paradigmáticamente poético, con cierta idea de la lírica, que a su vez tiene que ver con un recorte muy parcial de la herencia romántica: poemas no narrativos, generalmente en verso libre, en los que un yo hace una efusión de sentimientos, pensamientos, observaciones, etc., de carácter subjetivo. Por otra parte, me refería a la frecuencia con que se tiende a circunscribir la poesía a un fenómeno escrito, que supuestamente ya no le interesaría a nadie salvo a una pequeña élite de aristócratas del espíritu, etc. Pero la verdad es que la poesía cantada o rapeada está en todas partes, y sin duda vende y recibe más atención que, por ejemplo, las novelas. Prefiero pensar, y de hecho lo siento así, que Virgilio y Dante y Violeta Parra y Kendrick Lamar son parte de lo mismo.
¿Qué es lo peor y lo mejor de los EE.UU. de 50 Estados: 13 poetas contemporáneos de EEUU
Lo mejor: que son unos Estados Unidos imaginarios. Lo peor: que se parecen más de lo que quisiera a los verdaderos.
¿Cuál fue el impacto en lo personal de sostener La lírica está muerta?
El libro parte de una frase de Alejandro Rubio, uno de los poetas más reconocidos de la llamada generación del 90, que en la antología Monstruos declaró que la lírica estaba muerta, y que nadie tenía tiempo de escuchar el laúd de un joven dolido de amor existiendo televisión por cable y radio FM. En ese momento tenía más juventud y testosterona para meterme en polémicas –escribí el libro entre los 25 y los 30 años–, y sin duda la intención era confrontar con Alejandro. Ahora que ya no estoy en edad de esas tonterías de todos modos sigo sosteniendo la tesis del libro: la lírica es un undead, un no muerto, que está todo el tiempo muriendo y sin embargo no puede terminar de morir. De hecho uno de los poemas que más me gustan del libro es una traducción intervenida del Canto XIII de las Metamorfosis de Ovidio, que cuenta cómo la cabeza y la lira de Orfeo siguen cantando después de que las Ménades lo asesinan, lo despedazan y lo tiran al río.
¿Qué significa para ti escribir poesía en estos días?
Un raro privilegio y un acontecimiento que, por desgracia, no me sucede a menudo
¿Cómo es tu relación con la poesía de Pablo Neruda?
De enorme gratitud. Sigo tratando de aprender a adjetivar como Neruda.
¿Un poema o verso que te acompañe como mantra en estos días aciagos?
“Y mis manos son lo único que tengo / son mi amor y mi sustento”.
¿Qué poema tuyo leerías hoy a propósito del difícil momento que atravesamos?
No leería un poema mío.
¿Cómo ves el panorama poético actual? ¿Qué voces nos recomiendas leer en castellano o inglés?
Creo que ahí aparecen las limitaciones de las que hablabas: no creo ser capaz de captar un panorama en su totalidad, o al menos en su proyección. Además, me cuesta pensar la poesía en términos de voces e individualidades: prefiero imaginarme una playlist infinita de poemas que una galería de poetas ilustres. De todos modos, quisiera recomendar con entusiasmo que investiguen la poesía joven de Nigeria. Hay gente nacida en los 90, de hecho al borde del 2000, con un talento enorme, como Logan February y Precious Arinze.
¿Qué le dirías a un poeta o escritor que recién comienza?
No te angusties demasiado, o al menos no te angusties demasiado rápido: lo más difícil es seguir escribiendo.
¿Si nos pudieras nombrar algunos de esos libros que te marcaron, te hicieron el escritor que eres, les guardas especial cariño?
¿Libro de poesía? Para mí fueron importantísimos cuando estaba empezando Trilce de Vallejo, Poeta en Nueva York de Lorca, En la masmédula de Girondo, Tercera residencia de Neruda. También me voló la cabeza a los diecinueve años Stanzas in Meditation de Gertrude Stein, un libro rarísimo y muy hermoso, hecho con el tejido conectivo del inglés… Un poco después llegué a los Siglos de Oro. Y Góngora y San Juan siguen siendo referencias hasta el día de hoy.
Y, ya que estamos, no quisiera dejar afuera a Huckleberry Finn, a Los viajes de Gulliver, al Quijote, al Grande Sertão Veredas, a Eisejuaz, a todo Kafka, a Pale Fire de Nabokov… Y a Borges, ¿cómo me olvidaba de Borges?
¿Qué le dice el traductor al poeta y el poeta al traductor en estos días?
El poeta le dice al traductor: ojalá fuera tan prolífico como vos.