Jaime Pinos
Se trata de un avance en la consolidación de un archivo que está siempre actualizándose y que busca poner a disposición diversos contenidos, tonos y formatos, sin el objetivo de volverlos canónicos o de aspirar a su fijación definitiva, sino de permitir el despliegue del trabajo de Enrique Lihn en nuestro presente. Así define la nota que introduce este volumen, la intención con que se realizó el minucioso trabajo de recolección, selección y montaje que le dio forma a ¿Qué nos ha dado con Kafka? Como se explica en la misma nota, el libro compila más de setenta artículos no recopilados anteriormente en los libros que habían recogido la escritura crítica y ensayística de Lihn: El circo en llamas (1997) y Textos sobre arte (2008) Escritos entre los años 1955 y 1988, año de la muerte del autor, el libro incluye textos de variada especie: crónicas, ensayos, notas para catálogos, columnas de prensa. La coordenada que articula el conjunto, en cualquier caso, es nítida: la persistente reflexión de Lihn sobre las relaciones entre literatura, arte y política.
Permitir el despliegue del trabajo de Enrique Lihn en nuestro presente. Creo que ese despliegue, el trabajo de lectura que reclaman estos textos, plantean un desafío iluminador para la comprensión de los tiempos que corren. Tiempos que de una manera urgente vuelven a plantearnos el problema de las relaciones complejas entre literatura y política. Lihn escribe desde la circunstancia que le tocó vivir, la segunda mitad del siglo veinte. Una circunstancia donde la vida y la escritura fueron continuamente estremecidas por las violentas turbulencias de la época.
He escrito en otra parte sobre la experiencia más bien amarga que fue para Lihn su residencia en la Cuba revolucionaria de fines de los sesenta (http://letras.mysite.com/jpin280818.html) Arribado a la isla como flamante ganador del último premio Casa de las Américas, el afectuoso recibimiento inicial del stablishment cultural cubano irá tornando a otra cosa. Mucho contribuyen a ello las amistades sospechosas de Lihn con algunos escritores y artistas que deslizaban, solapada y no tan solapadamente, ciertas críticas a la burocratización del proceso. Gente como Heberto Padilla. Justamente va a ser la caída en desgracia y el juicio político a este último, a la manera de los simulacros estalinistas, la situación que va a dividir las aguas del campo cultural latinoamericano de la época.
Lihn publica su Carta abierta a Heberto Padilla en la revista uruguaya Marcha para referirse, según explica el medio, a la distorsión que del caso de Padilla ha hecho la prensa chilena (habría que agregar también la uruguaya). Sin embargo, a propósito del relato del cerco progresivo tendido en torno a Padilla y su detención final, Lihn plantea una cuestión más general. Lo que llama, definiéndose como un amigo de la revolución cubana, un problema de fondo que no podemos eludir: la importancia fundamental de la crítica, la posibilidad del disenso y la libertad de expresión para la construcción de un socialismo realmente democrático.
Haciendo un contrapunto entre la Cuba castrista y el gobierno pluripartidista de la Unidad Popular que se encuentra en sus inicios, Lihn advierte sobre la complejidad del asunto y los peligros que encierra la libertad democrático-burguesa: Aquí en nombre de la libertad democrático-burguesa sostenida por un gobierno de proyecciones socialistas, la sedición y la oposición tienden a confundirse y ponen en peligro no sólo al gobierno constituido sino a la libertad y a la democracia que dicen defender. Ya se sabe cómo, en situaciones difíciles para él, el estado democrático burgués se resuelve en sangrientas dictaduras de derecha. La carta se publica en 1971, dos años antes del Golpe. Arte de vaticinar.
En uno de sus aspectos más interesantes, este libro recoge un conjunto de textos, comentarios y reseñas en su mayoría, escritos y publicados en Cuba durante los últimos sesentas. Antes del asunto Padilla que cierra abruptamente ese ciclo para Lihn y lo indispone grave e irreversiblemente con la izquierda chilena más ortodoxa, alineada incondicionalmente con el castrismo. El costo a su regreso al país será su exclusión total de cualquier posición de influencia durante el gobierno popular. Sin embargo, es interesante rescatar el espíritu de reflexión permanente y apertura al debate con que Lihn plantea, una y otra vez, el mismo problema: la construcción de una literatura y de un arte que, desde su especificidad, puedan contribuir al proceso revolucionario. A contramano de las posiciones dominantes que promueven una literatura de compromiso o al servicio de la causa revolucionaria, Lihn reafirmará este carácter autónomo e irreductible de la experiencia estética y su contribución a una nueva cultura. Escribe al respecto, comentando una selección de jóvenes escritores cubanos: una literatura al servicio de la revolución puede ser todo lo contrario a una literatura revolucionaria. Pero una literatura revolucionaria tiende, de por sí, a homologarse a la revolución, y la correcta relación entre ambas se establecerá toda vez que armonicen las transformaciones sociales –la voluntad de transformar el mundo- con el deseo de cambiar la vida.
Mi impresión es que con el caso Padilla a Enrique le bajó el vómito de una vez para siempre con todos los autoritarismos. Esta afirmación de Adriana Valdés describe la actitud que Lihn sostendrá en adelante con una radicalidad y coherencia que lo ubicarán siempre en las antípodas del poder.
En otros textos, Lihn escribe sobre su experiencia de la dictadura y el inxilio. La presión ejercida por el poder autocrático sobre el lenguaje y la propia escritura, obligada a asumir estrategias de encriptamiento y camuflaje. Mecanismos para eludir la censura en una crítica a la realidad no partidista, que es a la que yo me suscribo, a la que adhiero, dice Lihn. También reflexiona aquí sobre la marginalidad del intelectual en el contexto de una dictadura que ha excluído social y culturalmente a la inmensa mayoría de la población. Durante un coloquio realizado en 1983, consultado a propósito de esto, Lihn responde: La marginalidad no es dominio de nadie. Es verdad que existe, por ejemplo, la marginalidad poblacional, la marginalidad de los individuos forzados a la delincuencia, pero también existe la marginalidad del intelectual. Ahora bien, yo no creo que el intelectual pueda hablar desde la marginalidad de los otros. Puede hablar, desde su propia marginalidad y en ese sentido lo que dice, o su modo de hablar, es representativo de la marginalidad en general, en la que se pueden inscribir las otras marginalidades.
Siempre he pensado que la palabra del poder es una palabra vacía, escribe Lihn en un texto datado el año 1988. Este libro, los textos que con él ingresan a su archivo y se hacen por primera vez legibles, nos refuerzan porqué la poesía y la figura de Enrique Lihn no han dejado de crecer después de su muerte. La razón radica en la fuerza y la consistencia de una literatura y una conducta apostadas totalmente a la confrontación con esa palabra vacía. A oponerle la palabra poética, la literatura como lugar de libertad y sentido. Seguramente, eso explica el hecho de que Porque escribí sea una de las poéticas más recordadas y citadas entre nosotros. Ni estuve en la casa del verdugo, ni me hice desear como escribiente, dicen esos versos. Dos exigencias, hoy por hoy, extremadamente contingentes. Termino, a propósito de la alusión a Kafka en el título de este libro, con estas palabras extraídas de los diarios del autor checo: Pero escribiré a pesar de todo, categóricamente; es mi lucha por la conservación de mi existencia. Eso mismo hizo Lihn. Escribir contra la muerte y el vacío. A pesar de todo. Categóricamente. Escribir para estar vivo.
Valparaíso. Agosto de 2020