Por Sergio Muñoz
Un libro de conversaciones fija un momento en la vida y la obra de un autor y configura, o al menos, esboza una estética.
Sin embargo, el asunto no es simple. La fortuna del gesto dependerá de múltiples circunstancias y factores. Entre muchos otros: la cantidad de sesiones de conversación; la preparación anterior de él o los entrevistadores; la insistencia en temáticas o períodos observados sin demasiada profundidad en las primeras sesiones; la pertinencia y la oportunidad de las preguntas; la empatía y la complicidad que pueda surgir entre quienes entrevistan y quienes responden; etc.
Cuando se da, la conversación es un espacio precioso de libertad que fluye de manera genuina, sin imposiciones de ningún tipo. Es un espacio generoso, ilimitado, lleno de una luz que a ratos irradia lucidez y nos permite conocer los contextos y comprender aquellos rasgos que sólo se intuían en la lectura de una obra determinada.
Si el entrevistador está preparado y la conversación fluye, un libro así, generalmente se convierte en un aporte que complementa la lectura de una obra, la inmersión en un período o en una geografía determinada, y es a la vez, un insumo, un instrumento a ratos irremplazable, que ayuda a conocer más de cerca una poética y un autor.
En nuestra tradición más cercana, ha habido varios libros de conversaciones, con resultados diversos. Por ejemplo, estos nueve libros, publicados entre 1980 y 2019, que curiosamente parten y terminan con el mismo autor, Enrique Lihn:
Conversaciones con Enrique Lihn, publicado por Pedro Lastra en el Centro de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana, en Xalapa, Veracruz, México, en 1980: “Yo le temo a la gratuidad de una poesía que no se funda en un modelo ‘real’. Esta última palabra es la que incomoda: realidad del referente, realidad del sentido que no tiene referente, realidad como criterio de configuración: un sistema coherente es índice de realidad… La realidad es algo que debe ser superado desde el punto de vista realista”.
Conversaciones con Nicanor Parra, publicado por Leonidas Morales en Ed. Universitaria el año 1990: “En la poesía llamada tradicional, la poesía lírica por lo menos, el que habla es siempre el poeta, que se supone es un héroe, un pequeño dios, un sujeto positivo, de buenos sentimientos, inteligente, que lo sabe todo. En seguida vienen los antipoemas en que se trabaja con un antihéroe. Pero este antihéroe todavía es una víctima de las circunstancias. Pensemos, por ejemplo, en un Carlitos Chaplin. El personaje que se desarrolla después, especialmente desde “Versos de salón” hacia adelante, eliminando las “Canciones rusas” que son un paréntesis, y pasando por la “Camisa de fuerza”, el título ya lo sugiere, es un sujeto muy estrambótico, muy extravagante, que en la jerga teológica del abate Bergier podría llamarse “energúmeno”. Recupera el dominio de sí mismo y se lanza contra el mundo. Al revés del antihéroe de “Poemas y antipoemas”, que es personaje pasivo. Por el contrario, éste es un sujeto eminentemente activo, capaz de desarrollar grandes cantidades de energía”.
Conversaciones con Jorge Teillier, publicado por Carlos Olivarez en Ed. Los Andes el año 1993: “- ¿Piensas que los narradores tienen más éxito que los poetas?
– Tienen más éxito, pero tienen menos leyenda. Y cuando uno tiene leyenda, la leyenda es mejor que el éxito. Si tienes leyenda vas a estar bien, siempre.
– ¿Qué seria propiamente una leyenda?
– Piensan que ya no existes y que todo lo que hiciste está bien. Que eres un poquito de otro mundo. Que nadie te entiende, pero que los hijos de ellos te van a entender. Al contrario, a un prosista lo lee todo el mundo. Desde ese punto de vista, ¿qué importancia tiene un prosista? En cambio, un poeta es leyenda. No voy a hablar mal de los prosistas, que me encantan. Acabo de releer a Tolstoi “Guerra y paz” y “Ana Karenina”, pero si yo leo a un poeta me cambia la vida. Un prosista no”.
Conversaciones en privado, conversaciones entre Armando Uribe, Eduardo Vassallo y Miguel Vicuña, publicado por Ed. Cuarto Propio el año 2004: “Hay una cosa muy interesante en Chile, que es la apertura del número de personas que escriben versos, que es enorme, y es en parte consecuencia de la mordaza psicológica que estableció la dictadura, además de las necesidades de toda especie, que se desahogan escribiendo versos. Yo lo encuentro positivo; hay gente, escritores incluso, a quienes molesta esto, dicen: “para qué salen tantos libros”; pero todos los libros que salen preparan una especie de potrero de donde pueden salir otras obras, creando un caldo de cultivo, un humus”.
Café invierno, Conversaciones con Ennio Moltedo, de Luis Andrés Figueroa, publicado por Ediciones Vertiente el año 2007: “Además quise hacer una contraposición. Eliminar o cambiar la tarjeta postal, su crepúsculo, la puesta de sol, la famosa puesta de sol, ¡qué mueran! Hay que hacer un claro, otra postal, otra flor, otros volantines, otro cielo, otras nubes, otro pájaro, es un problema tridimensional espacial”.
Give me a Break, conversaciones con Diego Maquieira, publicado por Patricio Hidalgo y Daniel Hopenhayn en Ed. Universitaria el año 2008: “No sé, yo tenía un volcán interior y elegí la palabra, tal vez porque no sabía hablar y eso me complicaba. Pero no entré en la palabra a través del método ni de una iniciación, sino a través de un contacto brusco con la vida, un choque con fuerzas de vida. Sentía internamente una combustión alta, algo que me tiraba mucho, entonces no sabía qué hacer y elegí la palabra, o la palabra me eligió a mí, da lo mismo, el caso es que siempre he privilegiado la palabra como instrumento para crear. La palabra, el lenguaje, por sobre todo lo demás”.
Saber morir – Conversaciones, Ilan Stavans y Raúl Zurita, publicado por la UDP el año 2014: “Sobreviví a la dictadura y a mi propia autodestrucción. Lo único que sostiene ese instante infinitesimal de vida que somos es decirnos que, con todo, ese cielo que ves es hermoso. Si sacas ese “y, con todo, ese cielo que ves es hermoso” del horizonte de los seres humanos, queda solo la fijeza de la muerte. Todo permanecería inmutable. Si sacas la poesía, nada, absolutamente nada sobrevivirá”.
Una conversación con Claudio Bertoni. La entrevista fue realizada por Felipe Cussen, Daniela Escobar, Andrés Florit y Cristóbal Joannon el 2015 y el libro fue publicado por Overol el 2017: “… es con el mundo que me encontré, el mundo de la literatura, es eso, porque la cuestión de la poesía no es una cuestión de versos, es una cuestión de feeling. Pa mí es súper claro, los poetas son personas distintas, el Francis Ponge dice que el poeta es sobre todo el que acusa el golpe. Además yo sé mi vida,yo ya he vivido, los conozco a ustedes, veo lo que la gente siente con las cosas que pasan, con la música que escuchan, con lo que les sucede y huevás que a uno lo rasguñan pa mí es como si me arrancaran un brazo”.
Enrique Lihn en la cornisa, de Claudia Donoso. Publicado por la UDP el 2019: “La tendencia mía se inscribe en un tipo de registro poético que considera el lenguaje como algo de alguna manera intraducible: trata de postular una especie de lengua dentro del lenguaje que ofrezca la misma resistencia de una lengua extranjera”.
Pero quiero referirme especialmente a tres grandes libros que están condenados a transformarse en libros de fundamento, en pilares mayores, en verdaderas vigas maestras pues prefiguran espacios y tiempos mayores.
Me refiero a los libros: Conversaciones con la poesía chilena; La Memoria: Modelo para armar; y La viga maestra / Conversaciones con poetas chilenos 1973 – 1989.
El primero, Conversaciones con la poesía chilena, de Juan Andrés Piña, publicado por Ed. Pehuén en 1990; reeditado y ampliado (pasó de 6 a 9 poetas) por la UDP el año 2007, reeditado también por Ediciones Lolita.
El segundo, La Memoria: Modelo para armar, de Soledad Bianchi, publicado en 1995 por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Reeditado por Ediciones Alquimia el año 2019.
Y el tercero, La viga maestra / Conversaciones con poetas chilenos 1973 – 1989, realizado por José Tomás Labarthe y Cristián Rau y publicado por la UDP el 2019.
Los libros Conversaciones con la poesía chilena y La viga maestra, reúnen entrevistas a 20 poetas (sólo se repiten Zurita y Bertoni), nacidos entre 1914 y 1960. En estos dos libros, tanto las entrevistas con los poetas como la puesta en escena, son individuales. Por lo tanto, hay visiones estéticas y de época muy distintas. Pero a la vez, existe la posibilidad de apreciar diversas voces de la poesía chilena en contextos sociales, políticos y personales diversos. Y de escudriñar un poco en las circunstancias personales de cada poeta en relación con el oficio, con la vida, con la escritura, con sus circunstancias políticas y sociales, etc. Ambos libros tienen el mérito incuestionable de acercarnos a 20 poetas de primer orden en la poesía chilena contemporánea.
En el clásico Conversaciones con la poesía chilena, hay entrevistas a: Nicanor Parra (1914-2018); Eduardo Anguita (1914-1992); Gonzalo Rojas (1916-2011); Enrique Lihn (1929-1988); Óscar Hahn (1938); Raúl Zurita (1950); Gonzalo Millán (1947-2006) y Claudio Bertoni (1946).
En La viga maestra hay entrevistas a: Diego Maquieira (1951); Cecilia Vicuña (1948); Raúl Zurita (1950); Bruno Vidal (1957); Carmen Berenguer (1946); Claudio Bertoni (1946); Carlos Cociña (1950); Elvira Hernández (1951); Mauricio Redolés (1953); Soledad Fariña (1943); Tomás Harris (1956); José Ángel Cuevas (1944); Rosabetty Muñoz (1960) y Gonzalo Muñoz (1956).
Por su parte, el libro La Memoria: Modelo para armar, de Soledad Bianchi, es una investigación relacionada con los grupos de escritores conformados en Chile en la década del sesenta. Contiene muchísimas entrevistas ordenadas no individualmente, sino en relación con los grupos que existieron en diversos lugares de Chile: “Trilce” en Valdivia; “Arúspice” en Concepción; “Tebaida” en Arica; “Grupo América”, “Escuela de Santiago”, “Espiga” y “Tribu No” en Santiago, etc. Es un libro coral, polifónico. Las entrevistas se entregan como una madeja que aspira a reconstruir un tejido, un espíritu, un quehacer colectivo que fue roto por la dictadura.
Dice Soledad Bianchi: Este libro se propone rescatar y re-construir la heterogeneidad del ambiente de un momento de la historia cultural de Chile y sus particularidades, además de mostrar rasgos específicos de cada uno de los colectivos poéticos, y de la labor de sus miembros, a partir de múltiples entrevistas realizadas a diversos poetas que comenzaron a producir en los años sesenta, y que pertenecieron a muchos de los grupos literarios existentes en esa década, y a intelectuales que se ligaron a ellos. Este volumen ha sido ordenado en capítulos compuestos en torno a cada una de las distintas agrupaciones literarias, que son presentadas individualmente”.
Entrevistas individuales o un tejido colectivo, como sea, estos tres libros presentan una base maravillosa para poder mirar, revisar y entender parte de la vitalidad de la poesía chilena durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.
A no perder la oportunidad de ingresar a estos diálogos atemporales y escuchar no sólo la obra de estos poetas enormes, sino también, aprovechar la ocasión de asomarse a sus contextos, entender sus condiciones de vida y comprender parte de su estética a partir de su memoria y sus circunstancias.