CARMEN BERENGUER
La noche no es la noche ideal
romántica de los cantos versallescos
o trinos de pájaros en algún amanecer.
La noche de la novela triste es cuando sus luces
se apagan y aparecen las sombras criminales
en las esquinas de los bares, de las casas,
a los pies de la cama, debajo de las sábanas,
en los colores de los muebles, en la opacidad
de las tablas, detrás de los cuadros, arriba del armario,
en los rincones de la escalera
en este libro,
en medio de estas páginas,
en el temblor de tu sonrisa, en ese espejo del baño,
en el cepillo del pelo, en el olor de tu traje,
en el cubierto de la mesa, en la cajita de música,
en el calcetín; broche de una noche antigua,
en la maleta,
en la página del medio,
en el candor, en la maceta de flores;
detalles del tejido,
y el pañuelo a rayas en el sillón Bauhaus,
en el cuadro de Frida Kahlo, en el retrato de revistas viejas,
en los platos de comida, en el charquicán y el luche,
en los juegos de luces pascueros, en los vasos de vino,
en la ponchera, en el apiao y pajarete, en el chaleco azul,
en el anillo, en el collar de un cuello, en los aretes,
en las página sueltas, aquí mismo,
en el hilo del medio,
en el piso de la cocina, en la heladera,
en la silla de paja, en el jarro de café,
en la azucarera, en la mermelada,
como si arriba, en la cucharita del té,
crochete del estío en la biblia latinoamericana,
en el cantar de los cantares, en el libro de Job y Jeremías.
“Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas de Los Andes bajo un gran revuelo de cuervos”.
Vicente Huidobro
Páramo y ruinas,
en el sahumerio,
en el escapulario,
en el sagrado corazón de Jesús,
a la entrada de la casa,
en el póster de psicosis,
en el cuarto,
en la música de Béla Bartok,
en el afiche del cojo Díaz,
en la postal del indio,
en el rostro sudaca,
en estos ojos chinescos,
debajo de todo eso, en las puntas,
como si nada, en los santitos, el el ulpo,
en todo eso,
cuando te acuestas,
cuando te levantas,
cuando miras de reojo,
cuando fijas la vista,
cuando te acercas,
cuando hablas,
cuando callas,
cuando brincas,
cuando te das vueltas
en la mañana,
una hora después,
cuando te agachas,
cuando sudas,
cuando aguantas,
cuando aúllas,
cuando todo eso,
“El poeta inglés pudo decir: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, pero nosotros, más desgraciados que él, nos veremos obligados a decir: Todo huele a podrido en Chile”.
Vicente Huidobro
después de quedarte escuchando las gotas de la llave mala,
después de la lluvia de Julio,
después de Julio,
después del frío,
después de la helada de invierno,
después de la remesa de Julio,
después de la carta de Julio,
después de las cuentas del invierno,
después de la piel seca del invierno,
después de las noticias del invierno.
CARMEN BERENGUER (1946)
Poeta, cronista y artista visual, Carmen Berenguer dio a conocer su trabajo creativo en los años ochenta. Su propuesta conjuga opinión política, crítica cultural y reflexión sobre el lenguaje, cuyas texturas orales y escritas la autora explora a la luz de una estética altamente provocadora. Su proyecto poético manifiesta un compromiso social profundo, que la lleva a desarrollar temas como la ciudad y sus problemáticas, con especial énfasis en aquellas vinculadas a la política y el mercado, al género femenino y a los signos que establecen nexos entre el cuerpo y la lengua. Todo esto, sumado a una osada apuesta por la mezcla de géneros literarios, conforma los ejes de una obra sugerente, de gran espesor simbólico y cultural.
La poeta publicó su primer libro, Bobby Sands desfallece en el muro, en plena dictadura militar, período en que la poesía escrita por mujeres en Chile adquirió prominencia en cuanto voz de denuncia y resistencia a la represión. En este contexto, la crítica Eugenia Brito sitúa a Berenguer en la postvanguardia de la escena de avanzada, junto a escritores como Diamela Elit, Raúl Zurita y Diego Maquieira.